"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

domingo, 11 de octubre de 2015

"MARGINALIA", POEMA DE BILLY COLLINS A LAS GLOSAS ANÓNIMAS EN LOS LIBROS.

"Numerosos poetas, desde Coleridge hasta Mallarmé, se quedarían pasmados de saber que a los académicos les interesan, en la posteridad, más los borradores de sus poemas que los poemas mismos".

Christopher Domínguez Michael, crítico literario mexicano.

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Marginalia medieval.





Marginalia

Algunas veces las notas son feroces

escaramuzas contra el autor
escritas rabiosamente en los bordes de cada página
con letras negras y pequeñas.
Si sólo pudiera ponerte las manos encima,
Kierkegaard o Conor Cruise O’Brien,
parecen decir,
echaría el cerrojo y te metería un poco de lógica a la cabeza.

Otros comentarios son más improvisados, despectivos –

“Absurdo.” “¡Por favor!” “¡Bah!” –
ese tipo de cosas.
Recuerdo una vez en que interrumpí mi lectura
–mi pulgar como separador–
para imaginar cómo sería la persona
que escribió “No seas ñoño”
al lado de un párrafo de La vida de Emily Dickinson.

Los estudiantes son más modestos,

sólo necesitan dejar su huella
en las orillas de la página.
Uno garabatea “Metáfora” junto a una stanza de Eliot.
Otro advierte la presencia de “Ironía”
cincuenta veces junto a los párrafos de Una modesta propuesta de Swift.

O algunos son fans que festejan desde las graderías vacías

con las manos entornadas alrededor de la boca.
“Por supuesto,” exclaman
a Duns Scotus y James Baldwin.
“Claro. ” “En el blanco.” “¡Mi chamán!”
Palomeos, asteriscos, y signos de exclamación
llueven a lo largo de los márgenes.

Y si tú te las has arreglado para graduarte de la universidad

sin haber tenido que escribir “Hombre versus Naturaleza”
en un margen, quizás ahora
sea el momento de dar un paso adelante.

Todos, alguna vez, nos hemos apropiado de ese blanco perímetro

y levantado por una pluma, así sea solamente para demostrar
que no holgazaneamos en un sillón pasando páginas;
imprimimos un pensamiento en los costados,
dejamos una impresión en los bordes.

Hasta los monjes irlandeses en sus frías scriptoria

apuntaron en las márgenes de los Evangelios
concisas digresiones sobre las penas del copista,
el canto de un pájaro junto a la ventana,
o los rayos de sol que iluminaban sus páginas–
hombres anónimos montados hacia el futuro
en veleros más perdurables que ellos mismos.

Y tú no has leído a Joshua Reynolds,

sostienen, hasta que lo hayas leído
coronado con la implacable apostilla de Blake.

Pero la que con más frecuencia recuerdo,

y de mí se suspende como un medallón,
estaba escrito en una copia de El guardián entre el centeno
que saqué de la biblioteca local
un lento, caluroso verano.
Empezaba apenas la preparatoria entonces,
y leía libros en el sofá de la sala de mis padres,
y apenas puedo decirte
cuan vastamente mi soledad se ahondó,
cuan pleno e inmenso el mundo me pareció,
cuando encontré en una página
lo que parecía eran manchas de grasa
y a su lado, escrito suavemente a lápiz
–por una hermosa chica, lo puedo jurar–
“Perdón por las manchas de ensalada, es que estoy enamorada.”

(Versión de Alberto García Ruvalcaba)

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Marginalia
Sometimes the notes are ferocious,

skirmishes against the author
raging along the borders of every page
in tiny black script.
If I could just get my hands on you,
…Kierkegaard, or Conor Cruise O’Brien,
they seem to say,
I would bolt the door and beat some logic into your head.

Other comments are more offhand, dismissive –

“Nonsense.” “Please!” “HA!!” –
that kind of thing.
I remember once looking up from my reading,
my thumb as a bookmark,
trying to imagine what the person must look like
why wrote “Don’t be a ninny”
alongside a paragraph in The Life of Emily Dickinson.

Students are more modest

needing to leave only their splayed footprints
along the shore of the page.
One scrawls “Metaphor” next to a stanza of Eliot’s.
Another notes the presence of “Irony”
fifty times outside the paragraphs of A Modest Proposal.

Or they are fans who cheer from the empty bleachers,

Hands cupped around their mouths.
“Absolutely,” they shout
to Duns Scotus and James Baldwin.
“Yes.” “Bull’s-eye.” My man!”
Check marks, asterisks, and exclamation points
rain down along the sidelines.

And if you have manage to graduate from college

without ever having written “Man vs. Nature”
in a margin, perhaps now
is the time to take one step forward.

We have all seized the white perimeter as our own

and reached for a pen if only to show
we did not just laze in an armchair turning pages;
we pressed a thought into the wayside,
planted an impression along the verge.

Even Irish monks in their cold scriptoria

jotted along the borders of the Gospels
brief asides about the pains of copying,
a bird signing near their window,
or the sunlight that illuminated their page-
anonymous men catching a ride into the future
on a vessel more lasting than themselves.

And you have not read Joshua Reynolds,

they say, until you have read him
enwreathed with Blake’s furious scribbling.

Yet the one I think of most often,

the one that dangles from me like a locket,
was written in the copy of Catcher in the Rye
I borrowed from the local library
one slow, hot summer.
I was just beginning high school then,
reading books on a davenport in my parents’ living room,
and I cannot tell you
how vastly my loneliness was deepened,
how poignant and amplified the world before me seemed,
when I found on one page

A few greasy looking smears
and next to them, written in soft pencil-
by a beautiful girl, I could tell,
whom I would never meet-
“Pardon the egg salad stains, but I’m in love.”


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Marginalia realizada por M. Proust en  "En busca del Tiempo Perdido".










Marginalia de Sir Isaac Newton.


FUENTE: