"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

viernes, 2 de octubre de 2015

LA ATLÁNTIDA, EN LOS TEXTOS DE PLATÓN.




"La historia de la Atlántida es la clave de la mitología griega. No cabe la menor duda de que aquellos dioses griegos eran seres humanos. La tendencia a asignar atributos divinos a los grandes gobernantes terrenales está muy implantada en la naturaleza humana."

Ignatius Donnelly.  Atlantis.



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Nos cuenta el escritor y místico canadiense Manly Palmer Hall, en su obra Las Enseñanzas Secretas de todos los Tiempos (1928) -obra que el autor dedicó "al alma racional del mundo"- el discurso que dio en 1912 el geólogo francés Pierre Termier, dentro de un ciclo de Conferencias sobre la hipótesis de la Atlántida, en el Instituto Oceanográfico de París. Según M. P. Hall, la conferencia fue memorable. Éstas fueron las palabras del geólogo P. Termier:


"Tras un período prolongado de desdeñosa indiferencia, en los últimos años se observa que la ciencia vuelve a estudiar la Atlántida. Cuántos naturalistas, geólogos, zoólogos o botánicos se preguntan hoy los unos a los otros si Platón no nos habrá transmitido, ligeramente ampliada, una página de la historia real de la humanidad. Todavía no estamos en condiciones de hacer ninguna afirmación, aunque cada vez parece más evidente que una región inmensa, continental o compuesta por grandes islas, se ha hundido al oeste de las columnas de Hércules, también llamadas "el estrecho de Gibraltar", y que no hace tanto que se produjo dicho derrumbe. En cualquier caso, se vuelve a plantear a los hombres de ciencias la cuestión de la Atlántida y, puesto que considero que no se podrá resolver jamás sin la colaboración de la oceanografía, me ha parecido natural tratarla aquí, en este templo de la ciencia marítima, y dirigir hacia este problema -despreciado durante mucho tiempo, pero que ahora se reactiva- la atención de los oceanógrafos, así como también la de aquellos que, a pesar de estar inmersos en el tumulto de las ciudades, no hacen oídos sordos al murmullo lejano del mar".



La Atlántida fue destruida por cataclismos volcánicos, sobre el año 9600 a.C.  Platón la describe extensamente en el Critias -obra inacabada- y también en el Timeo, donde es Solón quien habla acerca de los últimos días de la Atlántida y  de cómo "la isla desapareció y se hundió bajo las aguas". Se dice que había tal cantidad de barro a poca profundidad, debido al hundimiento de la isla, que hizo que el camino se volviese intransitable e impenetrable.










Manuscrito medieval de la traducción latina del Timeo de Platón a partir de Calcidio.












Mapa de Athanasius Kircher mostrando una supuesta ubicación de la Atlántida. (Mundus Subterraneus, 1669)


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LA ATLÁNTIDA, EN EL "TIMEO":




"(...) Nuestros libros refieren cómo Atenas destruyó un poderoso ejército, que, partiendo del Océano Atlántico, invadió insolentemente la Europa y el Asia. Entonces se podia atravesar este Océano. Habia, en efecto, una isla, situada frente al estrecho, que en vuestra lengua llamáis las columnas de Hércules. Esta isla era más grande que la Libia y el Asia reunidas; los navegantes pasaban desde alli á las otras islas, y de estas al continente, que baña este mar, verdaderamente digno de este nombre. Porque lo que está más acá del estrecho de que hablamos, se parece á un puerto , cuya entrada es estrecha, mientras que lo demás es un verdadero mar, y la tierra que le rodea un verdadero continente. Ahora bien en esta isla Atlántida los reyes hablan creado un grande y maravilloso poder, que dominaba en la isla entera, asi como sobre otras muchas islas y hasta en muchas partes del continente. Además en nuestros países, más acá del estrecho, ellos eran dueños de la Libia hasta el Egipto, y en la Europa hasta la Tirrenia. Pues bien; este vasto poder, reuniendo todas sus fuerzas, intentó un dia someter de un solo arranque nuestro país y el vuestro. y todos los pueblos situados de este lado del estrecho. En tal coyuntura. Solón, fué cuando vuestra ciudad hizo brillar, á la faz del mundo entero, su valor y su poder. Ella superaba á todos los pueblos veóinos en magnanimidad y en habilidad en las artes de la guerra; y.primero á la cabeza de los griegos, y despue's sola por la defección de sus aliados, arrostró los mayores peligros, triunfó de los invasores, levantó trofeos, preservó de la esclavitud á los pueblos, que aún no estaban sometidos, y con respecto á los situados, como nosotros, más acá de las columnas de Hercules, á todos los devolvió su libertad. Pero en los tiempos, que siguieron á estos, grandes temblores de tierra dieron lugar á inundaciones; y en un solo dia, en una sola fatal noche, la tierra se tragó á todos vuestros guerreros, la isla Atlántida desapareció entre las aguas, y por esta razón hoy no se puede aún recorrer ni explorar este mar, porque se opone á su navegación un insuperable obstáculo, una cantidad de fango, que la isla ha depositado en el momento de hundirse en el abismo.» 



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LA ATLÁNTIDA, EN EL "CRITIAS".


 "(...) los dioses echaron suertes sobre las diferentes partes de la tierra; que los unos obtuvieron un territorio grande, otros uno pequeño, y que todos establecieron templos y sacrificios. Neptuno, á quien correspondió la Atlántida, colocó en una parte de esta isla los hijos que habia tenido de una mortal. Esta parte era una llanura situada no lejos del mar, hacia el medio de la isla, la más bella, según se dice, y la más fértil de las llanuras. A cincuenta estadios poco más ó menos de esta llanura, también en medio de la isla, habia una montaña muy poco elevada. Allí habitaba uno de estos hombres, que en el origen de las cosas nacieron de la tierra, Evenor, con su mujer Leucipa. Estos engendraron una sola hija, llamada"Clito, que era nubil, cuando murieron sus padres; y con la que se casó Neptuno, que se enamoró de ella. La colina (1), donde vivía Clito, fué (1) Es decir, la montaña poco elevada, de que acaba de hablarse.  fortificada por Neptuno, que la aisló de todo lo que la circundaba. Hizo muros y fosos con tierra y agua del mar alternativamente, unos más pequeños, otros más grandes, dos de tierra y tres de agua, ocupando el centro de la isla, de manera que todas sus partes se encontraran á igual distancia del mismo. La hizo por lo tanto inaccesible, porque entonces nó se conocian ni las naves ni el arte de conducirlas. Como era un dios, le fué fácil ordenar y embellecer esta nueva isla, formada en medio de la otra, haciendo que salieran del suelo dos manantiales, uno caliente y otro frió; y que produjera la tierra alimentos variados y abundantes. Tuvo sucesivamente de Clito cinco parejas de hijos, todos varones y mellizos, y los educó. Dividió toda la isla Atlántida en diez partes;- dio al hijo mayor de los primeros gemelos la estancia de su madre con toda la campiña circundante, que era la más vasta y la más rica de toda la isla, y le hizo rey de todos sus hermanos. Entre estos eligió jefes, y dio á cada uno de ellos el gobierno sobre un crecido número de hombres y una gran extensión de territorio. Todos ellos recibieron un nombre. El hijo mayor, el rey, de quien la isla y este mar, llamado Atlántico, han tomado su nombre, por haber sido el primero que reinó en ella, fué llamado Atlas. A su hermano gemelo le tocó la extremidad de la isla, hacia las columnas de Hércules, la parte del país que se llama Gadirica, que se llamó en griego Enmeles y en la lengua indígena Gadir, donde tiene su origen el nombre de este país. Los hijos de la segunda pareja se llamaron Aniferes y Euemon; los terceros, Mneseo, el mayor, y el otro Autóctono; los cuartos, Elasipo el primero y el segundo Mestor; y en fin, los quintos Azaes y Diaprepes. Estos hijos de Neptuno y sus descendientes habitaron en este país durante muchas generaciones; sometieron en estos mares otras muchas islas, y extendieron su dominación más allá, según hemos dicho, hasta el Egipto y la Tirrenia. La posteridad de Atlas continuó siendo siempre muy respetada; el mayor en edad era el rey y trasmitía su autoridad al mayor de sus hijos, de suerte que conservaron el reinado en su familia durante largos años. Era tal la inmensidad de riquezas, de que eran poseedores, que ninguna familia real ha poseído ni poseerá jamás una cosa semejante. Todo lo que la ciudad y los otros países podian suministrar, todo lo tenían ellos á su disposición. Gracias á su poder, eran importadas muchas cosas en la isla, si bien producía ésta las que son necesarias á la vida, y por lo pronto los metales, ya fueran sólidos ó fusibles, y hasta aquel del cual sólo conocemos el nombre, pero que en la isla existia realmente, extrayéndose de mil parajes de la misma, el oricalco{\), que era entonces el más precioso de los metales después del oro. La isla suministraba en abundancia todos los materiales de que tienen necesidad las artes, y mantenía un gran número de animales salvajes y domesticados, y se encontraban entre ellos muchos elefantes. Todos los animales tenían pasto abundante, lo mismo los que vivían en los pantanos, en los lagos y en los rios, como los que habitaban las montañas y llanuras, y lo mismo el elefante que los otros, á pesar de su magnitud y de su voracidad. Además de esto, todos los perfumes que la tierra produce hoy, en cualquier lugar que sea, raíces, yerbas, plantas, jugos destilados por las flores ó los frutos, se producían y criaban en la isla. Asimismo los frutos blandos (2) y los duros (3), de que nos servimos para nuestro alimento; todos aquellos con que condimentamos las viandas y que generalmente llamamos legumbres; todos estos frutos leñosos (1) Hidrocarbonato de cobre y de zinc, conocido por los antiguos con el nombre de oricalco. Es verdoso, amorfo, granujiento, poco trasparente y poco duro. (2) La vid. (Cousin.) (3) El trigo. (Gousin.) Platón, Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, tomo 6, Madrid 1872 282 que nos suministran á la vez brebajes, alimentos y perfumes (1); todos esos frutos de corteza con que juegan los niños y que son tan difíciles de conservar (2); y todos los frutos sabrosos que nos servimos á los postres para despertar el apetito cuando el estómag-o está saciado y fatigado; todos estos divinos y admirables tesoros se producían en cantidad infinita en esta isla, que florecia entonces en algún punto á la luz del sol. Utilizando, pues, todas estas riquezas de su suelo, los habitantes construyeron templos, palacios, puertos, dársenas para las naves, y embellecieron toda la isla en la forma siguiente: Comenzaron por echar puentes sobre los fosos circulares , que llenaba la mar, y que rodeaban la antigua metrópoli, poniendo así en comunicación la estancia real con el resto de la isla. Muy al principio construyeron este palacio en el punto mismo donde habian habitado el dios y sus antepasados. Los reyes, al trasmitírselo, no cesaron de añadir nuevos embellecimientos á los antiguos, haciendo cada cual los mayores esfuerzos para dejar muy atrás á sus predecesores; de suerte que no se podía, sin llenarse de admiración, contemplar tanta grandeza y belleza tanta. A partir desde el mar abrieron un canal de tres arpentos de ancho, de cien pies de profundidad y de una extensión de cincuenta estadios, que iba á parar al recinto exterior; hicieron de suerte que las embarcaciones que viniesen del mar pudiesen entrar allí como en un puerto, disponiendo la embocadura de modo que las más grandes naves pudiesen entrar sin dificultad. En los cercos de tierra , que separaban los cercos de mar, al lado de los puentes, abrieron zanjas bastante anchas, para dar paso á una trireme: y como de cada lado de estas zanjas los (1) ¿Serán los frutos del coco? (Cousin.) (2) Las nueces, al parecer.  diques se levantaban á bastante altura por cima del mar, unieron sus bordes con techumbre, de suerte que las naves las atravesaban á cubierto. El mayor cerco, el que comunicaba directamente con el mar, tenia de ancho tres estadios, y el de tierra contiguo tenia las mismas dimensiones. De los dos cercos siguientes, el del mar tenia dos estadios de ancho, y el de tierra-tenia las mismas dimensiones que el precedente. En fin, el que rodeaba inmediatamente la isla interior, tenia de ancho un estadio solamente. En cuanto á la isla interior misma, donde se ostentaba el palacio de los reyes, su diámetro era de cinco estadios. El ámbito de esta isla, los recintos y el puerto de los tres arpentos de ancho, todo estaba revestido enderredor con un muro de piedra. Construyeron torres y puertas á la cabeza de los puentes y á la entrada de las bóvedas, por donde pasaba el mar. Para llevar á cabo todas estas diversas obras, arrancaron alrededor de la isla interior y en cada lado de las murallas, piedras blancas, negras y encarnadas. Arrancando así aquí y allá, abrieron en el interior de la isla dos receptáculos profundos, que tenían la misma roca por techo. De estas construcciones, unaseran sencillas; otras, formadas de muchas especies de piedras y agradables á la vista, tenían todo el buen aspecto de que eran naturalmente capaces. Cubrieron de bronce, á manera de barniz, el muro del cerco exterior en toda su extensión; de estaño, el segundo recinto;-y la Acrópolis misma, de oricalco, que relumbraba como el fuego. En fin, ved cómo construyeron el palacio de los reyes en el interior de la Acrópolis. En medio se levantaba el templo consagrado á Clíto y á Neptuno, lugar imponente, rodeado de un muro de oro, donde en otro tiempo habían ellos engendrado y dado á luz los diez jefes de las dinastías reales. A este sitio concurrian todos los años de las diez provincias del imperio á ofrecer á estas dos divinidades las primicias de los frutos de la tierra. Él templo sólo tenia un estadio de long-itud, tres arpentos de anchura, y una altura proporcionada; en su aspecto habia un no sé qué de bárbaro. Todo el exterior, estaba revestido de plata, fuera de los extremos, que eran de oro. Por dentro, la bóveda, que era toda de marfil, estaba adornada de oro, iplatajoncalco. Los muros, las columnas, los pavimentos. estaban revestidos de marfil. Se veian estatuas de oro, siendo de notar la del dios (1), de pié sobre su carro, conduciendo seis corceles alados, tan alto, que su cabeza tocaba á la bóveda del templo, y rodeado de cien nereidas sentadas sobre delfines. Se creia entonces, que tal era el número de estas divinidades. A esto se agreg-aban un g-ran número de estatuas, que eran ofrendas hechas por particulares. Alrededor del templo, en la parte exterior, estaban colocadas las estatuas de oro de todas las reinas y de todos los reyes descendientes de los diez hijos de Neptuno, así como otras mil ofrendas de reyes y de particulares, ya de la ciudad, ya de países extranjeros, reducidos á la obediencia. Por su grandeza y por su trabajo, el altar estaba en armonía con estas maravillas; y el palacio de los reyes era tal cual convenia á la extensión del imperio y á los ornamentos del templo. Dos fuentes, una caliente, otra fria, abundantes é inagotables, gracias á la suavidad y á la virtud de sus aguas satisfacían admirablemente todas las necesidades; en las cercanías de las casas se encontraban árboles, qué mantenían la frescura; depósitos de agua á cielo abierto, y otros cubiertos con su techumbre para tomar baños calientes en invierno, aquí los délos reyes, allí los de los particulares, en otra parte los de las mujeres; y otros, en fin, destinados á caballos y en general á las bestias de carga, adornados todos y decorados según su destino. El agua, que salía de aquí, iba á regar el bosque de (1) Neptuno.  Neptuno, donde árboles de una magnitud y de una belleza en cierta manera divina se • ostentaban sobre un terreno fértil y vegetal; y pasaba después á los cercos exteriores por acueductos abiertos en la dirección de los puentes. Numerosos templos, consagrados á varias divinidades; muchos jardines; gimnasios para los hombres; hipódromos para los caballos; todo esto habia sido construido en cada uno de los cercos ó murallas (1) que formaban como islas. Era de notar, sobre todo en el centro de la mayor de éstas islas, un hipódromo de un estadio de largo, que en su longitud abrazaba toda la vuelta de laisla, y donde se presentaba vasto campo para la carrera de los caballos y para la lucha. A derecha "é izquierda habia cuarteles destinados á la mayor parte de la gente armada; las tropas, que inspiraban más confianza, se alojaban en la más pequeña de las murallas, que era también la más próxima ala Acrópolis; y en fin, la tropa de más confianza vivia en la Acrópolis misma cerca de los reyes. Las dársenas para las naves estaban llenas de triremes y de todos los aparatos que reclaman estas embarcaciones; y estaba todo, en perfecto orden. Hé aquí cómo estaba dispuesto todo alrededor del palacio de los reyes. Más allá, y á la parte exterior de los tres puertos, un muro circular comenzaba en el mar, seguía el curso del mayor cerco y del mayor puerto á una distancia de cincuenta estadios, y volvía al mismo punto, para formar la embocadura del canal situado hacia el mar. Multitud de habitaciones, próximas las unas á las otras, llenaban este intervalo ; el canal y el puerto rebosaban de embarcaciones y mercaderes, que llegaban de todas las partes del mundo, y de esta muchedumbre nacía dia y noche un ruido de voces y un tumulto continuos. Creo haber referido fielmente en este momento lo que cuenta la tradición sobre esta ciudad, antigua estancia de (1) De tierra, separados por cercos de agua ó fosos. los reyes. Ahora necesito exponer lo que la naturaleza hizo en el resto de este país, y las bellezas que le añadió el arte. Por lo pronto, se dice que el suelo estaba muy elevado sobre el nivel del mar, y las orillas de la isla cortadas á pico; que alrededor da la ciudad se extendia una llanura que la rodeaba, y que esta misma estaba rodeada de montañas, que se prolongaban hasta el mar; que esta llanura era plana y uniforme y prolongada, y que tenia de un lado tres mil estadios, y del mar al centro más de dos mil. Esta parte de la isla miraba al Mediodía, y no tenia nada que temer de los vientos del Norte. Eran objeto de alabanza las montañas que formaban" como una cintura, y excedían en número, en grandor y en belleza á todas las que se conocen hoy dia. Abrazaban ricas y populosas poblaciones, rios, lagos, praderías, donde los animales salvajes y domesticados encontraban un abundante alimento , así como encerraban numerosos y vastos bosques, donde las artes encontraban materiales de toda especie para obras de todas clases. Tal era esta llanura, gracias á los beneficios de la naturaleza y á los trabajos de gran nilmero de reyes durante un largo trascurso de tiempo. Tenia la forma de un cuadrilongo recto y prolongado, y si faltaban estas condiciones en algún punto, esta irregularidad habia sido corregida al,trazar el foso que la rodeaba. En cuanto á la profundidad, anchura y longitud de este foso es difícil creer lo que se cuenta, cuando se trata de un trabajo hecho por la mano del hombre, y si se compara con las demás obras del mismo género; sin embargo, es preciso que os repita lo que he oido decir. Estaba abierto hasta la profundidad de un arpento; tenia de ancho un estadio, rodeaba toda la llanura, y no tenia de largo menos de diez mil estadios. Recibia todos los cauces de agua, que se precipitaban de las montañas, rodeaba la llanura, tocaba  en la ciudad por sus dos extremidades, y de allí iba á desembocar en el mar. Del borde superior de este foso, partían otros d6 cien pies de ancho, que cortaban la llanura en línea recta y volvían al mismo foso, al aproximarse al mar;,estos fosos particulares distaban entre sí cien estadios. Para trasportar por agua las maderas de las montañas y los diversos productos de cada estación á la ciudad, hicieron que los fosos comunicaran entre sí y con la ciudad misma por medio de canales abiertos trasversalmente. Notad que la tierra daba dos cosechas por año, porque era regada en invierno por las lluvias de Júpiter, y en verano era fecundada por el agua de los estanques. El número de soldados, con que debían contribuir los habitantes de la llanura que estuvieran en estado de llevar las armas, se había fijado de esta manera. Cada división territorial, debía elegir un jefe. Cada división tenia una extensión de cien estadios, y había sesenta mil de estas divisiones. En cuanto á los habitantes de las monta- ñas y de las otras partes del país, la tradición cuenta que eran infinitos en número; fueron distribuidos, según las localidades y las poblaciones, en divisiones semejantes, cada una de las que tenia un jefe. El jefe debía suministrar, en tiempo de lucha la sexta parte de un carro de guerra, de manera que se reunieran diez mil; dos caballos con sus jinetes, un tiro de caballos, sin carro; un combatiente armado con un pequeño broquel; un jinete para conducir dos caballos; infantes pesadamente armados, arqueros, honderos, dos de cada especie; soldados armados á la ligera ó con piedras ó cqp azagayas, tres de cada especie; cuatro marinos para maniobrar en una nota compuesta de mil doscientas naves. Tal era la organización de las fuerzas militares en la ciudad real. Respecto á las otras nueve provincias, cada una tenía la suya, y nos extenderíamos demasiado, si habláramos de ello. En cuanto al gobierno y á la autoridad, hé aquí el órden que se estableció desde el principio. Cada uno de los diez reyes tenia en la provincia, que le habia correspondido y en la ciudad en que residía, todo el poder sobre los hombres y sobre la mayor parte de las leyes, imponiendo penas y la muerte á su capricho. En cuanto al gobierno general y á las relaciones de los reyes entre sí, las órdenes de Neptuno eran su regla. Estas órdenes les hablan sido trasmitidas en la ley soberana ; los primeros de ellos las hablan gravado en una columna de oricalco, levantada en medio de la isla en el templo de Neptuno. Los diez reyes se reunían sucesivamente el quinto año y el sexto, alternando los números par é impar. En estas asambleas-discutían los intereses públicos, averiguaban si se habia cometido alguna infracción legal, y daban sus resoluciones. Cuando tenian que dictar un fallo, ved como se aseguraban de su fe recíproca. Después de dejar en libertad algunos toros en el templo de Neptuno, los diez reyes quedaban solos y suplicaban al dios, que escogiera la víctima que fuese de su agrado, y comenzaban á perseguirlos sin otras armas que palos y cuerdas. Luego que cogian un toro, le conducían á la columna y le degollaban sobre ella en la forma prescrita. Además de las leyes estaba inscripto en esta columna un juramento terrible é imprecaciones contra el que las violase. Verificado el sacrificio y consagrados los •miembros del toro según las leyes, los reyes derramaban gota á gota la sangre de lasVÍctima en una copa, arrojaban lo demás en el fuego, y purificaban la columna. Sacando en seguida sangre de la copa con un vaso de oro, y derramando una parte de su contenido en las llamas, juraban juzgar según las leyes escritas en la columna, castigar á quien las hubiere infringido, hacerlas observar en lo sucesivo con todo su poder, y no gobernar ellos mismos ni obedecer al que no gobernase en conformidad con las leyes de su padre. Después de haber pronunciado  estas promesas y juramentos por si y por sus descendientes ; después de haber bebido lo que quedaba en los vasos y haberlos depositado en el templo del dios, se preparaban para el banquete y otras ceremonias necesarias. Llegada la sombra de la noche y extinguido el fuego del sacrificio, después de vestirse con trajes azulados y muy preciosos, y de haberse sentado en tierra al pié de los últimos restos del sacrificio, cuando el fuego estaba extinguido en todos los puntos del templo, dictaban sus juicios ó eran ellos juzgados, si alguno habia sido acusado de haber violado las leyes. Dictados estos juicios, los inscribían, al volver de nuevo el dia, sobre una tabla de oro, y la colgaban con los trajes en los muros del templo, para que fueran como recuerdos y advertencias. Además habia numerosas leyes particulares relativas á las atribuciones de cada uno de los reyes. Las principales eran: no hacerse la guerra los unos á los otros; prestarse recíproco apoyo en el caso de que alguno de ellos intentase arrojar á una de las razas reales de sus Estados ; deliberar en común, á ejemplo de sus antepasados, sobre la guerra y los demás negocios importantes, dejando el mando supremo á la raza de Atlas. El rey (1) no podia condenar á muerte á ninguno de sus parientes (2), sin el consentimiento de la mayoría absoluta de les reyes. Tal era el poder, el formidable poder, que en otro tiempo se creó en este país, y que la divinidad. según la tradición , volvió contra el nuestro por la razón siguiente. Durante muchas generaciones, mientras se conservó en ellas algo de la naturaleza del dios á que delbian su orí- (1) Es decir, el que tenia el mando supremo, el rey de los reyes. (2) Es decir, los otro nueve reyes. TOMO VI. 19 -  g-en, los habitantes de la Atlántida obedecieron las leyes que hablan recibido y respetaron el principio divino, que era común á todos. Sus pensamientos eran conformes á la verdad y de todo punto generosos; se mostraban llenos de moderación y de sabiduría en todas las eventualidades, como igualmente en sus mutuas relaciones. Por esta razón, mirando con desden todo lo que no es la virtud, hacían poco aprecio de los bienes presentes, y consideraban naturalmente como una carga el oro, las riquezas y las ventajas de la fortuna. Lejos de dejarse embriagar por los placeres, de abdicar el gobierno de .sí mismos en manos de la fortuna, y de hacerse juguete de las pasiones y del error, sabían perfectamente que todos los demás bienes acrecen cuando están de acuerdo con la virtud; y que, por el contrario, cuando se los busca con demasiado celo y ardor perecen, y la virtud con ellos. Mientras los habitantes de la Atlántida razonaban de esta manera, y conservaron la naturaleza divina de que eran participes, todo les salía á satisfacción, como ya hemos dicho. Pero cuando la esencia divina se fué aminorando por la mezcla continua con la naturaleza mortal; cuando la humanidad la superó en mucho; entonces, impotentes para soportar la prosperidad presente, degeneraron. Los que saben penetrar las cosas, comprendieron que se habían hecho malos y que habían perdido los más preciosos de todos los bienes; y los que no eran capaces de ver lo que constituye verdaderamente la vida dichosa, creyeron que habían llegado á la cima de la virtud y de la felicidad , cuando estaban dominados por una loca pasión, la de aumentar sus riquezas y su poder. Entonces fué cuando el dios de los dioses, Júpiter, que gobierna según las leyes de la justicia y cuya mirada distingue por todas partes el bien del mal, notando la depravación de un pueblo antes tan generoso, y queriendo castigarle para atraerle á la virtud y á la sabidu ría, reunió todos los dioses en la parte más brillante de las estancias celestes, en el centro del universo, desde donde se contempla todo lo que participa de la generación , y teniéndolos así reunidos, les habló de esta manera...........".



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FUENTES:


PLATÓN:  Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, Madrid, 1872. 

-PALMER HALL, MANLY: "LAS ENSEÑANZAS SECRETAS DE TODOS LOS TIEMPOS". Ediciones Martínez Roca, 2011.

http://www.filosofia.org/cla/pla/img/azf06267.pdf

https://es.wikipedia.org/wiki/Atl%C3%A1ntida