Seguí hablando con mi amada: yo le preguntaba y ella contestaba. Que esté o no presente esa persona, que siga viva o no, en cierto modo, carece de importancia. El amor trasciende la persona física del ser amado y halla su sentido más profundo en el ser espiritual, el yo íntimo. Ignoraba si mi mujer vivía y no tenía medios para averiguarlo, pero en aquel momento esa cuestión había dejado de inquietarme.
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La intensificación de la vida interior protegía al prisionero del vacío, la desolación y la pobreza espiritual, devolviendo a su vida anterior. Al dejar libre la imaginación, esta se solazaba en hechos del pasado.
A veces, sucedía que, en pleno trabajo, un prisionero atraía la atención de su compañero señalándole un resplandeciente crepúsculo...Salir a contemplar una maravillosa puesta de sol. ¡Qué hermoso podría ser el mundo!.
Mientras trabajaba, mi imaginación hablaba con mi mujer (...). En una violenta protesta contra lo inexorable de la muerte inminente, sentí que mi espíritu atravesaba todo el gris circundante, que trascendía ese mundo desesperado, y en algún lugar oí un victorioso "sí" en respuesta a mi pregunta sobre si finalmente la vida tenía sentido.
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El humor es otra de las armas del alma en su lucha por la supervivencia. Es sabido que el humor, más que cualquier otra cosa en la existencia humana, proporciona el distanciamiento necesario para sobreponerse a quialquier situación, aunque sea un instante.
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Si el prisionero no luchaba por mantener sus principios, terminaba por perder la conciencia de su individualidad -un ser con mente propia, con voluntad e integridad personal- : la vida descendía al nivel animal. Los prisioneros eran conducidos como si fueran ganado (...). Igual que las ovejas medrosas se agolpan en el centro del rebaño, también nosotros buscábamos el centro de las formaciones; allí se recibían menos golpes de los guardias (...).Y a la vez ir en el centro nos protegía del frío y del viento (...). Era la ley del instinto de conservación del Lager: no llamar la atención. Hacíamos lo imposible para no llamar la atención de las SS.
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Los supervivientes de los campos aún recordamos a los hombres que iban a los barracones a consolar a los demás, ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Esos pocos son una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la libertad humana -la libre elección de la acción personal ante las circunstancias- para elegir el propio camino.
(...) Cada hombre puede decidir quién quiere ser -espiritual y mentalmente- y conservar su dignidad humana. Dostoyevski escribió: "Solo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos".
(...)Precisamente esa libertad interior, que nadie puede arrebatar, confiere a la vida intención y sentido.
Si hay un sentido en la vida, entonces debe haber un sentido en el sufrimiento. El sufrimiento es parte sustancial de la vida, como el destino y la muerte. Sin ellos, la existencia quedaría incompleta.
(...) Todo este sufrimiento, todas esas muertes, ¿tienen un sentido? De no ser así, tampoco tendría sentido sobrevivir a la estancia en el Lager.
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La libertad interior puede elevar al hombre por encima de un destino adverso. Cualquier hombre, a lo largo de su vida, se verá enfrentado a su destino y tendrá la oportunidad de convertir un puro estado de sufrimiento en una hazaña interior. Piénsese en los enfermos, en especial en los incurables.
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La observación psicológica de los prisioneros ha demostrado que el que sucumbía a las influencias degradantes del Lager era quien ya previamente se había abandonado en el nivel espiritual y humano, quien ya no poseía amparo moral. Y ¿qué podría constituir ese amparo interior?
(...) El hombre que se dejaba vencer por la ausencia de futuro ocupaba su mente con pensamientos retrospectivos. Es la tendencia a refugiarse en el pasado para apaciguar el horror del presente haciéndolo menos real.
(...) Muchas veces, las circunstancias excepcionalmente adversas otorgan al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo (...) Aquellos que preferían cerrar los ojos y refugiarse en el pasado, para esas personas, la vida perdía todo su sentido.
(...)El desafío de elegir qué hacer de la vida en el Lager: convertir esa tremenda experiencia en una victoria, transformarla en un triunfo interior, o bien desdeñar la experiencia y limitarse a vegetar, como hicieron casi todos los prisioneros.
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El prisionero que perdía la fe en el futuro -en su futuro- estaba condenado. Con la quiebra de la esperanza faltaba, asimismo, la fuerza del asidero espiritual; se abandonaba y decaía y se convertía en un sujeto aniquilado, física y mentalmente.
(...) Quienes conocen la estrecha relación entre el estado de ánimo de una persona -su valor y su esperanza, o la falta de ambos- y la capacidad de su sistema inmunológico comprenderán que la pérdida repentina de esperanza puede desencadenar un desenlace mortal (...) El cuerpo sucumbe a la enfermedad.
(...) Cualquier intento por restablecer la fortaleza interior de los reclusos bajo las dramáticas condiciones de un campo de concentración requería, en primer lugar, proponerles un objetivo que diera sentido a su vida. Las palabras de Nietzsche "quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo" podrían ser la motivación de todos los esfuerzos psicohigiénicos y psicoterapéuticos de los prisioneros. Era preciso infundir un porqué -un objetivo- a su vida, con el fin de fortalecerlos para soportar el terrible cómo de su existencia. Pobre del que no percibiera ya ningún sentido en su vida, ninguna meta, y por tanto, ninguna finalidad para seguir viviendo: ese estaba perdido.
(...) Lo que se necesita urgentemente en tal situación es un cambio radical de nuestra actitud frente a la vida. En realidad no importa lo que esperamos de la vida, sino que importa lo que la vida espera de nosotros (...) Vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a las cuestiones que la vida plantea, cumpliendo la obligación que nos asigna.
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Un hombre que se vuelve consciente de su responsabilidad ante quien lo aguarda con todo su corazón, o ante una obra por terminar, nunca será capaz de tirar su vida por la borda.
(...) Posiblemente, la verdadera razón de su muerte era la pérdida de esperanza.
(...) Nuestras vivencias en el campo podrían resultar aprovechosas en el futuro...Y cité a Nietzsche: "Todo lo que no me destruye me hace más fuerte".
(...)La vida humana nunca, bajo ninguna circunstancia, deja de tener sentido, y este sentido infinito de la vida incluye también el sufrimiento y la agonía, las privaciones y la muerte.
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(...) Hay dos razas de hombres en el mundo, solo dos: la de los hombres decentes y la de los indecentes. Ambas se mezclan en todas partes y en todas las capas sociales.
(...) la historia nos brindó la oportunidad de conocer la naturaleza humana quizá como ninguna otra generación. ¿Qué es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es quien ha inventado las cámaras de gas, pero también el que ha entrado en ellas con paso firme, musitando una oración.
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Las reacciones del prisionero después de su liberación (...) Habíamos perdido la capacidad de sentir alegría y teníamos que volver a aprenderla lentamente. lo que les sucedía a los prisioneros se denomina en psicología "despersonalización". Todo parecía irreal, improbable, como un sueño.
(...) Así como un buzo -sometido a la presión atmosférica- correría peligro si le quitaran de golpe la escafandra, el hombre repentinamente liberado de una tensión psicológica puede sufrir daños en su salud psíquica.
(...) Otras dos experiencias fundamentales amenzaban con dañar el carácter del hombre liberado: la amargura y el desencanto que sufría al regresar (...) Veía ahora que el sufrimiento no tenía límites, que todavía podía seguir sufriendo, y aún con más intensidad.
(...) Algunos se encontraron con que no los esperaba nadie. ¡Pobre de aquel que no encontró a la persona cuyo recuerdo le infundía valor en el campo!.
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