"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

lunes, 18 de mayo de 2020

A QUIENES NOS ESPERAN, MÁS ALLÁ DE LAS ESTRELLAS

Os espero: No estoy lejos, sólo al otro lado del camino.
San Agustín.

Hemos amado con demasiado fervor a las estrellas para temer a la noche.
Epitafio en la lápida mortuoria de dos astrónomos aficionados.
------------------------------------------






----A MI MADRE----








Betelgeuse, imagen capturada desde el radiotelescopio ALMA.




 Betelgeuse, "el hombro del gigante" Orión, el fiel pastor de anchos hombros representado en el cielo, guardián de las estrellas para los antiguos babilonios, se muere. Y este proceso comenzó en  la época en que el hombre en la tierra era cazador-recolector, es decir, desde hace unos diez mil años, cuando se pasó del Paleolítico al Neolítico. Ha acompañado a la humanidad desde los comienzos. Nació poco antes que el hombre (a escala universal) y ya está a punto de morir. En algún momento entre hoy y los próximos cien mil años, la estrella se consumirá y estallará. Como si se tratase de una flor entre dos abismos. La explosión la convertirá en una hermosa nebulosa, creando átomos de oro y plomo. La amiga de los exploradores habrá llegado al final de su camino.
Los seres humanos, nacidos en definitiva de las estrellas y que de momento estamos habitando ahora un mundo llamado Tierra, hemos iniciado el largo viaje de regreso a casa. Las estrellas, esos soles poderosos a años luz de distancia en la infinitud del cosmos, nos aguardan al final de nuestro viaje. Desde la infinidad de lo muy pequeño hacia la infinidad de lo muy grande, la vida continuará sin nosotros. Estaremos lejos, pero nuestras almas, eternas viajeras, se habrán reencontrado  con aquellos que llegaron antes que nosotros y que, esperantes, sabedores de que, más tarde o más temprano - el tiempo es una ilusión-, al igual que las estrellas, nos consumiremos y nuestro ser pasará a fundirse en la bellísima y fantasmal luminosidad de las nebulosas.


lunes, 24 de febrero de 2020

LA AMISTAD DE LOS SERES NOBLES

Pocas cosas abrigan tanto como la amistad de los seres nobles.
Arturo Pérez Reverte.

Me gustaría empezar diciendo que los padres, los maridos, los hijos, los amantes y los amigos están muy bien. Pero no son perros.
Elizabeth von Arnim.

¡Por el perro!.
Juramento de Sócrates.

A mi me habla usted de soledad, que voy por el tercer perro enterrado.
Benito Pérez Galdós.


Aquí reposan los restos de una criatura que fue bella sin vanidad, fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad, y tuvo todas las virtudes del hombre y ninguno de sus defectos.
Lord Byron. Epitafio para Boatswain.

--------------------------------------------------------------



Volvoreta (2017), retrato de mi perra, realizado por Maria Luisa Recio Campos.





Homero -quizás el poeta más enigmático de todos-, en el canto XVII de su Odisea, nos relata así el momento en que Odiseo (Ulises), tras su regreso a Ítaca y disfrazado de mendigo, acude a la villa acompañado de su criado Eumeo: 


"Mientras ellos seguían charlando de cosas como éstas, levantó la cabeza y orejas un perro allí echado, Argos, can de Odiseo magnánimo, que él hubo criado, mas del cual no gozó, pues partió para Troya sagrada. Con frecuencia los jóvenes, antes, consigo llevábanlo a correr a las cabras monteses, la liebre o el ciervo; y ahora yacía olvidado, en ausencia del amo sobre el fiemo de mulos y bueyes, que junto a la puerta hacinaban hasta que los siervos de Odiseo divino recogíanlo para abonar los anchísimos campos: lleno de garrapatas estaba allí Argos, el perro.
 A Odiseo advirtió el perro en quien hacia él se acercaba y, al mirarlo, moviendo la cola, bajó las orejas, pero ya carecía de fuerzas para ir a su encuentro; y él, al verlo, volvió la cabeza y secóse una lágrima, que logró fácilmente ocultar al porquero, a quien dijo:

 -De admirar es, Eumeo, este perro tumbado en el fiemo. Es de raza excelente, mas no puede verse si ha sido un veloz corredor, a pesar de la estampa que tiene, o si es como esos perros que alguno mantiene en su mesa y conserva lúcidos tan sólo por darse ese lujo.

Y tú entonces, Eumeo, el porquero, así le dijiste:

-Es el perro del héroe que lejos murió de nosotros. Y si tú hubieras visto lo bello y activo que él era, cuando aquí lo dejó, al embarcar para Troya, Odiseo, pronto su ligereza y vigor te dejaran atónito. Fiera que él levantase en lo más intrincado del bosque no podía escapar porque siempre acertaba su rastro. Mas le abruman los males; ha muerto su dueño muy lejos de la patria, y las mozas, dejadas, ya no le cuidan. Porque los servidores, en cuanto no mandan los amos, ya no quieren hacer los trabajos que son de justicia; la mitad del valor que los hombres alcanzan la quita Zeus el longividente ese día en que caen como esclavos.

Así dijo, y entró al punto en la cómoda casa y en seguida en la sala de los pretendientes ilustres. Y una parca de muerte sombría quedóse con Argos, cuando vino nuevamente a Odiseo veinte años más tarde."

Argos, el fiel perro de Odiseo, sí reconoció enseguida a su amo, a pesar de que éste, transformado en mendigo gracias a la diosa Atenea, iba totalmente irreconocible. Sólo un ser de un corazón tan noble como este perro, podía dar un recibimiento así a un amigo tantos años errante. 
No menos fiel a sus amos fue también la perrita (o perrito, el sexo del can varía entre varias ediciones) Kashtanka, otro ser bondadoso y de corazón noble y puro, cuyas andanzas y penurias fueron convertidas en un relato precioso por el escritor y médico ruso Antón P. Chéjov. Kashtanka, de raza indefinida y hocico de raposa, un dia perdió de vista a su amo, un ebanista borrachuzo y mal cuidador, y encontró otro amo que, aunque lo cuidaba mejor que el primero, Kashtanka seguía echando de menos su hogar anterior. Meses después, se reencontró con el ebanista y su hijo y Kashtanka regresó a su hogar, al que no había renunciado en sus sueños. Todo lo ocurrido no era ahora para este pequeño animal sino una pesadilla larga  confusa.
Ejemplos de perros magníficos hay muchísimos más, que sería muy largo de trasladar aquí, pero sí se produjo hace meses  una noticia, relacionada con el inmenso cariño de los perros, que me llamó grandemente la atención: en la ciudad italiana de Pisa, existe un Museo de naves antiguas. Es el más grande del mundo. Le llaman la "Pompeya del mar". Entre los restos de una de estas naves, aparecieron los esqueletos de un marinero y un perro. Juntos. Abrazados.


        Restos de un marinero que naufragó con su perro.

Esta imagen es impresionante. Dos seres abrazados ante la muerte. Un hombre y un perro, pero ambos esqueletos compuestos del mismo material. Dos seres idénticos, en suma, unidos para afrontar la mayor de las adversidades. Esta foto recuerda, por su gran similitud, a la del descubrimiento de los restos de una pareja abrazada, también en Italia, enterrados hace unos seis mil años.Curiosamente, así termina la novela Nuestra Señora de París, de Víctor Hugo, con el descubrimiento de los restos de Esmeralda y Quasimodo abrazados.
Seres nobles, todos ellos. En este mundo repleto de hijos de la gran puta en que estamos inmersos, encontrarte un ser de cuatro patas, con mirada transparente y amorosa, naricilla húmeda y alma de pureza intacta e incorrompible que te abre las puertas de su corazón para siempre y que sabes que no te va a defraudar jamás, es encontrar un tesoro muy escondido: la verdadera amistad. Es a esta amistad, la de los seres nobles, a la que me quiero abrazar.





                        Benito Pérez Galdós, en su casa de Madrid, con uno de sus perros.





                             Jack London, en 1885, a la edad de 9 años, con su perro Rollo.




                                            Anton P. Chéjov, con uno de sus perros salchicha.




                        "Volvoreta". Octubre 2020.

"Callejero". Alberto Cortez.




Fuentes:

-Homero: Odisea. Planeta. Barcelona, 1993.
-De Cascante, Jorge: El gran libro de los perros. Ediciones Blackie Books. Barcelona, 2018. 
-Chéjov, Anton P.: Narraciones. Biblioteca Básica Salvat. Libro RTV 44. Salvat Editores. Madrid, 1970. 


Noelia Rodríguez Padilla.


jueves, 28 de noviembre de 2019

AL FONDO DE MI TUMBA VERÁS EL MAR



Agitada mariposa,
también yo estoy hecho
de un polvo que se desvanece.
Kobayashi Issa (1763-1827).

Todos vamos allá: se agita en la urna
el lote que pronto o tarde nos embarque
con dirección al eterno exilio.
Horacio.

El alma es más antigua que el cuerpo.
Platón. Timeo. 
------------------------------------------------------------




Sea and Sky. 
 J.M.W. Turner (1825-1830).




A mi primo Paco Padilla Ramos, in memoriam.




Dicen que, cuando alguien muere, su ser vuelve a pertenecer a la eternidad, al mismo tiempo que el sello de tristeza -especialmente profundo cuando el que muere es una persona muy joven- imprime en los rostros y en los corazones de quienes le conocieron y amaron una orografía de dolor inequívoca. En nuestra cultura occidental, no estamos preparados para la muerte, a pesar de ser el tema más importante de nuestra existencia. En uno de los célebres ensayos de Michel de Montaigne (1533-1592) -aquel enorme humanista que optó por retirarse de la vida pública y que convirtió el torreón de su castillo y su amada biblioteca en su particular santuario de fructífera felicidad-, titulado "De cómo filosofar es aprender a morir" (páginas 122 a 138 en la edición de sus ensayos completos publicada por ediciones Cátedra), se hace un importante alegato contra el temor a la muerte: "No sabemos dónde nos espera la muerte; esperémosla en cualquier lugar(...). Toda la sabiduría y el discernimiento del mundo se reduce al fin a este punto, a enseñarnos a no temer el morir (...). El desprecio a la muerte proporciona a nuestra vida una dulce tranquilidad ". El filósofo alemán Richard Wisser, en un artículo suyo publicado en los años sesenta, titulado "Muerte e inmortalidad en el sentir de Platón", dice acerca de la muerte que "el esquivarla, el eludirla, no sería vencer a la muerte, no sería vencer a la muerte sino echar a perder la propia vida (...). Sócrates, el gran mártir de la filosofía por su fe hacia lo que pensaba, aceptó la muerte mediante veneno y desechó toda posibilidad de fuga, en su esperanza de una vida más allá de la muerte corporal. Lo extraordinario de esta situación despierta entre sus amigos una actitud especial, descrita como un estado maravilloso hasta ahora nunca experimentado: una mezcla de alegría y tristeza, de esperanza y desesperación, en cuanto a la conservación de la razón filosófica a la vista de la muerte y a la conservación de la esperanza filosófica más allá de la muerte (...). Sócrates se refiere al antiguo dogma órfico-pitagórico de la migración del alma. Proyectando el concepto religioso de la migración del alma -es decir, la vuelta después del tránsito-, se llega a la conclusión de que debe existir algo que es fundamento de todo ser y devenir, de todo volver a ser y volver a devenir (...). Son peldaños de transición incluidos en un círculo infinito que no puede convertirse en línea, por poseer un único principio y un fin también único. Tal círculo no puede permitir nunca la muerte total como estado final. Si se aplica este concepto al sentido mitológico del alma, resulta que el lugar mitológico, el lugar de transición para el cambio en forma de círculo del alma migratoria, es el "Hades" (...). Un análisis etimológico de la palabra Hades, según Sócrates, permite reconocer que con ella se quiere indicar la casa de Dios, del A-ides, del Invisible (...)". 
En cuanto seres corpóreos, somos ceniza de estrellas. Ese es nuestro origen (cósmico) y ese es nuestro final. Como la más delicada de las mariposas, estamos hechos de un polvo que se desvanece, poco a poco, con la seguridad de que es mejor ser que no ser, volar un instante que no volar nunca. Y, como el ave Fénix, cuyas cenizas siempre resurgen, volveremos a encontrarnos en mejores circunstancias o en otras vidas, porque el alma es eterna y la muerte es sólo una ilusión. Mientras tanto, desde mi tumba, mi ser a lo lejos seguirá oyendo el rumor de las olas y a mi joven rostro seguirá acariciando la suave brisa de mi querido mar.









Fuentes:

-Montaigne, Michel: Ensayos completos. Biblioteca Avrea. Ediciones Cátedra, Madrid, 2016.

-Satz, Mario: El alfabeto alado. Acantilado, Barcelona, 2019. 

-Wisser, Richard: Muerte e inmortalidad en el sentir de Platón. Revista Folia Humanística, tomo V, número 54. Editorial Glarma, Barcelona, Junio de 1967. 

-Nhat Hanh, Thich: La muerte es una ilusión. Colección Zenith. Editorial Planeta, 2018.


Noelia Rodríguez Padilla. 

lunes, 28 de octubre de 2019

MANUEL CHAVES NOGALES, NARRADOR EXCEPCIONAL DE LA ESPAÑA DE 1936.



La de Chaves es una vida corta, pero lo importante es lo que hizo en esa vida corta, que es ver y denunciar antes que muchos, antes incluso que Koestler, antes que muchas gentes, el horror del totalitarismo. Es decir, equiparar por primera vez, seguramente en España ninguno con tanta lucidez, el totalitarismo de derechas y el totalitarismo de izquierdas, a los nazis, a los fascistas y a los bolcheviques.
 Andrés Trapiello.


(...)Y, por supuesto, sin buenos ni malos. Las dos Españas mamaron la misma leche (...).

Creo que son días oportunos para leer despacio y comprendiendo lo que se lee (ojalá se trabajara con este texto en los colegios) el prólogo de "A sangre y fuego" (1937) de Chaves Nogales. Debería ser lectura obligatoria para cualquier español del siglo XXI.
Arturo Pérez-Reverte.

(...)Ni blancos ni rojos tienen nada que reprocharse. Idiotas y asesinos se han producido y actuado con idéntica profusión e intensidad en los dos bandos que se partieran España (...).
(...)Vi entonces convertirse en comunistas fervorosos a muchos reaccionarios y en anarquistas terribles a muchos burgueses acomodados. La guerra y el miedo lo justificaban todo (...).
Manuel Chaves Nogales. A sangre y fuego.


(...)Entre los hunos -rojos- y los hotros -blancos (color de pus)- están desangrando, ensangrentando, arruinando, envenenando y-lo que para mí es peor- entonteciendo a España (...).
Miguel de Unamuno (carta al director de ABC de Sevilla, de fecha y lugar Salamanca 2.XII.1936- carta reproducida en las páginas 153-154 de Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie, de Juan eslava Galán-).

----------------------------------------------------------------------------------------




Para quienes no hemos vivido de cerca los episodios históricos relacionados con la guerra civil española, ni en los años inmediatamente posteriores a la misma, ni tampoco el Franquismo, porque no habíamos nacido, ni tampoco hemos podido estudiar -desde la debida distancia que otorga una mayor y mejor visión o perspectiva de las cosas-, esas etapas históricas de España porque nos decían los profesores que aún quedaba demasiado reciente, solo nos queda acogernos a lo que dicen los historiadores -más o menos parciales-, además de los pocos libros existentes y documentos publicados y, sobre todo, la memoria de quienes sí fueron testigos, directos o indirectos, de todos esos horribles e inolvidables sucesos. Uno de esos libros, que constituye un testimonio directo de lo acontecido en la etapa inicial a la guerra, es la obra escrita por el periodista sevillano Manuel Chaves Nogales (1897-1944), A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, publicada por primera vez en la editorial chilena Ercilla, en 1937. En palabras del escritor Arturo Pérez-Reverte (gracias a su labor de difusión, supe de esta obra y de su autor, al que desconocía por completo), Chaves Nogales fue un "reportero a la altura o por encima de Josep Pla y de César González Ruano, fue en opinión de muchos, el mejor periodista español del siglo XX (...). Fue ninguneado y desapareció de la luz pública durante medio siglo. No estuvo ni con los que ganaron la guerra y la perdieron en los manuales de literatura, ni con los que la perdieron en las trincheras y la ganaron en las librerías". Esta obra, de menos de cuatrocientas páginas, destaca especialmente, de entre todos los libros publicados acerca de la guerra civil española, por su ecuanimidad, objetividad y limpieza de ideologías e intentos de adoctrinamiento. En palabras de la profesora e investigadora Mª Isabel Cintas Guillén, experta en la figura de Chaves Nogales, "el libro, desconocido en españa, estuvo perdido por librerías de viejo y olvidado, al igual que su autor, que apenas se salvaba con las reediciones de Alianza de Juan Belmonte, matador de toros. Tras largos años de silencio, en 1993, se recogió en la Obra Narrativa Completa de Chaves Nogales que publicó la Diputación de Sevilla. Y, desde entonces, en una lenta reivindicación del periodista, sus obras han conocido variadas ediciones". Todos los expertos que recomiendan la lectura de la obra de Chaves Nogales, ponen como excusa o motivo que hace necesaria dicha lectura, que la prosa de este injustamente olvidado periodista está "desprovista del encono, la rabia y la ofuscación que aparece en otros relatos de guerra. Prosa limpia, ecuánime, independiente". Todos vienen a destacar, muy especialmente, el prólogo que el periodista realizó a su obra A sangre y fuego.Héroes, bestias y mártires de España, por haberse constituido en sí mismo un verdadero "manifiesto de equilibrio y una lección de cordura". Tras su lectura podemos comprobar que,  tristemente, el ambiente político y social de la España de hace ochenta y tres años que se nos describe en determinados pasajes, guarda demasiadas similitudes con la situación actual. Por este motivo, libros como éste son imprescindibles para que la historia no vuelva a repetirse.



El periodista Manuel Chaves Nogales, a la derecha de la imagen.




PRÓLOGO:


"Yo era eso que los sociólogos llaman un "pequeño burgués liberal", ciudadano de una república democrática y parlamentaria. Trabajador intelectual al servicio de la industria regida por una burguesía capitalista heredera inmediata de la aristocracia terrateniente, que en mi país había monopolizado tradicionalmente los medios de producción y de cambio - como dicen los marxistas -, ganaba mi pan y mi libertad con una relativa holgura confeccionando periódicos y escribiendo artículos, reportajes, biografías, cuentos y novelas, con los me hacía la ilusión de avivar el espíritu de mis compatriotas y suscitar en ellos el interés por los grandes temas de nuestro tiempo. Cuando iba a Moscú y al regreso contaba que los obreros rusos viven mal y soportan una dictadura que se hacen la ilusión de ejercer, mi patrón me felicitaba y me daba cariñosas palmaditas en la espalda. Cuando al regreso de Roma aseguraba que el fascismo no ha aumentado en un gramo la ración de pan del italiano, ni ha sabido acrecentar el acervo de sus valores morales, mi patrón no se mostraba tan satisfecho de mí ni creía que yo fuese realmente un buen periodista; pero, a fin de cuentas, a costa de buenas y malas caras, de elogios y censuras, yo iba sacando adelante mi verdad de intelectual liberal, ciudadano de una república democrática y parlamentaria.
Sí, como me ocurría a veces, el capitalismo no prestaba de buen grado sus grandes rotativas y sus toneladas de papel para que yo dijese lo que quería decir, me resignaba a decirlo en el café, en la mesa de la redacción o en la humilde tribuna de un ateneo provinciano, sin el temor de que nadie viniese a ponerme la mano en la boca y sin miedo a policías que me encarcelasen, ni a encamisados que me hiciesen purgar atrozmente mis errores. Antifascista y antirrevolucionario por temperamento, me negaba sistemáticamente a creer en la virtud salutífera de las grandes conmociones y aguardaba trabajando, confiado en el curso fatal de las leyes de la evolución. Todo revolucionario, con el debido respeto, me ha parecido siempre algo tan pernicioso como cualquier reaccionario.
En realidad, y prescindiendo de toda prosopopeya, mi única y humilde verdad, la cosa mínima que yo pretendía sacar adelante, merced a mi artesanía y a través de la anécdota de mis relatos vividos o imaginados, mi única y humilde verdad era un odio insuperable a la estupidez y a la crueldad; es decir, una aversión natural al único pecado que para mí existe, el pecado contra la inteligencia, el pecado contra el Espíritu Santo.
Pero la estupidez y la crueldad se enseñoreaban de España. ¿Por dónde empezó el contagio? Los caldos de cultivo de esta nueva peste, germinada en ese gran pudridero de Asia, nos los sirvieron los laboratorios de Moscú, Roma y Berlín, con las etiquetas de comunismo, fascismo o nacionalsocialismo, y el desapercibido hombre celtíbero los absorbió ávidamente. Después de tres siglos de barbecho, la tierra feraz de España hizo pavorosamente prolífica la semilla de la estupidez y la crueldad ancestrales. Es vano el intento de señalar los focos de contagio de la vieja fiebre cainita en este o aquel sector social, en esta o aquella zona de la vida española. Ni blancos ni rojos tienen nada que reprocharse. Idiotas y asesinos se han producido y actuado con idéntica profusión e intensidad en los dos bandos que se partieran España.
De mi pequeña experiencia personal, puedo decir que un hombre como yo, por insignificante que fuese, había contraído méritos bastantes para haber sido fusilado por los unos y por los otros. Me consta por confidencias fidedignas que, aun antes de que comenzase la guerra civil, un grupo fascista de Madrid había tomado el acuerdo, perfectamente reglamentario, de proceder a mi asesinato como una de las medidas preventivas que había que adoptar contra el posible triunfo de la revolución social, sin perjuicio de que los revolucionarios, anarquistas y comunistas, considerasen por su parte que yo era perfectamente fusilable.
Cuando estalló la guerra civil, me quedé en mi puesto cumpliendo mi deber profesional. Un consejo obrero, formado por delegados de los talleres, desposeyó al propietario de la empresa periodística en que yo trabajaba y se atribuyó sus funciones. Yo, que no había sido en mi vida revolucionario, ni tengo ninguna simpatía por la dictadura del proletariado, me encontré en pleno régimen soviético. Me puse entonces al servicio de los obreros como antes lo había estado a las órdenes del capitalista, es decir, siendo leal con ellos y conmigo mismo. Hice constar mi falta de convicción revolucionaria y mi protesta contra todas las dictaduras, incluso la del proletariado, y me comprometí únicamente a defender la causa del pueblo contra el fascismo y los militares sublevados. Me convertí en el "camarada director", y puedo decir que durante los meses de guerra que estuve en Madrid, al frente de un periódico gubernamental que llegó a alcanzar la máxima tirada de la prensa republicana, nadie me molestó por mi falta de espíritu revolucionario, ni por mi condición de "pequeñoburgués liberal", de la que no renegué jamás.
Vi entonces convertirse en comunistas fervorosos a muchos reaccionarios y en anarquistas terribles a muchos burgueses acomodados. La guerra y el miedo lo justificaban todo.
Hombro a hombro con los revolucionarios, yo, que no lo era, luché contra el fascismo con el arma de mi oficio. No me acusa la conciencia de ninguna apostasía. Cuando no estuve conforme con ellos, me dejaron ir en paz.
Me fui cuando tuve la íntima convicción de que todo estaba perdido y ya no había nada que salvar, cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogaba. ¡Cuidado! En mi deserción pesaba tanto la sangre derramada por las cuadrillas de asesinos que ejercían el terror rojo en Madrid como la que vertían los aviones de Franco, asesinando mujeres y niños inocentes. Y tanto o más miedo tenía a la barbarie de los moros, los bandidos del Tercio y los asesinos de la Falange, que a la de los analfabetos anarquistas o comunistas.
Los "espíritus fuertes" dirán seguramente que esta repugnancia por la humana carnicería es un sentimentalismo anacrónico. Es posible. Pero, sin grandes aspavientos, sin dar a la vida humana más valor del que puede y debe tener en nuestro tiempo, ni a la acción de matar más trascendencia de la que la moral al uso pueda darle, yo he querido permitirme el lujo de no tener ninguna solidaridad con los asesinos. Para un español quizá sea éste un lujo excesivo.
Se paga caro, desde luego. El precio, hoy por hoy, es la Patria. Pero, la verdad, entre ser una especie de abisinio desteñido, que es a lo que le condena a uno el general Franco, o un kirguís de Occidente, como quisieran los agentes del bolchevismo, es preferible meterse las manos en los bolsillos y echar a andar por el mundo, por la parte habitable de mundo que nos queda, aun a sabiendas de que en esta época de estrechos y egoístas nacionalismos el exiliado, el sin patria, es en todas partes un huésped indeseable que tiene que hacerse perdonar a fuerza de humildad y servidumbre  su existencia. De cualquier modo, soporto mejor la servidumbre en tierra ajena que en mi propia casa.
Cuando el gobierno de la República abandonó su puesto y se marchó a Valencia, abandoné yo el mío. Ni una hora antes, ni una hora después. Mi condición de ciudadano de la República Española no me obligaba a más ni a menos. El poder que el gobierno legítimo dejaba abandonado en las trincheras de los arrabales de Madrid lo recogieron los hombre que se quedaron defendiendo heroicamente aquellas trincheras. De ellos, si vencen, o de sus vencedores, si sucumben, es el porvenir de España.
El resultado final de esta lucha no me preocupa demasiado. No me interesa gran cosa saber que el futuro dictador de España va a salir de un lado u otro de las trincheras. Es igual. El hombre fuerte, el caudillo, el triunfador que al final ha de asentar las posaderas en el charco de sangre de mi país y con el cuchillo entre los dientes -según la imagen clásica- va a mantener en servidumbre a los celtíberos supervivientes, puede salir indistintamente de uno u otro lado. Desde luego, no será ninguno de los líderes o caudillos que han provocado con su estupidez y su crueldad monstruosas este gran cataclismo de España. A ésos, a todos,absolutamente a todos, los ahoga ya la sangre vertida. No va a salir tampoco de entre nosotros, los que no hemos apartado con miedo y con asco de la lucha. Mucho menos hay que pensar en que las aguas vuelvan a remontar la corriente y sea posible la resurrección de ninguno de los personajes monárquicos o republicanos a quienes mató civilmente la guerra.
El hombre que encarnará la España superviviente surgirá merced a esa terrible e ininteligente selección de la guerra que hace sucumbir a los mejores. ¿De derechas? ¿De izquierdas? ¿Rojo? ¿Blanco? Es indiferente. Sea el que fuere, para imponerse, para subsistir, tendrá, como primera providencia, que renegar del ideal que hoy lo tiene clavado en un parapeto, con el fusil echado a la cara, dispuesto a morir y a matar. Sea quien fuere, será un traidor a la causa que hoy defiende. Viniendo de un campo o de otro, de uno u otro lado de la trinchera, llegará más tarde o más temprano a la única fórmula concebible de subsistencia, la de organizar un Estado en el que sea posible la humana convivencia entre los ciudadanos de diversas ideas y la normal relación con los demás Estados, que es precisamente a lo que se niegan hoy unánimemente con estupidez y crueldad ilimitadas los que están combatiendo.
No habrá más que una diferencia, un matiz. El de que el nuevo Estado español cuente con la confianza de un grupo de potencias europeas y sea sencillamente tolerado por otro, o viceversa. No habrá más. Ni colonia fascista ni avanzada del comunismo. Ni tiranía aristocrática ni dictadura del proletariado. En lo interior, un gobierno dictatorial que con las armas en la mano obligará a los españoles a trabajar desesperadamente y a pasar hambre sin rechistar durante veinte años, hasta que hayamos pagado la guerra. Rojo o blanco, capitán del ejército o comisario político, fascista o comunista, probablemente ninguna de las dos cosas, o ambas a la vez, el cómitre que nos hará remar a latigazos hasta salir de esta galerna ha de ser igualmente cruel e inhumano. En lo exterior, un Estado fuerte, colocado bajo la protección de unas naciones y la vigilancia de otras. Que sean éstas o aquéllas, esta mínima cosa que se decidirá al fin en torno a una mesa y que dependerá en gran parte de la inteligencia de los negociadores, habrá costado a España más de medio millón de muertos. Podía haber sido más barato.
Cuando llegué a esta conclusión abandoné mi puesto en la lucha. Hombre de un solo oficio, anduve errante por la España gubernamental confundido con aquellas masas de pobres gentes arrancadas de su hogar y su labor por el ventarrón de la guerra. Me expatrié cuando me convencí de que nada que no fuese ayudar a la guerra misma podía hacerse ya en España.
Caí, naturalmente, en un arrabal de París, que es donde caen todos los residuos de humanidad que la monstruosa edificación de los Estados totalitarios va dejando. Aquí, en este hotelito humilde de un arrabal parisiense, viven mal y esperan a morirse los más diversos especímenes de la vieja Europa: popes rusos, judíos alemanes, revolucionarios italianos..., gente toda con un aire triste y un carácter agrio que se afana por conseguir lo inasequible: una patria de elección, una nueva ciudadanía. No quiero sumarme a esta legión triste de los "desarraigados" y, aunque sienta como una afrenta el hecho de ser español, me esfuerzo en mantener una ciudadanía española puramente espiritual, de la que ni blancos ni rojos puedan desposeerme.
Para librarme de esta congoja de la expatriación y ganar mi vida, me he puesto otra vez a escribir y poco a poco he ido tomando el gusto de nuevo a mi viejo oficio de narrador. España y la guerra, tan próximas, tan actuales, tan en carne viva, tienen para mí desde este rincón de París el sentido de una pura evocación. Cuento lo que he visto y lo que he vivido más fielmente de lo que yo quisiera. A veces los personajes que intento manejar a mi albedrío, a fuerza de estar vivos, se alzan contra mí y, arrojando la máscara literaria que yo intento colocarles, se me van de entre las manos, diciendo y haciendo lo que yo, por pudor, no quería que hiciesen ni dijesen.
Luchando con ellos y conmigo mismo por permanecer distante, ajeno, imparcial, escribo estos relatos de la guerra y la revolución que presuntuosamente hubiese querido colocar "sub specie aeternitatis". No creo haberlo conseguido.
Y quizá sea mejor así.

Montrouge (Seine), enero-mayo de 1937.





































Fuentes:

-Chaves Nogales, Manuel: A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España. Libros del Asteroide, Barcelona, 2012.

-Eslava Galán, Juan: Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie. Planeta (colección Booket), Barcelona, 2014.

http://manuelchavesnogales.info/

https://elhombrequeestabaalli.wordpress.com/2013/03/08/entrevista-con-andres-trapiello/

https://www.xlsemanal.com/firmas/20171126/perez-reverte-el-hombre-que-si-estaba-alli.html

domingo, 13 de octubre de 2019

EL PRISIONERO Nº 119.104 DE AUSCHWITZ Y EL SENTIDO INFINITO DE LA VIDA.




Todo lo que no me destruye, me hace más fuerte.
Nietzsche. El ocaso de los ídolos.

El hombre es ese ser capaz de inventar las cámaras de gas de Auschwitz, pero también es el ser que ha entrado en esas mismas cámaras con la cabeza erguida y el Padrenuestro o el Shemá Israel en los labios.

Et lux in tenebris lucet (y la luz brilla en medio de la oscuridad).
Viktor Frankl. El hombre en busca de sentido.



-------------------------------------



En Vacas, cerdos, guerras y brujas. Los enigmas de la cultura (página 89, editorial Alianza, 1992), el antropólogo estadounidense Marvin Harris (1927-2001) escribió lo siguiente: "Somos la especie más peligrosa del mundo no porque tengamos los dientes más grandes, las garras más afiladas, los aguijones más venenosos o la piel más gruesa, sino porque sabemos proveernos de instrumentos y armas mortíferas que cumplen la misión de dientes, garras, aguijones y piel con más eficacia que cualquier simple mecanismo anatómico. Nuestra forma principal de adaptación biológica es la cultura, no la anatomía". De esta doble condición humana, la de ser seres capaces de lo más sublime y, al mismo tiempo, causantes de las mayores atrocidades imaginables, fue un destacado testigo el psicólogo vienés Víktor Frankl, "joven profesional prestigioso, bien posicionado en los círculos médicos y académicos de Viena". Con una carrera prometedora y una obra (manuscrito, a punto de publicar en el momento de su detención por los nazis) original, donde recogía sus teorías y críticas hacia el Psicoanálisis, vio truncadas sus esperanzas y sus sueños como fundador de la Logoterapia, actividades que - por fortuna- pudo retomar tras su liberación. Gracias a su amigo Paul Polak, quien guardaba una copia del manuscrito de Víktor, y complementando dicha obra con los apuntes que pudo hacer en el campo de concentración, pronto acabó la redacción definitiva de su obra, que se convirtió en un éxito mundial.
Dedicada a la memoria de la madre de V. Frank, El hombre en busca de sentido consta de las siguientes partes:



I. Un psicólogo en un campo de concentración.

                     -El informe del prisionero nº 119.104.
                     - 1º fase: Internamiento en el campo.
           - 2º fase: La vida en el campo.
                   - 3º fase: Después de la liberación.

II. Conceptos básicos de logoterapia. 


Dado el gran interés del contenido de  esta obra, reproduzco a continuación algunas de las reflexiones más destacadas vertidas a lo largo de ella. Sin ninguna duda, el Dr. Víktor Frank fue un hombre sumamente ilustre, pues supo recomenzar su vida, y eso lo convirtió, dadas las extraordinarias circunstancias de la misma, en un ser admirable, alguien al que hay que imitar.














EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO:


(...) Nos aferrábamos a un pensamiento obsesivo: seguir vivos para volver con la familia o salvar a un amigo.
Los escasos afortunados que sobrevivimos, gracias a una concatenación de casualidades o de milagros, estamos convencidos de que los mejores no regresaron.

 ***
Mi intención, al elaborar este informe como prisionero,  fue la de describir, en virtud de mi experiencia y desde mi perspectiva de psiquiatra, cómo vivía el prisionero normal en el campo y cómo esa vida influía en su psicología.

Existen tres fases psicológicas: la fase inmediata al internamiento, la fase de adaptación y la fase que sigue a la liberación.

***
El síntoma característico de la primera fase es el shock.
Todos creíamos que nos llevaban a una fábrica de munición como empleados para trabajos forzosos. Entonces se escuchó un grito angustiado: "¡Hay un letrero que dice Auschwitz!". Auschwitz evocaba las mayores atrocidades: cámaras de gas, hornos crematorios, exterminio.

Lentamente, teníamos que acostumbrarnos a la inmensa y terrible barbarie. En Psiquiatría, hay un estado de ánimo, la ilusión del indulto (concebir la infundada esperanza de que van a ser indultados en el último minuto).

***
La idea de suicidarnos estaba presente en prácticamente todos nosotros, aunque fuera solo por momentos. Tocar la valla de alambre electrificada.

Si queréis seguir vivos, el único modo de conseguirlo es aparentar capacidad de trabajo. ¿Sabeis  a quién llamamos "musulman"? Al de aspecto miserable, por dentro y por fuera, enfermo y demacrado, incapaz de resistir el trabajo físico duro: ese es un "musulmán". Afeitaros a diario, manteneros siempre erguidos, andad con soltura, y no os mandarán a la cámara de gas.

***
La apatía generalizada llevaba a una especie de muerte emocional. La represión de las reacciones normales. El carácter cambiaba.
La apatía, la anestesia emocional y la sensación de que a uno ya no le importa nada eran los síntomas caracterísiticos de la segunda fase de las reacciones psicológicas de los internados en el campo.
La apatía actuaba como un mecanismo necesario de autodefensa.
El prisionero experimentaba una regresión, retrocedía a un estado más primitivo de vida psíquica. Los deseos y aspiraciones se manifestaban en los sueños.
Todos nos sentíamos más muertos que vivos.

***
Podía cultivarse una profunda vida espiritual. Las personas de mayor sensibilidad, acostumbradas a una activa vida intelectual, posiblemente sufrieran muchísimo; sin embargo, el daño inflingido a su ser íntimo fue menor, pues eran capaces de abstraerse del terrible entorno y adentrarse, a través de su espíritu, en un mundo interior más rico y dotado de paz espiritual. Solo así se explica paradoja de que los menos fornidos soportaran mejor la vida en el campo que los de constitución más robusta. 

La salvación del hombre consiste en el amor y pasa por el amor. "Los ángeles se abandonan en la eterna contemplación amorosa de la gloria infinita".

Seguí hablando con mi amada: yo le preguntaba y ella contestaba. Que esté o no presente esa persona, que siga viva o no, en cierto modo, carece de importancia. El amor trasciende la persona física del ser amado y halla su sentido más profundo en el ser espiritual, el yo íntimo. Ignoraba si mi mujer vivía y no tenía medios para averiguarlo, pero en aquel momento esa cuestión había dejado de inquietarme.

***

La intensificación de la vida interior protegía al prisionero del vacío, la desolación y la pobreza espiritual, devolviendo a su vida anterior. Al dejar libre la imaginación, esta se solazaba en hechos del pasado.

A veces, sucedía que, en pleno trabajo, un prisionero atraía la atención de su compañero señalándole un resplandeciente crepúsculo...Salir a contemplar una maravillosa puesta de sol. ¡Qué hermoso podría ser el mundo!.

Mientras trabajaba, mi imaginación hablaba con mi mujer (...). En una violenta protesta contra lo inexorable de la muerte inminente, sentí que mi espíritu atravesaba todo el gris circundante, que trascendía ese mundo desesperado, y en algún lugar oí un victorioso "sí" en respuesta a mi pregunta sobre si finalmente la vida tenía sentido.

***

El humor es otra de las armas del alma en su lucha por la supervivencia. Es sabido que el humor, más que cualquier otra cosa en la existencia humana, proporciona el distanciamiento necesario para sobreponerse a quialquier situación, aunque sea un instante.

***

Si el prisionero no luchaba por mantener sus principios, terminaba por perder la conciencia de su individualidad  -un ser con mente propia, con voluntad e integridad personal- : la vida descendía al nivel animal. Los prisioneros eran conducidos como si fueran ganado (...). Igual que las ovejas medrosas se agolpan en el centro del rebaño, también nosotros buscábamos el centro de las formaciones; allí se recibían menos golpes de los guardias (...).Y a la vez ir en el centro nos protegía del frío y del viento (...). Era la ley del instinto de conservación del Lager: no llamar la atención. Hacíamos lo imposible para no llamar la atención de las SS.

***
Los supervivientes de los campos aún recordamos a los hombres que iban a los barracones a consolar a los demás, ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Esos pocos son una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la libertad humana -la libre elección de la acción personal ante las circunstancias- para elegir el propio camino.
(...) Cada hombre puede decidir quién quiere ser -espiritual y mentalmente- y conservar su dignidad humana. Dostoyevski escribió: "Solo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos".
(...)Precisamente esa libertad interior, que nadie puede arrebatar, confiere a la vida intención y sentido.
Si hay un sentido en la vida, entonces debe haber un sentido en el sufrimiento. El sufrimiento es parte sustancial de la vida, como el destino y la muerte. Sin ellos, la existencia quedaría incompleta.
(...) Todo este sufrimiento, todas esas muertes, ¿tienen un sentido? De no ser así, tampoco tendría sentido sobrevivir a la estancia en el Lager.

***
La libertad interior puede elevar al hombre por encima de un destino adverso. Cualquier hombre, a lo largo de su vida, se verá enfrentado a su destino y tendrá la oportunidad de convertir un puro estado de sufrimiento en una hazaña interior. Piénsese en los enfermos, en especial en los incurables.

 ***

La observación psicológica de los prisioneros ha demostrado que el que sucumbía a las influencias degradantes del Lager era quien ya previamente se había abandonado en el nivel espiritual y humano, quien ya no poseía amparo moral. Y ¿qué podría constituir ese amparo interior?
(...) El hombre que se dejaba vencer por la ausencia de futuro ocupaba su mente con pensamientos retrospectivos. Es la tendencia a refugiarse en el pasado para apaciguar el horror del presente haciéndolo menos real.
(...) Muchas veces, las circunstancias excepcionalmente adversas otorgan al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo (...) Aquellos que preferían cerrar los ojos y refugiarse en el pasado, para esas personas, la vida perdía todo su sentido.
(...)El desafío de elegir qué hacer de la vida en el Lager: convertir esa tremenda experiencia en una victoria, transformarla en un triunfo interior, o bien desdeñar la experiencia y limitarse a vegetar, como hicieron casi todos los prisioneros.

***

El prisionero que perdía la fe en el futuro -en su futuro- estaba condenado. Con la quiebra de la esperanza faltaba, asimismo, la fuerza del asidero espiritual; se abandonaba y decaía y se convertía en un sujeto aniquilado, física y mentalmente.

(...) Quienes conocen la estrecha relación entre el estado de ánimo de una persona -su valor y su esperanza, o la falta de ambos- y la capacidad de su sistema inmunológico comprenderán que la pérdida repentina de esperanza puede desencadenar un desenlace mortal (...) El cuerpo sucumbe a la enfermedad.

(...) Cualquier intento por restablecer la fortaleza interior de los reclusos bajo las dramáticas condiciones de un campo de concentración requería, en primer lugar, proponerles un objetivo que diera sentido a su vida. Las palabras de Nietzsche "quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo" podrían ser la motivación de todos los esfuerzos psicohigiénicos y psicoterapéuticos de los prisioneros. Era preciso infundir un porqué -un objetivo- a su vida, con el fin de fortalecerlos para soportar el terrible cómo de su existencia. Pobre del que no percibiera ya ningún sentido en su vida, ninguna meta, y por tanto, ninguna finalidad para seguir viviendo: ese estaba perdido.

(...) Lo que se necesita urgentemente en tal situación es un cambio radical de nuestra actitud frente a la vida. En realidad no importa lo que esperamos de la vida, sino que importa lo que la vida espera de nosotros (...) Vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a las cuestiones que la vida plantea, cumpliendo la obligación que nos asigna.

***

Un hombre que se vuelve consciente de su responsabilidad ante quien lo aguarda con todo su corazón, o ante una obra por terminar, nunca será capaz de tirar su vida por la borda.

(...) Posiblemente, la verdadera razón de su muerte era la pérdida de esperanza.

(...) Nuestras vivencias en el campo podrían resultar aprovechosas en el futuro...Y cité a Nietzsche: "Todo lo que no me destruye me hace más fuerte".

(...)La vida humana nunca, bajo ninguna circunstancia, deja de tener sentido, y este sentido infinito de la vida incluye también el sufrimiento y la agonía, las privaciones y la muerte.

***

(...) Hay dos razas de hombres en el mundo, solo dos: la de los hombres decentes y la de los indecentes. Ambas se mezclan en todas partes y en todas las capas sociales.

(...) la historia nos brindó la oportunidad de conocer la naturaleza humana quizá como ninguna otra generación. ¿Qué es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es quien ha inventado las cámaras de gas, pero también el que ha entrado en ellas con paso firme, musitando una oración.

***

Las reacciones del prisionero después de su liberación (...) Habíamos perdido la capacidad de sentir alegría y teníamos que volver a aprenderla lentamente. lo que les sucedía a los prisioneros se denomina en psicología "despersonalización". Todo parecía irreal, improbable, como un sueño.

(...) Así como un buzo -sometido a la presión atmosférica- correría peligro si le quitaran de golpe la escafandra, el hombre repentinamente liberado de una tensión psicológica puede sufrir daños en su salud psíquica.

(...) Otras dos experiencias fundamentales amenzaban con dañar el carácter del hombre liberado: la amargura y el desencanto que sufría al regresar (...) Veía ahora que el sufrimiento no tenía límites, que todavía podía seguir sufriendo, y aún con más intensidad.

(...) Algunos se encontraron con que no los esperaba nadie. ¡Pobre de aquel que no encontró a la persona cuyo recuerdo le infundía valor en el campo!.

***





















Fuentes:

-FRANKL, VÍKTOR: EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO (MAN'S SEARCH FOR MEANING), HERDER EDITORIAL, BARCELONA, 2015.










domingo, 18 de agosto de 2019

CAE LA NOCHE, EN ESTE CAMINAR LEJOS DEL BULLICIO.





El buho de Minerva inicia su vuelo al caer el crepúsculo.
J.G.F. Hegel. Prefacio a su Filosofía del Derecho, Berlín, 25 de Junio de 1820.

------------------------------------------------- 






























sábado, 3 de agosto de 2019

LA MAGIA DE LA MÚSICA, SEGÚN LEOPOLD STOKOWSKI.


La música surge del corazón y vuelve a éste.
Leopold Stokowski.

-----------------------------------------------





Traducida al español por el compositor y pianista gallego Antonio Iglesias Álvarez (Ourense, 1918-Madrid, 2011), en cuya nota de traductor éste dice -acerca de este libro- que "está dedicado a los aficionados a la música. Constituye un guía espléndido, lleno de claridad, para todo aquel que desee iniciarse en el bello camino musical, para el que quiera penetrar un poquito más y mejor en sus intrincados laberintos, para quien ávido de gozar más y más con el arte sublime de los sonitos, intente adentrarse con mayor conocimiento de causa en sus complejidades (...)", la obra ensayística  Música para todos nosotros, del gran director de orquesta británico Leopold Stokowski, constituye un gran clásico (quizás uno de los más interesantes, amenos y enriquecedores) de entre las obras literarias destinadas a introducir en el idioma universal,  que es la música,  a cualquier persona interesada en ella. Fue director, entre otras muchas, de la conocida Orquesta Filadelfia, con la que consiguió sus mayores logros y reconocimientos. Siendo director de ésta, fue cuando grabó la banda sonora de la película de Walt Disney Fantasía (estrenada el 13 de noviembre de 1940). Con Music for all us (título original), publicada en 1943, buscó el desarrollo de una cultura musical amplia y democrática ("así es como debe ser, porque la música habla a todo hombre, mujer o niño, elevado o humilde, rico o pobre, feliz o desdichado, que sea sensible a su profundo y poderoso mensaje"). El mágico poder de la música, con todo su magnífico potencial, puede llevarnos lejos, muy lejos, dentro de nosotros mismos, hacia un remoto lugar y estado donde se produce algo tan maravilloso como ansiado: ser testigos de cómo nuestra alma contesta y comprende el sentido y grandeza de la orquesta de la que, como seres humanos, formamos parte junto al resto de seres y cosas.








Leopold Anton Stanislaw Stokowski (1882-1977)






Sede de la Orquesta Filadelfia (Pensilvania, EE.UU.), desde 1900 a 2001.



Mickey Mouse como El Aprendiz de Brujo, en Fantasía.










LA MAGIA DE LA MÚSICA


Creo que la música puede ser una fuerza inspiradora en nuestras vidas; que la elocuencia y profundidad de su significado son de suma importancia y que toda consideración personal concerniente a los músicos y al público son relativamente insignificantes; que la música surge del corazón y vuelve a éste; que es de expresión espontánea e impulsiva; que su campo es ilimitado; que contínuamente se desarrolla; que la música puede ser un elemento que nos ayude a forjar un nuevo concepto de la vida, en el cual la locura y crueldad de las guerras serán sustituídas por una simple comprensión de la fraternidad humana.
La música puede ser todo para todos. Es como un gran sol dinámico, situado en el centro de un sistema solar, que envía sus rayos e inspiración en todas las direcciones de las tres dimensiones del espacio y de la cuarta del tiempo.
Todo cuanto sea grande, bello e inspirado en el pasado debe conservarse. A estas grandes riquezas culturales, que hemos heredado del pasado y de cualquier tierra del planeta, les debemos añadir constantemente nuevas cosas que sean grandes, bellas e inspiradas. De tal manera, el pasado se desarrollará ininterrumpidamente hacia el futuro. Hay una profunda razón en toda ello: la belleza y la inspiración se hallan fuera del tiempo. Existirán siempre para todos los hombres, todos los países y todos los siglos venideros.
Una de las cosas más fascinantes de la música es la de poder viajar por tierras lejanas y exóticas mediante su magia. Merced a la radio y los discos, podemos oir la música de distintas partes de África, la de los esquimales, lapones o la del norte de Siberia. Desde cerca del Polo Norte podemos descender en un instante al Ecuador y escuchar la música exótica y nostálgica de Java y Bali, Sumatra y Siam. O podemos ir a las islas del Pacífico, Tahití, Morea, las Marquesas, o más lejos todavía, a las Maorí de Nueva Zelanda. Asimismo podemos oir la música del norte de la India, la dravidiana del sur, o ascender a las eternas nieves del Tibet a oir la música grotesca de aquellos bailarines diabólicos, ir a Mongolia a oir las canciones de los conductores de caravanas, a las tierras de Arabia para oir su música nómada o sus clases de flautas e instrumentos de caña, o trasladarnos a España para oir la música gitana, vasca o mora antigua. Éstas son tan sólo algunas de las tierras que podemos visitar por medio de la magia de la música.
Así como podemos viajar en un instante por otras tierras, de la misma manera, mediante la música, podemos trasladarnos a otros períodos. Por ejemplo, podemos oir así la música antigua de Persia, la de los derviches, la primitiva budística, la cóptica, la vieja música de los indios americanos, la europea de los siglos XV y XVI, un período floreciente de Inglaterra, Francia, Holanda, Italia y España.
Más agradable y satisfactoria todavía es la posibilidad de viajar a través de la música, no tan sólo a otros países y épocas, sino también dentro de nosotros hacia esferas remotas de la imaginación y el espíritu. Es imposible describir esto con palabras; sin embargo, todos hemos sentido el haber sido llevados mediante el mágico poder de la música lejos de este mundo, hacia estados de emoción de irresistible poder y misterio, completamente desconectados de nuestra vida real, a veces temerosos, otras con una visión extática de la belleza, en una tierra de ensueño que jamás olvidaremos, en lugares de nuestra más profunda consciente comprensión, visión e inspiración.
Es en estos profundos planos de nuestro ser consciente, en nuestros más fuertes y hondos sentimientos, en los que hallamos la quintaesencia de la música. Un músico verdadero que se concentre tan intensamente así, se abstrae por entero. Las facultades existentes dentro de un subconsciente entran entonces en acción; para ellas no tenemos nombre alguno. Se torna en un centro de fuerzas infinitamente mayores que ninguna de las dotes que la Naturaleza le hubiera otorgado. Las características personales del músico, relativamente insignificantes, no deben en ninguna manera obstaculizar el fluir de tales fuerzas. Ha de ser un conducto a través del cual puedan discurrir libremente. Al escuchar la música, los músicos y los aficionados se unifican en espíritu. Es como si los cielos se abrieran y llamase una voz divina. Algo en nuestras almas contesta y comprende. Nos referimos aquí a la música más inspirada, tratando de comprender su naturaleza y profundo significado.
La música es como una voz que habla. ¿Qué dice? ¿Quién habla? Mediante nuestra intuición podemos obtener un destello de respuesta a estas preguntas. El destello puede ser insuficiente, pero puede ayudarnos a comprender muchas cosas, algunas de ellas concernientes a la parter física de nuestras vidas; otras, a aspectos más profundos y misteriosos. La ciencia nos ayuda a comprender muchos aspectos de las fases materiales y dinámicas de la vida, pero las más elevadas cimas de la música llegan de manera conmovedora cerca del núcleo central y de la esencia de la vida misma.
A veces nos encontramos confusos ante las corrientes opuestas que vemos a nuestro alrededor y las fuerzas antagónicas que percibimos en la vida. Somos conscientes de dos fuerzas opuestas existentes en el mundo: una destructiva y otra creadora. La música es una expresión de esta última. Posee apenas una existencia material, tan sólo es una casi completa expresión del espíritu, de la emoción y de los poderes de evolución dentro de nosotros mismos.
En la vida moderna, la electricidad juega un importante papel. A veces es empleada destructivamente; otras, de manera creadora; pero existe otra fuerza semejante a la electricidad, sólo que mucho más sutil y penetrante. Tal fuerza penetra en todas partes. Siempre está presente. Si comprendiésemos esta fuerza, conoceríamos el secreto de la influencia mágica de la música. Comprenderíamos por qué la música más grandiosa influye tanto en nuestros corazones, mentes y almas; por qué esta invisible e intangible fuerza puede impresionar tan magnéticamente nuestra vida interna. Para algunos de nosotros, esta vida íntima, la vida de ensueños, de imaginación, de visiones, es la vida "auténtica", la que vivimos íntimamente. La vida externa parece precisa, consistente, concreta, pero en realidad es remota, la menos vida real. Esta vida exterior, a veces nos deleita y conmueve, pero con demasiada frecuencia nos decepciona. Es fugaz, superficial. Pero la vida interna jamás nos defrauda, es eterna.
Por medio de la música tenemos una visión y algo dentro de nosotros responde con intenso anhelo: es la infinita sed de belleza del alma humana del Ideal. En nuestros corazones sabemos que estamos en contacto con algunas de las más elevadas potencias de la vida, lo comprendemos tan sólo de una manera confusa, pero nuestra voz interior nos dice que con la más bella música vibramos al unísono de la belleza, que es eterna. Cuando alcanzamos su última esencia, la música es la voz del Todo, la melodía divina, el ritmo cósmico, la armonía universal.




















Fuentes:

- STOKOWSKI, LEOPOLD: MÚSICA PARA TODOS NOSOTROS. COLECCIÓN AUSTRAL. ESPASA-CALPE, 1954.

 https://es.wikipedia.org/wiki/Leopold_Stokowski