"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

sábado, 3 de agosto de 2019

LA MAGIA DE LA MÚSICA, SEGÚN LEOPOLD STOKOWSKI.


La música surge del corazón y vuelve a éste.
Leopold Stokowski.

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Traducida al español por el compositor y pianista gallego Antonio Iglesias Álvarez (Ourense, 1918-Madrid, 2011), en cuya nota de traductor éste dice -acerca de este libro- que "está dedicado a los aficionados a la música. Constituye un guía espléndido, lleno de claridad, para todo aquel que desee iniciarse en el bello camino musical, para el que quiera penetrar un poquito más y mejor en sus intrincados laberintos, para quien ávido de gozar más y más con el arte sublime de los sonitos, intente adentrarse con mayor conocimiento de causa en sus complejidades (...)", la obra ensayística  Música para todos nosotros, del gran director de orquesta británico Leopold Stokowski, constituye un gran clásico (quizás uno de los más interesantes, amenos y enriquecedores) de entre las obras literarias destinadas a introducir en el idioma universal,  que es la música,  a cualquier persona interesada en ella. Fue director, entre otras muchas, de la conocida Orquesta Filadelfia, con la que consiguió sus mayores logros y reconocimientos. Siendo director de ésta, fue cuando grabó la banda sonora de la película de Walt Disney Fantasía (estrenada el 13 de noviembre de 1940). Con Music for all us (título original), publicada en 1943, buscó el desarrollo de una cultura musical amplia y democrática ("así es como debe ser, porque la música habla a todo hombre, mujer o niño, elevado o humilde, rico o pobre, feliz o desdichado, que sea sensible a su profundo y poderoso mensaje"). El mágico poder de la música, con todo su magnífico potencial, puede llevarnos lejos, muy lejos, dentro de nosotros mismos, hacia un remoto lugar y estado donde se produce algo tan maravilloso como ansiado: ser testigos de cómo nuestra alma contesta y comprende el sentido y grandeza de la orquesta de la que, como seres humanos, formamos parte junto al resto de seres y cosas.








Leopold Anton Stanislaw Stokowski (1882-1977)






Sede de la Orquesta Filadelfia (Pensilvania, EE.UU.), desde 1900 a 2001.



Mickey Mouse como El Aprendiz de Brujo, en Fantasía.










LA MAGIA DE LA MÚSICA


Creo que la música puede ser una fuerza inspiradora en nuestras vidas; que la elocuencia y profundidad de su significado son de suma importancia y que toda consideración personal concerniente a los músicos y al público son relativamente insignificantes; que la música surge del corazón y vuelve a éste; que es de expresión espontánea e impulsiva; que su campo es ilimitado; que contínuamente se desarrolla; que la música puede ser un elemento que nos ayude a forjar un nuevo concepto de la vida, en el cual la locura y crueldad de las guerras serán sustituídas por una simple comprensión de la fraternidad humana.
La música puede ser todo para todos. Es como un gran sol dinámico, situado en el centro de un sistema solar, que envía sus rayos e inspiración en todas las direcciones de las tres dimensiones del espacio y de la cuarta del tiempo.
Todo cuanto sea grande, bello e inspirado en el pasado debe conservarse. A estas grandes riquezas culturales, que hemos heredado del pasado y de cualquier tierra del planeta, les debemos añadir constantemente nuevas cosas que sean grandes, bellas e inspiradas. De tal manera, el pasado se desarrollará ininterrumpidamente hacia el futuro. Hay una profunda razón en toda ello: la belleza y la inspiración se hallan fuera del tiempo. Existirán siempre para todos los hombres, todos los países y todos los siglos venideros.
Una de las cosas más fascinantes de la música es la de poder viajar por tierras lejanas y exóticas mediante su magia. Merced a la radio y los discos, podemos oir la música de distintas partes de África, la de los esquimales, lapones o la del norte de Siberia. Desde cerca del Polo Norte podemos descender en un instante al Ecuador y escuchar la música exótica y nostálgica de Java y Bali, Sumatra y Siam. O podemos ir a las islas del Pacífico, Tahití, Morea, las Marquesas, o más lejos todavía, a las Maorí de Nueva Zelanda. Asimismo podemos oir la música del norte de la India, la dravidiana del sur, o ascender a las eternas nieves del Tibet a oir la música grotesca de aquellos bailarines diabólicos, ir a Mongolia a oir las canciones de los conductores de caravanas, a las tierras de Arabia para oir su música nómada o sus clases de flautas e instrumentos de caña, o trasladarnos a España para oir la música gitana, vasca o mora antigua. Éstas son tan sólo algunas de las tierras que podemos visitar por medio de la magia de la música.
Así como podemos viajar en un instante por otras tierras, de la misma manera, mediante la música, podemos trasladarnos a otros períodos. Por ejemplo, podemos oir así la música antigua de Persia, la de los derviches, la primitiva budística, la cóptica, la vieja música de los indios americanos, la europea de los siglos XV y XVI, un período floreciente de Inglaterra, Francia, Holanda, Italia y España.
Más agradable y satisfactoria todavía es la posibilidad de viajar a través de la música, no tan sólo a otros países y épocas, sino también dentro de nosotros hacia esferas remotas de la imaginación y el espíritu. Es imposible describir esto con palabras; sin embargo, todos hemos sentido el haber sido llevados mediante el mágico poder de la música lejos de este mundo, hacia estados de emoción de irresistible poder y misterio, completamente desconectados de nuestra vida real, a veces temerosos, otras con una visión extática de la belleza, en una tierra de ensueño que jamás olvidaremos, en lugares de nuestra más profunda consciente comprensión, visión e inspiración.
Es en estos profundos planos de nuestro ser consciente, en nuestros más fuertes y hondos sentimientos, en los que hallamos la quintaesencia de la música. Un músico verdadero que se concentre tan intensamente así, se abstrae por entero. Las facultades existentes dentro de un subconsciente entran entonces en acción; para ellas no tenemos nombre alguno. Se torna en un centro de fuerzas infinitamente mayores que ninguna de las dotes que la Naturaleza le hubiera otorgado. Las características personales del músico, relativamente insignificantes, no deben en ninguna manera obstaculizar el fluir de tales fuerzas. Ha de ser un conducto a través del cual puedan discurrir libremente. Al escuchar la música, los músicos y los aficionados se unifican en espíritu. Es como si los cielos se abrieran y llamase una voz divina. Algo en nuestras almas contesta y comprende. Nos referimos aquí a la música más inspirada, tratando de comprender su naturaleza y profundo significado.
La música es como una voz que habla. ¿Qué dice? ¿Quién habla? Mediante nuestra intuición podemos obtener un destello de respuesta a estas preguntas. El destello puede ser insuficiente, pero puede ayudarnos a comprender muchas cosas, algunas de ellas concernientes a la parter física de nuestras vidas; otras, a aspectos más profundos y misteriosos. La ciencia nos ayuda a comprender muchos aspectos de las fases materiales y dinámicas de la vida, pero las más elevadas cimas de la música llegan de manera conmovedora cerca del núcleo central y de la esencia de la vida misma.
A veces nos encontramos confusos ante las corrientes opuestas que vemos a nuestro alrededor y las fuerzas antagónicas que percibimos en la vida. Somos conscientes de dos fuerzas opuestas existentes en el mundo: una destructiva y otra creadora. La música es una expresión de esta última. Posee apenas una existencia material, tan sólo es una casi completa expresión del espíritu, de la emoción y de los poderes de evolución dentro de nosotros mismos.
En la vida moderna, la electricidad juega un importante papel. A veces es empleada destructivamente; otras, de manera creadora; pero existe otra fuerza semejante a la electricidad, sólo que mucho más sutil y penetrante. Tal fuerza penetra en todas partes. Siempre está presente. Si comprendiésemos esta fuerza, conoceríamos el secreto de la influencia mágica de la música. Comprenderíamos por qué la música más grandiosa influye tanto en nuestros corazones, mentes y almas; por qué esta invisible e intangible fuerza puede impresionar tan magnéticamente nuestra vida interna. Para algunos de nosotros, esta vida íntima, la vida de ensueños, de imaginación, de visiones, es la vida "auténtica", la que vivimos íntimamente. La vida externa parece precisa, consistente, concreta, pero en realidad es remota, la menos vida real. Esta vida exterior, a veces nos deleita y conmueve, pero con demasiada frecuencia nos decepciona. Es fugaz, superficial. Pero la vida interna jamás nos defrauda, es eterna.
Por medio de la música tenemos una visión y algo dentro de nosotros responde con intenso anhelo: es la infinita sed de belleza del alma humana del Ideal. En nuestros corazones sabemos que estamos en contacto con algunas de las más elevadas potencias de la vida, lo comprendemos tan sólo de una manera confusa, pero nuestra voz interior nos dice que con la más bella música vibramos al unísono de la belleza, que es eterna. Cuando alcanzamos su última esencia, la música es la voz del Todo, la melodía divina, el ritmo cósmico, la armonía universal.




















Fuentes:

- STOKOWSKI, LEOPOLD: MÚSICA PARA TODOS NOSOTROS. COLECCIÓN AUSTRAL. ESPASA-CALPE, 1954.

 https://es.wikipedia.org/wiki/Leopold_Stokowski