"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

martes, 16 de julio de 2019

"LA CIUDAD DE LAS DAMAS": LA CIUDADELA DONDE LA MUJER ES EL PATRONO DE LA NAVE.

Al acompañar a Cristina de Pizán a subir un peldaño más, para hacer su entrada en una colección de clásicos, me invade una sensación de "Misión cumplida": sobra ya hablar de su modernidad, porque los clásicos siempre nos miran desde la eternidad.
Marie-José Lemarchand. Nota a la nueva edición de La Ciudad de las Damas.

¿No ves que incluso los más grandes filósofos se corrigen los unos a los otros en una disputa sin fin? (...) Yo te recomiendo que des la vuelta a los escritos donde desprecian a las mujeres para sacarles partido en provecho tuyo, cualesquiera que sean sus intenciones. (...) Ha llegado la hora de quitar de las manos del faraón una causa tan justa. Ése es el motivo de que estemos aqui las tres: nos hemos apiadado de ti y venimos para anunciarte la construcción de una Ciudad. Tú serás la elegida para edificar y cerrar, con nuestro consejo y ayuda, el recinto de tan fuerte ciudadela. Sólo la habitarán damas ilustres y mujeres dignas, porque aquellas que estén desprovistas de estas cualidades tendrán cerrado el recinto de nuestra Ciudad.

Coge la azada de tu inteligencia y cava hondo.

La Dama Razón a Cristina de Pizán.  

Es la primera vez que vemos a una mujer tomar su pluma en defensa de su sexo.
Simone de Beauvoir. El Segundo Sexo.
 
--------------------------------------------------------------------------


Cristina de Pizán, en su estudio, rodeada de libros.




Considerada como sucesora de la mítica Hildegarda von Bingen (gran mujer de la Historia, creadora de la Lingua Ignota, abadesa de la Orden Benedictina, en aquella época histórica en la que los conventos eran los únicos y verdaderos reductos del saber), Cristina de Pizán (Venecia, 1364-1430), es considerada la primera escritora profesional de la Historia. Creció en el ambiente privilegiado de la Corte de Carlos V, y en la gran Biblioteca Real del Louvre, hoy Biblioteca Nacional francesa. Huérfana y viuda muy joven, se convirtió en una  femme de lettres asumiendo un rol masculino (en aquellos tiempos, necesario) sin perder su feminidad. Autora de diversas obras, la más conocida de todas ellas es La Ciudad de las Damas, escrita entre 1404 y 1405. Alarmada por el contenido claramente misógino de unos libros muy conocidos en su época (destaca el Libro de las Lamentaciones de Mateolo, de 1300, "un compendio de tópicos misóginos de casi seis mil versos que sólo debe a Cristina de Pizán el no haber caído en el olvido"), cuya lectura dejó a Cristina perturbada y sumida en una profunda perplejidad, preguntándose cuáles podrían ser las razones que llevan a tantos hombres, clérigos y laicos, a vituperar a las mujeres, criticándolas bien de palabra bien de escritos y tratados ("ni siquiera se trata de ese Mateolo, pues, al contrario, filósofos, poetas, moralistas, todos parecen hablar con la misma voz para llegar a la conclusión de que la mujer, mala por esencia y naturaleza, siempre se inclina hacia el vicio. Volviendo sobre todas esas cosas en mi mente, yo, que he nacido mujer, me puse a examinar mi carácter y mi conducta y también la de otras muchas mujeres que he tenido ocasión de frecuentar, tanto princesas y grandes damas como mujeres de mediana y modesta condición, que tuvieron a bien confiarme sus pensamientos más íntimos. Me propuse decidir, en conciencia, si el testimonio reunido por tantos varones ilustres podría estar equivocado. Pero, por más que intentaba volver sobre ello, apurando las ideas como bien fundado el juicio de los hombres sobre la naturaleza y conducta de las mujeres"). Hundida, por esos pensamientos tan tristes y negativos, Cristina nos cuenta la visión espiritual que tuvo (al igual que las tuvo la mística Hidelgarda von Bingen): "De repente, vi bajar sobre mi pecho un rayo de luz como si el sol hubiera alcanzado el lugar (...). Levanté la cabeza para mirar de dónde venía esa luz y vi cómo se alzaban ante mí tres Damas coronadas, de muy alto rango." Las tres Damas, de pura esencia celeste, son la Dama Razón, la Dama Rectitud (Derechura) y la Dama Justicia. Cristina dialogará con cada una de ellas y, juntas, irán construyendo mentalmente la Ciudad de las Damas, desde los cimientos hasta incluir la población (compuesta sólo por damas ilustres y mujeres dignas), "para que las damas y todas las mujeres de mérito puedan de ahora en adelante tener una ciudadela donde defenderse contra tantos agresores". La Ciudad de las Damas será fundada en un "país rico y fértil":  el Campo de las Letras ("coge la azada de tu inteligencia y cava hondo", le dice la Dama Razón a Cristina) y entrarán a vivir en ella mujeres como las que se citan a lo largo del libro, muchas de ellas ilustres y dotadas de gran sabiduría, valor y dignidad: la emperatriz Nicaula; la reina Fredegunda; la reina Semíramis; las amazonas ("mujeres escitas que han sufrido la ablación de un pecho. Se les quemaba el pecho izquierdo a las niñas de la alta nobleza para que no las molestara el escudo, mientras que a la de menor rango, que tenían que tirar el arco, les quitaban el pecho derecho") y Tamiris, su reina; Zenobia, reina de Palmira; la reina Artemisa; Lilia, madre de Teodorico; Camila, hija de Metabo, rey de los volscos; Berenice, reina de Capadocia; la noble Clelia, que se enfrentó a uno de los enemigos de Roma, con gran valor y astucia. La Dama Razón, seguidamente, citará a Cristina un largo listado de mujeres que se ilustraron en la ciencia: Cornificia; Proba la Romana;Safo; Mantoa; Medea y Circe; Nicostrata o Carmenta; Minerva; Ceres; Isis; Aracne; Pánfila; Timareta, Irene y Marcia, la romana; Anastasia (gran pintora parisina de miniaturas para manuscritos, conocida de  Cristina de Pizán); Sempronia la Romana; Novella, hija de Giovanni Andrea, famoso legista de la Universidad de Bolonia (en honor de su hija, publicó el Novella super Decretalium); ... Tras esta lista de mujeres brillantes, la Dama Razón continúa con otra de mujeres juiciosas, famosas de haber mostrado gran prudencia y gobierno: Gaya Cirila; la reina Dido; Opis, reina de Creta; Lavinia, reina de los latinos...
La tercera Dama -Derechura-, ya en la segunda parte del libro, habla a Cristina de las sibilas, las conocedoras del pensamiento divino, destacando a Eritrea, Amaltea, Nicostrata, Casandra, la reina Basina y la emperatriz Antonia. Tras estas grandes adivinadoras, la Dama Derechura comienza el relato de historias de mujeres que pasaron a la fama por haber dado a sus padres grandes pruebas de verdadero amor filial. Quizás es en esta parte del libro donde figuran las historias más sobrecogedoras: Dripetina, reina de Laodicea; Hipsípila; la vestal Claudina y, la más conmovedora de todas ellas, la de una mujer que había sido madre recientemente y que dio el pecho a su madre presa (a la que habían condenado a morir de hambre en la cárcel), salvándola y consiguiendo su liberación posteriormente. Tras estas historias, Derechura pasa a recordar hechos protagonizados por mujeres que amaron profundamente a sus maridos: la reina Hipsicratea, la emperatriz Triaria, la reina Artemisa (que se bebió las cenizas de su marido, mezcladas con vino: "recogió las cenizas y lavándolas con sus lágrimas las fue dejando en una copa de oro. Después pensó que sería injusto que esas amadas cenizas tuviesen otro sepulcro que el cuerpo y corazón que albergaban un amor de tanta raigambre. Así que cada día, poco a poco, fue bebiendo algunas cenizas mezcladas con vino, hasta apurar la copa"); Argía, mujer de Polinices; Agripina, hija del emperador Augusto; Julia, esposa de Pompeyo; Tercia Emilia, esposa de Escipión el Africano; Jantipa, mujer de Sócrates; Paulina, mujer de Séneca; Sulpicia, esposa de un patricio romano; Porcia, hija de Catón de Útica; Curia, esposa de Quinto Lucrecio (éste, condenado a muerte, fue escondido por su mujer en el hueco de la pared de su casa, mientras ella se hacía pasar por loca preguntando a todos si alguien había visto a su marido. Tan bien lo hizo que lo salvó del exilio y de la muerte segura); la noble viuda Judith; la reina Esther, que liberó a su pueblo; las sabinas; Veturia, madre de Coriolano; Clotilde, reina de Francia; Penélope, la mujer de Ulises; Lucrecia, esposa de Tarquinio Colatino ("fue la violación de ésta lo que impulsó a promulgar una ley que condenaba a muerte a todo hombre que violara a una mujer, lo que no deja de ser una condena legítima y justa."); la reina Galatia; la griega Hipo; Griselda, marquesa de  Saluces (esposa que -hoy día- sería vista como incomprensiblemente sometida a su marido, poniendo éste a prueba la honra de ella a base de humillaciones contínuas, lo que constituiría un mal trato psicológico inaceptable, a los ojos de nuestra sociedad actual); Florencia la romana; Sicurant de Finale o la mujer de Bernabó de Génova (extraordinaria historia, contada originariamente por Boccaccio en el Decamerón).
Tras todos estos numerosos ejemplos de mujeres valientes y brillantes, la Dama Justicia es la encargada de llevar a vivir a la Ciudad de las Damas a la Reina de los Cielos que, con su séquito de damas gobernará la Ciudad. Estas damas de compañía serán las beatas vírgenes y todas las santas: Santa Catalina; Santa Margarita; Santa Lucía; la beata virgen Martina; Lucía de Siracusa; Santa Ágata; Santa Benita; Santa Fausta; Santa Justina; Santa Eulalia; Santa Macra; Santa Marciana; Santa Eufemia; Teodosia, Bárbara y Dorotea de Capadocia; Santa Cristina; Santa Marina; la beata Eufrosina; Santa Anastasia; Santa Teodota; Santa Natalia; Santa Afra; Drusiana (viuda que cuidó de Juan el Evangelista)...
Termina este libro dirigiéndose su autora a todas las mujeres: tras una advertencia para huir de los amores insensatos y de las pasiones enloquecidas, simples juegos placenteros que siempre acaban mal, Cristina finaliza diciendo lo siguiente: "Alegraos apurando gustosamente el saber y cultivad vuestros méritos. Así crecerá gozosamente nuestra Ciudad (...)".

Hace ahora setenta años (1949) de la primera publicación de El Segundo Sexo, de Simone de Beauvoir, y seiscientos catorce años (1405) de la publicación de la utópica La Ciudad de las Damas. Es decir, hay más de quinientos años (quinientos cuarenta y cuatro años, para ser más exactos) de diferencia entre ambas obras. S. de Beauvoir dijo de la autora veneciana y su obra que "es la primera vez que vemos a una mujer tomar su pluma en defensa de su sexo". Ambas autoras fueron mujeres muy destacadas y brillantes que, aunque vivieron en épocas muy distintas y sus obras son muy diferentes, coinciden en la misma voluntad de que las mujeres han de hacerse con el poder de los hombres. Del "feminismo bien temperado" de Cristina de Pizán al feminismo radical de El Segundo Sexo van dos maneras distintas de alcanzar una sola meta, perseguida por todas, que no es otra que ver a la mujer convertida en el "Patrono de la nave".

















Fuentes:

- De Pizán, Cristina: La Ciudad de las Damas (Le Livre de la Cité des Dames). Ediciones Siruela, Madrid, 2013.

-De Beauvoir, Simone: El Segundo Sexo. Tomos I ( Los Hechos y los Mitos) y II (La Experiencia Vivida). Ediciones Siglo Veinte. Buenos Aires (Argentina), 1962.



Noelia Rodríguez Padilla.