"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

domingo, 13 de octubre de 2019

EL PRISIONERO Nº 119.104 DE AUSCHWITZ Y EL SENTIDO INFINITO DE LA VIDA.




Todo lo que no me destruye, me hace más fuerte.
Nietzsche. El ocaso de los ídolos.

El hombre es ese ser capaz de inventar las cámaras de gas de Auschwitz, pero también es el ser que ha entrado en esas mismas cámaras con la cabeza erguida y el Padrenuestro o el Shemá Israel en los labios.

Et lux in tenebris lucet (y la luz brilla en medio de la oscuridad).
Viktor Frankl. El hombre en busca de sentido.



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En Vacas, cerdos, guerras y brujas. Los enigmas de la cultura (página 89, editorial Alianza, 1992), el antropólogo estadounidense Marvin Harris (1927-2001) escribió lo siguiente: "Somos la especie más peligrosa del mundo no porque tengamos los dientes más grandes, las garras más afiladas, los aguijones más venenosos o la piel más gruesa, sino porque sabemos proveernos de instrumentos y armas mortíferas que cumplen la misión de dientes, garras, aguijones y piel con más eficacia que cualquier simple mecanismo anatómico. Nuestra forma principal de adaptación biológica es la cultura, no la anatomía". De esta doble condición humana, la de ser seres capaces de lo más sublime y, al mismo tiempo, causantes de las mayores atrocidades imaginables, fue un destacado testigo el psicólogo vienés Víktor Frankl, "joven profesional prestigioso, bien posicionado en los círculos médicos y académicos de Viena". Con una carrera prometedora y una obra (manuscrito, a punto de publicar en el momento de su detención por los nazis) original, donde recogía sus teorías y críticas hacia el Psicoanálisis, vio truncadas sus esperanzas y sus sueños como fundador de la Logoterapia, actividades que - por fortuna- pudo retomar tras su liberación. Gracias a su amigo Paul Polak, quien guardaba una copia del manuscrito de Víktor, y complementando dicha obra con los apuntes que pudo hacer en el campo de concentración, pronto acabó la redacción definitiva de su obra, que se convirtió en un éxito mundial.
Dedicada a la memoria de la madre de V. Frank, El hombre en busca de sentido consta de las siguientes partes:



I. Un psicólogo en un campo de concentración.

                     -El informe del prisionero nº 119.104.
                     - 1º fase: Internamiento en el campo.
           - 2º fase: La vida en el campo.
                   - 3º fase: Después de la liberación.

II. Conceptos básicos de logoterapia. 


Dado el gran interés del contenido de  esta obra, reproduzco a continuación algunas de las reflexiones más destacadas vertidas a lo largo de ella. Sin ninguna duda, el Dr. Víktor Frank fue un hombre sumamente ilustre, pues supo recomenzar su vida, y eso lo convirtió, dadas las extraordinarias circunstancias de la misma, en un ser admirable, alguien al que hay que imitar.














EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO:


(...) Nos aferrábamos a un pensamiento obsesivo: seguir vivos para volver con la familia o salvar a un amigo.
Los escasos afortunados que sobrevivimos, gracias a una concatenación de casualidades o de milagros, estamos convencidos de que los mejores no regresaron.

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Mi intención, al elaborar este informe como prisionero,  fue la de describir, en virtud de mi experiencia y desde mi perspectiva de psiquiatra, cómo vivía el prisionero normal en el campo y cómo esa vida influía en su psicología.

Existen tres fases psicológicas: la fase inmediata al internamiento, la fase de adaptación y la fase que sigue a la liberación.

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El síntoma característico de la primera fase es el shock.
Todos creíamos que nos llevaban a una fábrica de munición como empleados para trabajos forzosos. Entonces se escuchó un grito angustiado: "¡Hay un letrero que dice Auschwitz!". Auschwitz evocaba las mayores atrocidades: cámaras de gas, hornos crematorios, exterminio.

Lentamente, teníamos que acostumbrarnos a la inmensa y terrible barbarie. En Psiquiatría, hay un estado de ánimo, la ilusión del indulto (concebir la infundada esperanza de que van a ser indultados en el último minuto).

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La idea de suicidarnos estaba presente en prácticamente todos nosotros, aunque fuera solo por momentos. Tocar la valla de alambre electrificada.

Si queréis seguir vivos, el único modo de conseguirlo es aparentar capacidad de trabajo. ¿Sabeis  a quién llamamos "musulman"? Al de aspecto miserable, por dentro y por fuera, enfermo y demacrado, incapaz de resistir el trabajo físico duro: ese es un "musulmán". Afeitaros a diario, manteneros siempre erguidos, andad con soltura, y no os mandarán a la cámara de gas.

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La apatía generalizada llevaba a una especie de muerte emocional. La represión de las reacciones normales. El carácter cambiaba.
La apatía, la anestesia emocional y la sensación de que a uno ya no le importa nada eran los síntomas caracterísiticos de la segunda fase de las reacciones psicológicas de los internados en el campo.
La apatía actuaba como un mecanismo necesario de autodefensa.
El prisionero experimentaba una regresión, retrocedía a un estado más primitivo de vida psíquica. Los deseos y aspiraciones se manifestaban en los sueños.
Todos nos sentíamos más muertos que vivos.

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Podía cultivarse una profunda vida espiritual. Las personas de mayor sensibilidad, acostumbradas a una activa vida intelectual, posiblemente sufrieran muchísimo; sin embargo, el daño inflingido a su ser íntimo fue menor, pues eran capaces de abstraerse del terrible entorno y adentrarse, a través de su espíritu, en un mundo interior más rico y dotado de paz espiritual. Solo así se explica paradoja de que los menos fornidos soportaran mejor la vida en el campo que los de constitución más robusta. 

La salvación del hombre consiste en el amor y pasa por el amor. "Los ángeles se abandonan en la eterna contemplación amorosa de la gloria infinita".

Seguí hablando con mi amada: yo le preguntaba y ella contestaba. Que esté o no presente esa persona, que siga viva o no, en cierto modo, carece de importancia. El amor trasciende la persona física del ser amado y halla su sentido más profundo en el ser espiritual, el yo íntimo. Ignoraba si mi mujer vivía y no tenía medios para averiguarlo, pero en aquel momento esa cuestión había dejado de inquietarme.

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La intensificación de la vida interior protegía al prisionero del vacío, la desolación y la pobreza espiritual, devolviendo a su vida anterior. Al dejar libre la imaginación, esta se solazaba en hechos del pasado.

A veces, sucedía que, en pleno trabajo, un prisionero atraía la atención de su compañero señalándole un resplandeciente crepúsculo...Salir a contemplar una maravillosa puesta de sol. ¡Qué hermoso podría ser el mundo!.

Mientras trabajaba, mi imaginación hablaba con mi mujer (...). En una violenta protesta contra lo inexorable de la muerte inminente, sentí que mi espíritu atravesaba todo el gris circundante, que trascendía ese mundo desesperado, y en algún lugar oí un victorioso "sí" en respuesta a mi pregunta sobre si finalmente la vida tenía sentido.

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El humor es otra de las armas del alma en su lucha por la supervivencia. Es sabido que el humor, más que cualquier otra cosa en la existencia humana, proporciona el distanciamiento necesario para sobreponerse a quialquier situación, aunque sea un instante.

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Si el prisionero no luchaba por mantener sus principios, terminaba por perder la conciencia de su individualidad  -un ser con mente propia, con voluntad e integridad personal- : la vida descendía al nivel animal. Los prisioneros eran conducidos como si fueran ganado (...). Igual que las ovejas medrosas se agolpan en el centro del rebaño, también nosotros buscábamos el centro de las formaciones; allí se recibían menos golpes de los guardias (...).Y a la vez ir en el centro nos protegía del frío y del viento (...). Era la ley del instinto de conservación del Lager: no llamar la atención. Hacíamos lo imposible para no llamar la atención de las SS.

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Los supervivientes de los campos aún recordamos a los hombres que iban a los barracones a consolar a los demás, ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Esos pocos son una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la libertad humana -la libre elección de la acción personal ante las circunstancias- para elegir el propio camino.
(...) Cada hombre puede decidir quién quiere ser -espiritual y mentalmente- y conservar su dignidad humana. Dostoyevski escribió: "Solo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos".
(...)Precisamente esa libertad interior, que nadie puede arrebatar, confiere a la vida intención y sentido.
Si hay un sentido en la vida, entonces debe haber un sentido en el sufrimiento. El sufrimiento es parte sustancial de la vida, como el destino y la muerte. Sin ellos, la existencia quedaría incompleta.
(...) Todo este sufrimiento, todas esas muertes, ¿tienen un sentido? De no ser así, tampoco tendría sentido sobrevivir a la estancia en el Lager.

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La libertad interior puede elevar al hombre por encima de un destino adverso. Cualquier hombre, a lo largo de su vida, se verá enfrentado a su destino y tendrá la oportunidad de convertir un puro estado de sufrimiento en una hazaña interior. Piénsese en los enfermos, en especial en los incurables.

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La observación psicológica de los prisioneros ha demostrado que el que sucumbía a las influencias degradantes del Lager era quien ya previamente se había abandonado en el nivel espiritual y humano, quien ya no poseía amparo moral. Y ¿qué podría constituir ese amparo interior?
(...) El hombre que se dejaba vencer por la ausencia de futuro ocupaba su mente con pensamientos retrospectivos. Es la tendencia a refugiarse en el pasado para apaciguar el horror del presente haciéndolo menos real.
(...) Muchas veces, las circunstancias excepcionalmente adversas otorgan al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo (...) Aquellos que preferían cerrar los ojos y refugiarse en el pasado, para esas personas, la vida perdía todo su sentido.
(...)El desafío de elegir qué hacer de la vida en el Lager: convertir esa tremenda experiencia en una victoria, transformarla en un triunfo interior, o bien desdeñar la experiencia y limitarse a vegetar, como hicieron casi todos los prisioneros.

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El prisionero que perdía la fe en el futuro -en su futuro- estaba condenado. Con la quiebra de la esperanza faltaba, asimismo, la fuerza del asidero espiritual; se abandonaba y decaía y se convertía en un sujeto aniquilado, física y mentalmente.

(...) Quienes conocen la estrecha relación entre el estado de ánimo de una persona -su valor y su esperanza, o la falta de ambos- y la capacidad de su sistema inmunológico comprenderán que la pérdida repentina de esperanza puede desencadenar un desenlace mortal (...) El cuerpo sucumbe a la enfermedad.

(...) Cualquier intento por restablecer la fortaleza interior de los reclusos bajo las dramáticas condiciones de un campo de concentración requería, en primer lugar, proponerles un objetivo que diera sentido a su vida. Las palabras de Nietzsche "quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo" podrían ser la motivación de todos los esfuerzos psicohigiénicos y psicoterapéuticos de los prisioneros. Era preciso infundir un porqué -un objetivo- a su vida, con el fin de fortalecerlos para soportar el terrible cómo de su existencia. Pobre del que no percibiera ya ningún sentido en su vida, ninguna meta, y por tanto, ninguna finalidad para seguir viviendo: ese estaba perdido.

(...) Lo que se necesita urgentemente en tal situación es un cambio radical de nuestra actitud frente a la vida. En realidad no importa lo que esperamos de la vida, sino que importa lo que la vida espera de nosotros (...) Vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a las cuestiones que la vida plantea, cumpliendo la obligación que nos asigna.

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Un hombre que se vuelve consciente de su responsabilidad ante quien lo aguarda con todo su corazón, o ante una obra por terminar, nunca será capaz de tirar su vida por la borda.

(...) Posiblemente, la verdadera razón de su muerte era la pérdida de esperanza.

(...) Nuestras vivencias en el campo podrían resultar aprovechosas en el futuro...Y cité a Nietzsche: "Todo lo que no me destruye me hace más fuerte".

(...)La vida humana nunca, bajo ninguna circunstancia, deja de tener sentido, y este sentido infinito de la vida incluye también el sufrimiento y la agonía, las privaciones y la muerte.

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(...) Hay dos razas de hombres en el mundo, solo dos: la de los hombres decentes y la de los indecentes. Ambas se mezclan en todas partes y en todas las capas sociales.

(...) la historia nos brindó la oportunidad de conocer la naturaleza humana quizá como ninguna otra generación. ¿Qué es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es quien ha inventado las cámaras de gas, pero también el que ha entrado en ellas con paso firme, musitando una oración.

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Las reacciones del prisionero después de su liberación (...) Habíamos perdido la capacidad de sentir alegría y teníamos que volver a aprenderla lentamente. lo que les sucedía a los prisioneros se denomina en psicología "despersonalización". Todo parecía irreal, improbable, como un sueño.

(...) Así como un buzo -sometido a la presión atmosférica- correría peligro si le quitaran de golpe la escafandra, el hombre repentinamente liberado de una tensión psicológica puede sufrir daños en su salud psíquica.

(...) Otras dos experiencias fundamentales amenzaban con dañar el carácter del hombre liberado: la amargura y el desencanto que sufría al regresar (...) Veía ahora que el sufrimiento no tenía límites, que todavía podía seguir sufriendo, y aún con más intensidad.

(...) Algunos se encontraron con que no los esperaba nadie. ¡Pobre de aquel que no encontró a la persona cuyo recuerdo le infundía valor en el campo!.

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Fuentes:

-FRANKL, VÍKTOR: EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO (MAN'S SEARCH FOR MEANING), HERDER EDITORIAL, BARCELONA, 2015.