Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".
Hallado un libro inédito de Pío Baroja sobre la Guerra Civil
'Los caprichos de la suerte' cierra la trilogía del autor sobre el conflicto
El manuscrito fue encontrado en Itzea, la casa familiar de los Baroja en Bera (Navarra)
Pío Baroja (centro) posa durante una reunión con familiares y amigos en su casa 'Itzea', en Vera, en 1955. / EFE
Con un hombre que viaja a pie de Madrid a Valencia mientras comprueba
los jirones de vida que España se ha dejado en la Guerra Civil empieza
la novela inédita de Pío Baroja,Los caprichos de la suerte. Con esta obra el escritor donostiarra (San Sebastián, 1872 - Madrid, 1956) cerraba la trilogía de la Guerra Civil española, Las Saturnales, iniciada con El cantor vagabundo y Miserias de la guerra,
publicada en 2006. Es el último hallazgo barojiano, encontrado en una
carpeta olvidada en los archivos de Itzea, la casa familiar de los
Baroja en Bera (Navarra), y que confirma tres elementos del escritor: su
obsesión por el conflicto español y las teorías sobre sus causas, la
presencia de un amor frustrado, habitual en su narrativa, y su estilo
directo y claro.
Un hallazgo que aparece unos 65 años después de haber sido escrito y
que será publicado en noviembre por Espasa, según informaba ayer el
diario ABC. El libro tendrá dos presentaciones: la primera es
la novela como tal con un prólogo posicional y la segunda en la
colección Austral, en edición no crítica pero sí filológica y con un
prólogo de José-Carlos Mainer sobre Baroja y la Guerra Civil. Mainer es
el encargado de esta edición y de las Obras completas del escritor en
Galaxia Gutenberg.
Los caprichos de la suerte confirma y amplía, según Mainer,
“la visión absolutamente negativa de la Guerra Civil. Baroja consideraba
que fue una barbaridad y que la culpa la tuvo en buena medida la
democratización de la política, y la politización de la sociedad
española, incluso la República, donde la gran víctima fue la burguesía”.
Es parte de la mirada de Juan de Oyarzun, aquel hombre que cruza
España a pie, y a través del cual se vislumbra la vida de Pío Baroja. Su
gusto por las caminatas y la observación de los paisajes y sus
descripciones impresionistas mezcladas de reflexiones. Y su obsesión: la
Guerra Civil. A medida que la novela avanza, los tintes autobiográficos
también lo hacen. De Madrid a Valencia, de Valencia a París, y luego a
América, un viaje que siempre tuvo en mente Pío Baroja.
Censura del franquismo
“No hemos descubierto El árbol de la ciencia, ni es una de
sus grandes obras, pero sí tiene un enorme interés para completar su
trilogía de la Guerra y sus reflexiones sobre la misma”, asegura
José-Carlos Mainer.
Como el mismo De Oyarzun, la trama de la nueva novela tiene tres estaciones, cuenta Mainer: nace y procede de Los caprichos del destino, una novela corta de comienzos de los años cuarenta; se desarrolla y finalmente se hace grande en el libro ahora hallado, Los caprichos de la suerte. De éste nacerán, además, dos nuevas obras barojianas: El hotel del cisne y Aquí, París.
La novela hallada, escrita entre 1948 y no más tarde de 1952,
seguramente fue creada en Madrid, pero apareció en Itzea, en aquel
caserón de tres plantas rodeado de árboles que Pío Baroja compró en 1912
a las afueras de Bera y cerca del arroyo de Xantelerreka, en Navarra.
Allí, en las carpetas organizadas por la familia, aguardaba esta
historia de la cual algo avanzaba ya Miguel Sánchez-Ostiz en 2006 en el
prólogo de Miserias de la Guerra: “No hay, que yo sepa, versión
final, sino tres paquetes de cuartillas mecanografiadas cosidas con
liza, perfectamente publicables porque apenas tienen (o necesitan)
correcciones”. Una publicación que el franquismo truncó. Hasta ahora.
Cuando en otoño aparezcan Los caprichos de la suerte, se
completará el proyecto literario y de pensamiento de Baroja. Si las dos
primeras partes están en el marco de la Guerra Civil, la tercera se
sitúa a comienzos de la posguerra y de la II Guerra Mundial.
El original de la novela inédita son unos folios manuscritos de
Baroja. Tradicionalmente, el escritor los pasaba luego a alguien para
que lo mecanografiara, muchas de las veces a José García Mercadal, según
recuerda José-Carlos Mainer. Y no eran cuartillas comunes. A Baroja le
gustaba que fueran mecanografiadas de manera apaisada, con lo cual cada
línea era más larga y permitía avanzar rápidamente al girar menos el
rodillo de la máquina. Son poco más de 200 hojas con muchas anotaciones,
apuntes y añadidos, cuya cuidadosa transcripción ha hecho Ernesto
Viamonte.
“Pío Baroja se pasó la posguerra escribiendo sobre la Guerra Civil y
ahora se completa su mirada y panorama”, afirma Mainer. Para el
catedrático, escritor y crítico, las tres novelas están interconectadas
más allá del tema central. Lo más barojiano de Los caprichos de la suerte,
cuenta Mainer, es la descripción del viaje inicial “con fuerza e
intensidad que no es fácil encontrar en el último Baroja por su enorme
sensibilidad del paisaje”. Es la mirada de aquel hombre que desde el
centro del país camina y camina mientras ve que la España del ayer
sombrío sigue ahí.
Se completa el corpus de Baroja
Que existía una trilogía, unos textos inconclusos, que se conservaban
en la casa de los Baroja en Bera, siempre se ha sabido. En 1972, año
del centenario del nacimiento de Baroja, en una exposición en la
Biblioteca Nacional, ya se mostraron algunas cuartillas, fragmentos de
esa trilogía. Ya entonces Andrés Amorós quiso publicar ese mismo año un
texto hallado y titulado Madrid y la revolución, a cuya publicación se opuso la familia. En la muy útil y documentada Guía de Pío Baroja. El mundo barojiano,
que editó el otro sobrino de don Pío, Pío Caro Baroja, ya se hablaba,
en el apartado de novelas inéditas, de algunos títulos escritos a
finales de su vida —el año que viene, 2016, se cumplen 60 años de su
muerte—, donde se encontrarían algunos de estos textos incompletos,
confusamente ordenados, y más delicados. Se decía en 1987, año de
aparición de esta Guía, que era propósito de
la familia “darlas a la lux con un estudio”. Algunos de estos libros se
han ido publicando en los diez últimos años en la propia editorial
familiar, Caro Raggio Editor, que lleva ahora el hijo de Pío Caro
Baroja. Y en 2006 apareció Miserias de la guerra (Alianza) y en noviembre llegará Los caprichos de la suerte (Espasa).
Es de esperar que la publicación de la novela inédita acabe por
completar el siempre vivo y complicado corpus narrativo de un autor que
frente a polémicas y leyendas sigue siendo estando vigente. Un escritor
siempre vivo y lleno de interés.
"Vive tu vida como si tu madre estuviera mirando, porque probablemente
lo esté haciendo: el fragmento de población que está creciendo con más
fuerza en Facebook es el de las mujeres de 55 a 65 años".
Eric Qualmann.
Extraído del blog de Pablo Fernández Burgüeño, abogado ejerciente, especializado en Derecho Tecnológico y de Internet. Socio cofundador del bufete Abanlex
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Facebook ya tiene una ficha sobre ti, aunque no seas usuario la red social
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una foto en la que estás con tu abuelo; subes otra y Facebook une caras
por medio del reconocimiento facial; en una publicación dijiste que tu
abuelo se llama ‘Juan’ y ¡Zas! Abuelo + Juan + 2 x foto +… Cuando te
creas una cuenta en Facebook, le autorizas para que extraiga información
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Facebook trata igual los datos de niños de 13 a 17 años y de adultos de 18 o más años.
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El papa Francisco, el miércoles en el Vaticano. / Alessandra Tarantino (AP)
La primera encíclica de Francisco, Laudato si',
dedicada a la “deuda ecológica” contraída con nuestro planeta, ha
confirmado, si es que era necesario, que la Iglesia tiene hoy a su
frente a un Papa que se escapa a todos los esquemas del pasado. Nos
hallamos, en efecto, ante el obispo de Roma más diferente desde los
tiempos del apóstol Pedro.
Su primera encíclica, que coloca en un mismo abrazo a la fe y a la
ciencia, a Dios y a la Tierra y crea un nuevo pecado, el ecológico,
podrá hacer estremecer a no pocos católicos tradicionales.
Francisco, en vez de empinarse hasta los cielos con una encíclica
sobre Dios vociferando contra los pecados, contra la fe y la moral, ha
bajado hasta los infiernos de los detentores del poder que con su
avaricia por querer dominar la Tierra, según sus cálculos capitalistas,
prepararan para las nuevas generaciones un planeta “de escombros,
desiertos y suciedad”.
Para Francisco, al mejor estilo de los teólologosde la liberación,
condenados al ostracismo por sus antecesores por considerarlos más
volcados en lo humano que en lo divino, se coloca a sí mismo en la
versión más moderna de "teólogo de la ecología”, en expresión acuñada
por el brasileño Leonardo Boff.
La nueva encíclica quiebra paradigmas en la Iglesia que un día
condenó a Galileo y que vivió un largo divorcio de siglos con la ciencia
y los no creyentes. En ella, se da voz y credibilidad a los científicos
modernos más serios, prescindiendo de si son o no creyentes, empeñados
en demostrar que somos nosotros, con nuestra codicia y descuido, los
responsables por los graves cambios que ya se advierten en el planeta.
Leyendo con atención la nueva encíclica, queda claro que el Papa que
apostó desde el primer momento de su pontificado por la periferia pobre y
saqueada de la tierra, por la escoria humana, con clara y valiente
visión evangélica, sabe lo que se juega.
Sabe que la Iglesia se juega su presente y su futuro, su credibilidad
y la misma fidelidad a su mensaje original, no en las viejas teologías y
derechos canónicos, sino en la defensa de lo que es más nuestro como es
el planeta. Una riqueza que es social, que no debe tener dueños
definitivos, sino que pertenece a todos, especialmente a los que más
sufren las consecuencias de su explotación por los que se creen los
dioses intocables del poder.
Una encíclica que al abordar un tema fundamental que afecta a todos,
creyentes, agnósticos y ateos, ricos y pobres, por su interés universal y
los peligros que acechan a la humanidad entera, es a la vez la más
ecuménica de todas las hasta ahora proclamadas por un papa.
En un mundo huérfano de líderes mundiales capaces de imponerse por su
fuerza moral y de enfrentarse ante los tiranos como hizo Jesús con
Herodes, la arriesgada decisión del papa Francisco de dedicar su primera
encíclica no al cielo, sino a la tierra, condenando a los responsables
del nuevo holocausto ecológico, lo consagra como un gran líder mundial no sólo espiritual sino también social y hasta político.
Creatividad y psicosis comparten las mismas raíces genéticas
Un estudio de más de 150.000 europeos relaciona la creatividad con
genes que aumentan el riesgo de esquizofrenia y trastorno bipolar
«Está científicamente demostrado que
la frontera entre la genialidad y la locura es muy estrecha. Bobby
Fischer tenía un cociente intelectual superior al de Einstein, pero fue
una persona muy infeliz».
Leontxo García Olasagasti.
Detalle de un autorretrato de Van Gogh
Algunas enfermedades psiquiátricas pueden ser entendidas
como una forma diferente de pensar. Eso mismo caracterizaba a Miguel
Ángel, Charlie Parker, Beethoven, Virginia Woolf, Van Gogh y muchos
otros. De ellos se ha dicho que su arte se debía en parte a trastornos
psiquiátricos, lo que ha contribuido a reforzar la idea de que ningún
genio ha existido sin una mezcla de locura, como dijo Aristóteles.
Ahora, un estudio que ha analizado a decenas de miles de personas
desvela que hay una conexión genética entre enfermedades como la esquizofrenia o el trastorno bipolar y la creatividad.
Como en cualquier otra rama de la biología, la gran
pregunta es cuánto le debe la creatividad a factores ambientales, como
la educación o estar rodeado de otros artistas, y cuánto a la genética
heredada de padres y otros parientes.
El nuevo estudio, publicado hoy en Nature Neuroscience,
intenta responder analizando el genoma de 86.000 personas en Islandia.
Sus autores, liderados por la empresa de análisis genéticos deCODE,
buscaron pequeñas variaciones en el orden de las 3.000 millones de
letras de ADN que componen el genoma humano. Algunas de esas erratas
pueden duplicar el riesgo medio de una persona de sufrir esquizofrenia o
elevar un tercio sus probabilidades de padecer trastorno bipolar. Una
vez detectadas esas variantes, y ante la inmensa complicación de definir
qué es la creatividad y medirla, los expertos analizaron el genoma de
1.000 personas del mismo país que forman parte de asociaciones
nacionales de artistas visuales, bailarines, actores, músicos y
escritores. Este último grupo de profesionales, señala el trabajo,
tenían un 17% más de posibilidades que el resto de la población de
llevar alguna de las variantes de riesgo, aunque ninguno sufría las dos
dolencias analizadas.
Las mismas variantes genéticas también estaban más
presentes en las profesiones citadas cuando el equipo analizó los genes
de más de 8.000 suecos y 18.452 holandeses. Los creadores tenían un 25%
más de probabilidades de tener algún gen de riesgo. Los resultados no se
explican por el cociente intelectual, el historial familiar de
enfermedades psiquiátricas o el nivel educativo. Por eso sus autores
concluyen que la creatividad se debe en parte a variantes genéticas que
son las mismas que aumentan el riesgo de sufrir las dos enfermedades
estudiadas.
“Estos resultados no deberían sorprendernos porque para ser
creativo tienes que pensar de forma diferente al resto de la gente y
nuestro equipo ya había demostrado en un estudio anterior que las
personas portadoras de variantes que predisponen a la esquizofrenia lo
hacen”, explica Kari Stefansson, director general de deCODE y coautor
del trabajo, en el que también han participado centros de investigación
de Islandia, Suecia, Reino Unido, Holanda y EE UU.
La esquizofrenia es un enigma evolutivo. La enfermedad
tiende a reducir las capacidades reproductivas de los pacientes, pero su
prevalencia parece muy estable, afectando en torno al 1% de la
población general. Es posible que la enfermedad tenga ventajas
asociadas, lo que podría explicar la paradoja. Pero según el nuevo
estudio las personas creativas analizadas tenían menos hijos que la
población general, lo que descarta en principio que los beneficios
creativos asociados a la esquizofrenia expliquen el enigma.
Mezcla complicada
Miguel Bernardo,
psiquiatra del Hospital Clínic (Barcelona) y presidente de la Sociedad
Española de Psiquiatría Biológica, ofrece una opinión independiente
sobre el trabajo liderado por Stefansson. “Es la primera vez que se
realiza un estudio genético en busca de marcadores de esquizofrenia y
creatividad en una población tan grande”, resalta. El hecho de que la
mayoría de los participantes sean islandeses, una población muy
homogénea desde el punto de vista genético, aporta mayor fiabilidad,
destaca.
Pero el trabajo presenta también problemas que muestran lo
difícil que es investigar este campo. “El marcador de creatividad era
pertenecer a una sociedad profesional, lo que es muy relativo pues en
ellas también habrá muchas personas que carezcan de ella”, advierte
Bernardo.
Hasta el momento se han descubierto entre 100 y 110
variantes genéticas relacionadas con esta enfermedad, pero esta solo
aparece “cuando se tienen varios genes asociados a ella y estos
interactúan entre sí”, resalta el experto. Por lo tanto, las variantes
de riesgo destapadas por el estudio pueden ser solo la punta del iceberg
y que haya muchos otros condicionantes genéticos que predisponen a ser
creativo y no estén relacionados con enfermedades psiquiátricas.
Un ejemplo metafórico sirve para explicarlo. Si la
distancia total entre la persona menos creativa del mundo y un artista
fuese de un kilómetro, dice David Cutler, del departamento de Genética
humana de la Universidad Emory (EE UU), las variantes genéticas
detectadas solo explicarían 3,9 metros de esa separación. “Los efectos
observados” son “reales”, dice, pero también “pequeños y repartidos
entre cientos o miles de genes”, resalta este experto en declaraciones
recogidas por Science Media Centre. En otras palabras, aún queda mucho
trabajo científico que hacer para conocer cuál es la mezcla exacta de
locura que hay en la mente de un genio o de cualquier persona creativa.
La científica más importante de España no cree que haya nada
después. «Algunos me dicen que mi marido me está viendo. Ojalá tuviera
ese consuelo. Sería más feliz»
El despacho de la mejor científica española es tan austero y tan
pequeño que parece de mentira. Aquí, en seis metros cuadrados, se
agolpan los papeles y apenas queda sitio para un ordenador y numerosas
carpetas que se apilan en un equilibrio no demasiado estable. En la
mesita redonda que ocupa casi la mitad del espacio disponible –y que
también está llena de informes y documentos– come cada día, a eso de la
una de la tarde, un menú que rara vez cambia y que trae de casa: un
sandwich de queso, una manzana y un té. Hace sola ese frugal almuerzo en
apenas unos minutos, y vuelve al trabajo. Margarita Salas (Canero,
Asturias, 1938) no entiende la vida fuera de su laboratorio, en el
Centro de Biología Molecular Severo Ochoa. «Aquí me concentro y me
olvido del mundo», confiesa con una sonrisa tímida que recuerda a
aquella niña que cuando entró en el colegio se pasó el primer año sin
pronunciar palabra. Se concentra frente a la imagen de un virus, el
PHI-29, sobre el que lleva trabajando 48 años, en una tarea
investigadora que ha dado excelentes resultados que han hecho posible
amplificar el ADN. De ahí salió una patente con una aplicación muy vista
en las modernas series policiales de la televisión: cada vez que en
‘CSI’, ‘Bones’ y cualquier otra sobre forenses aparecen restos humanos
en los que casi no queda rastro de ADN, recurren a ese amplificador y en
muchos casos consiguen identificarlo. «Supongo que también lo habrán
usado con los huesos que se considera que son de Cervantes», asegura.
Margarita Salas y su equipo lo han hecho posible.
Su padre fue uno de los afortunados que pasaron por
ese semillero de talentos que fue la Residencia de Estudiantes. ¿Qué le
contaba de aquellos años?
Allí coincidió, entre otros, con Buñuel, Dalí y Lorca. También estaba
Severo Ochoa; eran primos y tenían la misma edad. El recuerdo que tenía
de todo aquello era fantástico. Nos hablaba de cuando estuvieron Albert
Einstein y María Curie dando conferencias. Y de unos ripios de Lorca:
«Yahí se reúnen tomando café/ junto al bacilo del tétanos/y la mosca
tse-tsé».
Usted no tuvo la suerte de estar en la Residencia. Nació antes de que finalizara la Guerra.
No, y además mi padre había estado unos meses en la cárcel durante la
Guerra Civil. Era sobrino de Álvaro de Albornoz, que había sido
ministro de la República. Mientras trabajó en un psiquiátrico, defendió a
las monjas que estaban allí. Cuando llegaron los nacionales, él pensaba
que no le sucedería nada, pero lo metieron en la cárcel.
¿Y su madre?
Mi madre era maestra y gracias a eso mi padre pudo hacer un estudio con niños. Se habían casado el 3 de agosto de 1936.
No eran buenas fechas...
No, claro. Nada más casarse se fueron a Canero, donde mi abuelo tenía
una finca. En 1939, mi padre se quiso venir a Madrid, pero lo vetaron, y
se instaló en Gijón. Allí fui por primera vez a la escuela y me pasé el
primer año casi sin hablar, por pura timidez.
Luego estudió la carrera en Madrid. ¿Cómo se decidió por la Química?
Éramos tres hermanos, un chico y dos chicas, y mis padres tenían muy
claro que nosotras estudiaríamos en la Universidad. «Es la única
herencia que os voy a dejar», decía mi padre. Yo no sabía si hacer
Medicina o Química y al final me vine a Madrid a estudiar Química. En
cuanto llegué, me entusiasmó el laboratorio de Química Orgánica.
¿Cómo vivía una muchacha en una Facultad de Ciencias en aquellos años? Sería de las pocas alumnas que había.
No lo crea. Teníamos las clases en la Ciudad Universitaria, menos un
par de asignaturas, que se impartían en el edificio de San Bernardo. En
algunas materias, estábamos separados chicos y chicas. No éramos pocas,
alrededor de un tercio de la clase. Lo que sucedió fue que la mayoría se
casaron incluso antes de terminar la carrera y lo dejaron. Algunas se
reengancharon tiempo después.
¿Usted siempre tuvo claro que se dedicaría a la investigación?
No. Tenía dudas y en ocasiones pensaba que terminaría en una empresa.
Pero al acabar tercero, entonces la carrera era de cinco años, en unas
vacaciones en Asturias conocí a Severo Ochoa. Había estado mucho tiempo
sin aparecer por España porque no quería saber nada del régimen de
Franco, pero finalmente empezó a venir en agosto. Pasaba quince días en
Luarca y otros quince en Gijón.
¿Cómo lo conoció?
Mi padre lo invitó a comer en casa y yo le conté lo que estaba
estudiando. Él nos invitó a una conferencia que iba a pronunciar en
Oviedo. Fuimos y yo quedé fascinada. Yo aún no había estudiado
Bioquímica y al regresar a EE UU Ochoa me envió un libro. Lo leí y para
cuando acabé la carrera ya tenía decidido cuál iba a ser mi futuro.
Y se puso a ello.
Sí. Ochoa me sugirió hacer la tesis en España, con Alberto Sols, que
era un excelente bioquímico, y luego irme a EE UUa seguir un curso
postdoctoral con él. Así empezó todo. Yo estoy convencida de que la
vocación no nace, se hace. Y la investigación es una pasión.
La maternidad
Cuando llegó a EEUU ya se había casado con el científico Eladio
Viñuela, a quien conoció en la Facultad. «Era muy brillante», recuerda.
Se hicieron novios cuando ella estaba en quinto curso. Él había empezado
a trabajar en temas de genética, pero se puso a hacer la tesis doctoral
también con Sols. Cuando las acabaron, se casaron y se fueron a Nueva
York, donde vivieron tres años.
Al llegar sufrimos un verdadero impacto. Desde el punto de vista
científico, aquí no había nada, y allí los medios eran enormes. Y en lo
cultural... éramos como los paletos de pueblo que llegaban a Madrid. En
Nueva York, los paletos éramos nosotros. Sentimos una emoción intensa
viendo ‘Viridiana’, íbamos a exposiciones de arte y conciertos,
comprábamos discos...
¿Por qué regresaron?
Podríamos habernos quedado, es cierto. Pero nos planteamos volver
para enseñar aquí lo que habíamos aprendido. Nos vinimos de manera
condicional: si no podíamos trabajar, regresaríamos. Piense que en 1967
aquí no había financiación para hacer investigación. Pudimos volver
porque habíamos solicitado la realización de un proyecto a una
institución americana y nos lo concedió. Ochoa tuvo bastante que ver con
que nos lo dieran. Su ayuda fue decisiva.
Usted fue una madre tardía para la época porque
postergó la maternidad para poder desarrollar su carrera. ¿Qué le decían
su familia y sus amigos?
Era una especie de bicho raro por planificar la maternidad en función de la carrera. Muchos me preguntaban por qué lo hacía.
Y cuando ya tuvo a su hija, ¿sintió alguna vez que no la atendía lo suficiente, que no estaba con ella cuanto debía?
Antes de que naciera, mi marido y yo trabajábamos incluso los fines
de semana. Luego tuvimos en casa una señora que había sido mi niñera.
Era ella quien cuidaba de la niña y de la casa. Nosotros dejamos de
trabajar los fines de semana y entonces nos dedicábamos a estar con
ella. Hay mujeres que se siente culpables por prestar poca atención a
sus hijos. A mí no me sucedió nunca, porque sabía que la niña estaba muy
bien cuidada.
En esos años, además, empezaba con el virus PHI-29.
Sí, se descubrió en EE UU y pensamos que era un buen modelo para
iniciar el trabajo en España. Es pequeño, complejo y en ese momento no
era competitivo. Empezamos a estudiarlo a la vuelta de EE UU. De cara al
exterior, yo era la mujer de Eladio y él, quien dirigía el trabajo. Por
eso, él decidió iniciar un nuevo trabajo sobre un virus de la peste
africana para demostrar a nuestros colegas que yo podía dirigir un
proyecto. A partir de ahí fue cuando conseguí ser una científica con
nombre y no solo ‘la mujer de’.
¿Se ha sentido discriminada?
Sí, me he sentido así. No en la Facultad, pero sí en el doctorado.
Sols era muy buen científico, pero muy machista. Si me aceptó en su
programa fue porque llegué con una recomendación de Ochoa. De otra forma
no me habría cogido. Años después contó que cuando me presenté en su
despacho pensó: «Bah, una chica. Le daré un tema sin importancia y si lo
deja no pasa nada». Eso es lo que se esperaba de una mujer en la
investigación.
¿Ya partir de ahí? ¿Ha acabado esa discriminación?
Ahora hay más chicas haciendo tesis y en la concesión de becas no
existe discriminación. Tampoco en el CSIC para obtener un puesto. Pero,
en general, las mujeres no han llegado a los cargos más altos, a dirigir
grupos de investigación, por ejemplo. En parte porque hemos empezado
tarde, pero también porque nos hemos resistido a ocuparlos. En este
centro, por ponerle un ejemplo, ha habido veinte directores a lo largo
de su historia. Solo uno fue mujer:yo. No ha habido demasiados pasos
adelante.
Una académica muy activa
Cada jueves, la vida de Margarita Salas cambia de ritmo. Ese día, su
ocupación principal es la Real Academia, de la que forma parte.
Comisiones delegadas, juntas de gobierno, plenos... No habrá muchos
académicos que se lo tomen tan en serio, que dediquen tanto esfuerzo a
su tarea, desde las reuniones de media mañana centradas en la revisión
de términos hasta el pleno de las siete y media de la tarde. A veces
escapa a mediodía para estar un rato en su despacho, pero la mayor parte
de las veces apenas sale del edificio durante esa larguísima jornada de
diez horas. Lo cuenta con detalle y sorprende el entusiasmo con que
esta científica acostumbrada a mirar virus por el microscopio trabaja
con palabras.
Reconoce haber sido discriminada, es mujer y
académica. ¿Qué le parece que se duplique el género para hacer
‘visibles’ a las mujeres, que se hable de científicos y científicas?
Es ridículo. Creo que no hay que duplicar el género, aunque a veces
en un discurso esté bien hacerlo. Pero usar el masculino genérico no es
discriminatorio ni oculta a nadie.
Hay quien dice que los políticos duplican el género y así ocultan que luego hacen bien poco por la igualdad...
Ya hay leyes de igualdad... Mire, a mí no me gustan las cuotas. Toda
discriminación positiva supone una discriminación negativa para alguien.
No quiero que nos den nada por ser mujeres. No me gustaría que a lo
largo de mi carrera me hubiesen dado nada por esa causa. Eso sí, que
tampoco nos lo quiten. Hay un sitio en el que sí me parece importante
que se reserven al menos un 40% de los puestos para las mujeres:los
tribunales. Los hombres tienden a ver solo a los hombres a la hora de
elegir.
Hablando de tribunales y jurados... ¿Logrará el premio Nobel?
No. Sería un milagro y no creo en milagros.
¿Yel Princesa de Asturias de las Ciencias?
Es mi asignatura pendiente, pero sé que no me lo van a dar. Todos los
años me presentan... Y ese sí creo que me lo merezco porque a esa
altura sí estoy. Siento especialmente que no me lo den porque soy
asturiana.
Y marquesa.
Sí (sonríe). Me llamó Alberto Aza para decirme que el Rey quería
hacerme marquesa y me preguntó qué nombre me gustaría. Y como soy de
Canero, pues marquesa de Canero. Hace tiempo que no voy por allí, pero
cuando lo hago me hace ilusión ver la casa donde nací.
Una marquesa que no estuvo en la recepción de palacio tras la coronación de Felipe VI.
No me invitaron...
¿Qué le pide a la vida?
Salud. Eso le pido, porque tengo miedo a no tenerla. Yque mi hija sea feliz.
¿Tiene miedo a la muerte?
Sí, la muerte me asusta. Mi familia directa se compone de muy pocas
personas:mi hermana, mi hija y yo. No quiero dejar sola a mi hija.
¿Dedicarse a la ciencia, y más aún en su especialidad, cambia algo la percepción de la vida y la muerte?
Creo que no. No tengo conciencia de ver la vida de otra manera.
Dedicarte a la ciencia influye en el sentido de que no nos creemos el
centro del Universo... Pero me impresiona mucho la muerte. En los
últimos años han fallecido mi marido, mi hermano, mi madre hace poco,
con 101 años... A medida que vas cumpliendo años se ve más de cerca. A
mí me asusta, como le decía.
¿No cree que haya nada después?
No. Algunos me dicen que mi marido me está viendo. Ojalá tuviera ese consuelo. Sería más feliz. Pero no lo pienso.
Sin llegar a eso, ¿se imagina la vida fuera de este laboratorio?
No me gusta imaginarlo. Esto es mi vida. Si un día no pudiera venir,
sería muy desgraciada. Ya le he dicho al presidente del CSICque seré
como Rita Levi Montalcini, que seguía yendo a su laboratorio con 100
años. Sería terrible no estar aquí. Tengo otras actividades, las
academias de la Lengua y de Ciencias, doy conferencias... pero lo
primero es esto.
Acaba de citar a Levi Montalcini. ¿Es su modelo?
Ella decidió no casarse para no estar supeditada a un hombre. Ycuando
cumplió 100 años dijo que lo importante es no tener arrugas en el
cerebro. Las físicas no tienen importancia.
¿Es cierto que le gusta mucho bailar?
Sí, siempre me ha gustado. A lo agarrado, claro: pasodobles,
valses... Ahora tengo pocas ocasiones de hacerlo. Si acaso, en alguna
boda.
La persona que pierde su intimidad, lo pierde todo.
Milan Kundera.
Hoy hace exactamente dos años, en una habitación de un hotel de la
ciudad de Hong Kong, tres periodistas y yo trabajábamos con nervios
mientras esperábamos para comprobar la reacción del mundo ante la
revelación de que la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, en sus siglas
en inglés) mantenía registros de casi todas las llamadas telefónicas
realizadas en Estados Unidos. En los días siguientes, aquellos
periodistas y otros publicaron documentos que revelaban que Gobiernos
democráticos vigilaban las actividades privadas de ciudadanos corrientes
que no habían hecho nada malo.
En cuestión de días, el Gobierno de Estados Unidos respondió
presentando cargos en mi contra al amparo de leyes sobre el espionaje de
la época de la Primera Guerra Mundial. Los periodistas fueron
informados por sus abogados de que ellos también corrían el riesgo de
ser detenidos o de recibir una citación si regresaban a Estados Unidos.
Los políticos se apresuraron a condenar nuestros esfuerzos, por
antiamericanos, e incluso por traidores.
En mi fuero interno, hubo momentos en que me preocupó la posibilidad
de que hubiéramos puesto en peligro nuestras vidas privilegiadas para
nada, de que la opinión pública reaccionara con indiferencia, o adoptara
una actitud de cinismo ante las revelaciones.
Nunca he dado bastante las gracias por estar tan equivocado.
Descubrimos de nuevo que un derecho no vale por lo que esconde,
sino por lo que protege
Y es que dos años después, la diferencia es profunda. En un solo mes,
los tribunales estadounidenses declararon ilegal el programa invasivo
de seguimiento de llamadas telefónicas de la Agencia Nacional de
Seguridad y el Congreso lo desautorizó. Tras una investigación realizada
por la Casa Blanca, que concluyó que este programa nunca había detenido
ni un solo ataque terrorista, hasta el presidente, que llegó a defender
su razón de ser y criticó que fuera revelado, ha ordenado ahora su
cierre.
Este es el poder de una opinión pública bien informada.
Poner fin a la vigilancia masiva de las llamadas telefónicas privadas
en aplicación de la Ley Patriótica (Patriot Act) estadounidense es una
victoria histórica para los derechos de todos los ciudadanos, pero solo
es el último fruto de un cambio en la toma de conciencia global. Desde
2013, instituciones de toda Europa han declarado ilegales otras leyes y
operaciones semejantes y han impuesto nuevas restricciones a futuras
actividades. Naciones Unidas proclamó que la vigilancia masiva
constituía una violación de los derechos humanos sin paliativos. En
América Latina, los esfuerzos de ciudadanos de Brasil dieron lugar al
Marco Civil, primera Declaración de los Derechos en Internet en todo el
mundo. Reconociendo el decisivo papel que desempeña una población bien
informada a la hora de corregir los excesos del Gobierno, el Consejo de
Europa pidió la promulgación de nuevas leyes que impidan la persecución
de aquellos que denuncian irregularidades.
Poner fin a la vigilancia masiva de las llamadas telefónicas es una victoria histórica global
Más allá de las fronteras de la ley, los progresos se han producido
con mayor rapidez si cabe. Los técnicos han trabajado de modo incansable
para rediseñar la seguridad de los dispositivos que nos rodean, junto
con el propio lenguaje de Internet. Se han detectado y corregido
deficiencias secretas en infraestructuras críticas que los Gobiernos han
aprovechado para facilitar la vigilancia masiva. Salvaguardias técnicas
básicas como la encriptación —antes considerada esotérica e
innecesaria— están habilitadas ahora por defecto en los productos de
empresas pioneras como Apple, lo que garantiza que, aun en el caso de
que suframos el robo del teléfono, nuestra vida privada sigue siendo
privada. Estos cambios estructurales de carácter tecnológico pueden
garantizar el acceso a privacidades básicas más allá de las fronteras,
aislando a los ciudadanos corrientes de la aprobación arbitraria de
leyes contra la privacidad, como las que ahora se abaten sobre Rusia.
Aunque hemos recorrido un largo camino, el derecho a la privacidad
—fundamento de las libertades consagradas en la Carta de Derechos de
Estados Unidos— sigue estando bajo amenaza por parte de otros programas y
autoridades. Algunos de los servicios en línea más populares del mundo
han sido reclutados como colaboradores en los programas de vigilancia
masiva de la Agencia Nacional de Seguridad, y las empresas de tecnología
reciben presiones de Gobiernos de todo el mundo para que trabajen en
contra de sus clientes en vez de hacerlo en su favor. Se siguen
interceptando miles de millones de registros de localización y
comunicaciones de teléfonos móviles por orden de otras autoridades, sin
tener en cuenta la culpabilidad o inocencia de los afectados.
Nos hemos enterado de que nuestro Gobierno debilita de forma
intencionada la seguridad fundamental de Internet con “puertas traseras”
que transforman las vidas privadas en libros abiertos. Se siguen
interceptando y vigilando metadatos que revelan las asociaciones
personales y los intereses de usuarios corrientes de Internet en una
escala sin precedentes en la historia: mientras usted lee estas líneas,
el Gobierno de Estados Unidos está tomando nota.
Fuera de Estados Unidos, responsables de espionaje de Australia,
Canadá y Francia han aprovechado tragedias recientes para tratar de
obtener nuevos poderes intrusivos, a pesar de los abrumadores indicios
de que tales autoridades no habrían impedido en modo alguno los ataques.
El primer ministro británico, David Cameron, reflexionó recientemente:
“¿Queremos permitir que exista un medio de comunicación entre la gente
que ni siquiera podemos leer?”. No tardó en encontrar él mismo la
respuesta, y proclamó que “durante demasiado tiempo hemos sido una
sociedad pasivamente tolerante, en la que decíamos a nuestros
ciudadanos: siempre que acates la ley, te dejamos en paz”. Al comenzar
el nuevo milenio, pocos imaginaban que los ciudadanos de las democracias
desarrolladas no tardarían en verse en la necesidad de defender el
concepto de sociedad abierta contra sus propios dirigentes.
Pero el equilibrio de poder está empezando a cambiar. Estamos
presenciando la aparición de una generación posterior al terror, una
generación que rechaza una visión del mundo definida por una tragedia
singular. Por primera vez desde los atentados del 11 de septiembre de
2001, vemos atisbos de una política que se aparta de la reacción y el
miedo en favor de la resiliencia y la razón. Con cada victoria en los
tribunales, con cada cambio en la ley, estamos demostrando que los
hechos son más convincentes que el miedo. Y, como sociedad, estamos
descubriendo de nuevo que el valor de un derecho no reside en lo que
esconde, sino en lo que protege.
Edward Snowden fue analista de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de Estados Unidos.
Es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta.
Orson Welles.
No hay más que ver sus fotos. Jan, este precioso niño de cinco años de edad, rubio, ojos azules y eterna sonrisa, nació en 2009. Su historia, aparentemente, no es más especial que la de otro niño de su misma edad. Pero no es así. Jan nació con Síndrome de Down. Su padre, Bernardo Moll Otto, cámara de profesión, ha querido reflejar el transcurso de los cinco primeros años de su hijo a través de esta cinta. El resultado es una película, "LA HISTORIA DE JAN", que está buscando financiación -a través del crowfunding- para poder llegar a las salas y a un público más amplio. Ojalá que esta película alcance todo el éxito que se merece.
"La ciencia se compone de errores, que a su vez, son los pasos hacia la verdad".
Julio Verne
Mire el vídeo, porque posiblemente usted esté vivo gracias a sus
protagonistas, amorfos y con un tamaño similar a la décima parte del
ancho de un pelo humano. Lo que parece un juego de comecocos pintados
por Salvador Dalí es nuestro ejército de élite de glóbulos blancos
luchando a muerte contra el cáncer. Las masas amorfas de color naranja o
verde son linfocitos T citotóxicos, las células que patrullan nuestro
organismo identificando y destruyendo las células cancerígenas, en azul.
Una cucharilla de té llena de sangre humana alberga unos cinco millones de linfocitos T.
Hay miles de millones en nuestro organismo, empeñados en mantenernos
vivos. Un equipo de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) ha grabado
ahora esta lucha con una precisión desconocida hasta ahora.
En las imágenes, los linfocitos se mueven rápidamente, investigando
su entorno a medida que avanzan. Cuando se topan con un sospechoso, unas
protuberancias de su membrana abrazan al presunto enemigo en busca de
signos reveladores del cáncer en su superficie. Si confirman su carácter
maligno, los linfocitos se unen a la célula cancerígena y le inyectan
proteínas venenosas conocidas como citotoxinas, de color rojo en el
vídeo. Una vez emponzoñadas, el destino de las células tumorales es
inexorable: se marchitan y mueren.
Griffiths (centro), con su equipo de la Universidad de Cambridge.
“Es la primera vez que se graba este proceso en tres dimensiones.
Hasta ahora solo se había conseguido filmar estas células asesinas en
dos dimensiones, así que no había sido posible observar con claridad los
eventos que ocurren en su interior, porque todo lo que teníamos eran
imágenes planas”, explica la inmunóloga británica Gillian Griffiths, directora del Instituto de Investigación Médica de Cambridge y principal responsable del estudio.
Espero que este tipo de filmes nos permita mejorar los tratamientos contra el cáncer", afirma la inmunóloga Gillian Griffiths
Su película en 3D desnuda el proceso por el cual los glóbulos blancos
se reorganizan internamente para asestar la inyección letal. “Espero
que este tipo de filmes nos permita mejorar los tratamientos contra el
cáncer. Al aclarar los cambios que ocurren dentro de las células,
podremos descubrir por qué en ocasiones los linfocitos no pueden
controlar algunos tumores”, opina Griffiths. “También podríamos
identificar maneras de hacer más eficaces estas células asesinas”,
añade.
El equipo de la inmunóloga británica ha empleado las últimas técnicas
de imagen disponibles, en colaboración con el físico estadounidense Eric Betzig, investigador del Instituto Médico Howard Hughes y ganador del premio Nobel de Química en 2014 por el desarrollo de la microscopía de fluorescencia de alta resolución. Su trabajo se publica hoy en la revista especializada Immunity.
Además de intentar mejorar las terapias contra el cáncer, el
laboratorio de Griffiths busca combatir las enfermedades autoinmunes,
originadas cuando los glóbulos blancos atacan por error las células
sanas del organismo. La inmunóloga se ha centrado en la linfohistiocitosis hemofagocítica familiar, un síndrome habitualmente letal que se detecta en 1 de cada 50.000 nacimientos.
Hoy, lunes 18 de Mayo ( fue en 2009) dejó de latir el corazón del ser que me dio la vida y que lo era todo para mi: mi madre, Ascensión. Con su desaparición física, todos mis esquemas vitales se derrumbaron completamente.Hasta entonces, no había tenido una relación tan cercana ni con la muerte ni con la enfermedad. De ambas he aprendido mucho.
La muerte nos deja indefensos, desnudos y mudos ante el misterio de la vida, sobretodo cuando somos jóvenes, y sirve para darnos cuenta de que no somos nada y de que nuestra vida es tan sólo un leve pestañeo de los ojos de un Universo con eones de existencia, del que no sabemos casi nada, imposible de abarcar y de entender en su totalidad.
"Cómo se viene la muerte tan callando", escribió el poeta palentino Jorge Manrique, en unos versos que constituyen una de las mejores reflexiones escritas acerca de la fugacidad de nuestra existencia (las Coplas por la muerte de su padre). Sólo sabemos con seguridad que, tras la muerte, la vida sigue su curso, imparable y omnipresente, como bellamente escribió Wenceslao Fernández-Flórez, al final de su "obra más querida y entrañable", El Bosque Animado.
De la tierra venimos y a ella volveremos. En nuestra mente y en nuestro universo particular, mientras vivamos, siempre permanecerá imborrable el inmenso amor por nuestra madre. Mientras tanto, y a través de la simpática y bonita sonrisa de sus pequeños nietos, ella nos dice que sigue estando con todos nosotros.
“Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y
pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron
estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo
retoñaba y revivía y se erguían otros árboles y se encorvaban otros
hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz
no se aflojó nunca.
Y allí están con
sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual
cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas,
porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite
no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito”.
El Bosque Animado. Colección Austral nº 1356. Espasa-Calpe, 1965.
El mejor científico está abierto a la experiencia, y esta empieza con un romance, es decir, la idea de que todo es posible.
Ray Bradbury.
El diario ABC de hoy trae, en su apartado dedicado a la ciencia, una noticia esperanzadora para los enfermos de cáncer. Se ha descubierto una nueva vía para atacar la enfermedad, con los menores efectos secundarios posibles. Esta vía consiste en atacar a los escudos de los telómeros de las células tumorales:
El grupo de María Blasco, en el CNIO, ha
atacado los telómeros de las células tumorales para provocar su muerte.
La técnica podría usarse contra otros tipos de cáncer
Cuando ciertos genes reguladores dejan de
funcionar, las células sufren una especie de revolución que las aparta
del camino establecido. Como si hubieran caído en el «lado oscuro de la
fuerza», comienzan a multiplicarse muy rápidamente y provocando daños
al propio organismo que las ha permitido desarrollarse. Para ello,
sufren varias transformaciones que las hacen inmortales. Por ejemplo,
«aprenden» a evitar el acortamiento de los telómeros, que son los extremos de los cromosomas donde se empaqueta el material genético. Así, mientras que las células sanas están programadas para morir
porque sus telómeros se acortan con cada division, las células malignas
son capaces de reparar sus telómeros de forma permanente y de vivir de
forma ilimitada.
Ahora, un equipo de investigadores españoles del CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas) que forman parte del grupo de María Blasco, ha desarrollado un mecanismo para atacar los telómeros de las células tumorales y bloquear el desarrollo del cáncer. El remedio consiste en bloquear una proteína protectora de estos telómeros, llamada TRF-1, pero sin afectar al mismo tiempo a las células sanas. El avance ha sido publicado en la revista «EMBO Molecular Medicine» y de momento se ha traducido en el desarrollo de un fármaco experimental que bloquea el cáncer de pulmón en ratones de laboratorio.
Se han usado ratones modificados en los que algunos genes reguladores estaban inactivados para que sufrieran cáncer (WIKIMEDIA)
«Al inhibir TRF1 lo que estamos
haciendo es destruir el escudo protector de los cromosomas, que a su vez
es esencial para garantizar la división celular. Al destruir el escudo lo que hacemos en generar un daño agudo en los telómeros, que resulta en que las células del cáncer entren en senescencia celular o mueran al intentar dividirse», explica a ABC María Blasco, una de las autoras del estudio, en el que también han participado varios departamentos del CNIO y el departamento de Cirugía y Medicina Animal de la Universidad Complutense de Madrid.
Tal como explican los investigadores, el trabajo se ha realizado con ratones afectados con cáncer de pulmón, una de las variedades que tiene mayores tasas de mortalidad en el mundo y para el que no existían hasta ahora dianas terapéuticas
eficaces, es decir, objetivos específicos a los que atacar con
fármacos. Pero con este nuevo estudio esta situación podría haber
cambiado.
Pocos efectos secundarios
Lo cierto es que los científicos estaban al principio preocupados porque al atacar a los escudos de los telómeros de las células tumorales también se pudiera dañar a los telómeros de las células sanas,
y por eso esta aproximación no se había probado hasta ahora. Pero al
ponerla a punto, han conseguido «matar a las células cancerosas de forma
eficiente y bloquear el desarrollo de los tumores, con unos efectos
secundarios soportables».
María Blasco cree que esto ocurre
porque «en los tejidos normales, al haber mucha menos división celular
que en el tumor, se genera comparativamente menos daño en las células». Y
esto es muy importante, porque en su opinión, esto permitiría atacar a las proteínas protectoras de los telómeros (como TRF-1) en otros tipos de cáncer.
Ratones modificados genéticamente
Para hacer este descubrimiento, los
investigadores primero seleccionaron a la proteína TRF1 entre una
familia de proteínas protectoras de los telómeros que se llaman «shelterinas»,
(del inglés «shelter», refugio), porque tenían la capacidad de afectar a
las células troncales del cáncer, que son aquellas responsables de la
recurrencia de los tumores a lo largo del tiempo. Luego, crearon ratones modificados genéticamente en los que esta proteína TRF1 estaba inhibida,
y así observaron que los sanos sufrían pocos efectos secundarios y que
el crecimiento de los tumores se bloqueaban en los ratones que debían
desarrollar el cáncer de pulmón.
Después de averiguar que al bloquear TRF1 las células sanas no sufrían graves consecuencias y que las tumorales sí, buscaron compuestos químicos que inactivaran a esta proteína,
para en el futuro usarlos como fármacos anti cáncer. Trabajando junto
al Programa de Terapias Experimentales del CNIO, encontraron dos
compuestos capaces de bloquear a TRF1. «El siguiente paso es desarrollar estos compuestos a fases más avanzadas para que se puedan probar en humanos»,
explica María Blasco. Con el apoyo económico adecuado, en el horizonte
está inhibir el desarrollo de tumores a través de un medicamento que se
pueda administrar oralmente y con pocos efectos secundarios.