"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

sábado, 19 de agosto de 2017

"HISTORIA DE UNA FINCA": EL FLUIR DE LA VIDA ALREDEDOR DE UN CORTIJO ANDALUZ.

"Buena parte de la historia de Andalucía es la historia de una serie de familias de diversas razas que irrumpieron en ella con sus costumbres, con su idiosincracia, y terminaron, con los años, volviéndose andaluces absolutos. En el XVII por ejemplo, fueron mercaderes genoveses, flamencos y portugueses, que construyeron los palacios con escaleras de mármol rosa y pasamanos de ácana del Puerto de Santa María. En el XVIII, ingleses, franceses, irlandeses, que venía a Jerez al aroma del vino; y sobre todo, los indianos que tornaban de América atiborrados de pesos fuertes, y reproducían en Sevilla, exactamente, sus casas de La Habana y Santo Domingo, con sus palmeras, sus esclavas, sus abanicos de marfil y sus vajillas de plata. Pero en el XIX, las familias llegadas pertenecían casi todas a la propia península. Primero los vascos. Casi todos trajeron dinero contante y sonante, compraron tierras y casaron con las muchachas del país. Hoy la mitad de las familias más ilustres de Andalucía llevan un apellido originario del Norte. Después vinieron los catalanes a los negocios del corcho y los santanderinos que, en un santiamén, dominaron todo el comercio válido, desde las tascas con gato negro y surtidor de sidra de Cádiz, hasta las más lejanas tiendas de tejidos de las callecitas entoldadas de Sevilla. Los chicucos traídos por los dueños, vivían en un régimen colegial; comían por turnos, dormían cerca del mostrador y estaban pálidos de no salir a la calle, como velas de estearina. Por último, a finales de siglo, llegaron los sorianos. Muchos venían a pie, con el hato en la espalda. Pero eran trabajadores honrados, infatigables, y la fortuna les siguió en una tierra donde para alimentarse basta con salir al sol".

Historia de una finca. Capítulo IV.

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Don Santiago, el Mayorazgo; doña Gertrudis, doña Carmen, don Bartolomé, los hermanos Carrasco, José, Fernando, Mauca y Pedro, Gregorio, Jeromo,... Estos son los personajes principales de la novela "Historia de una finca" (1958), escrita por los hermanos José y Jesús de las Cuevas Velázquez-Gaztelu que, aunque madrileños de nacimiento, residieron la mayor parte de sus vidas en Arcos de la Frontera (Cádiz). La finca o, más bien, el cortijo andaluz omnipresente en la novela, aparece descrito por Pascual Madoz en su conocido diccionario decimonónico, donde éste lo ubica junto al camino de Jerez a Bornos. Se trata de una finca  extensa, de mil quinientas fanegas de tierra, cuya nota simple aparece al completo al comienzo de la obra. Considerada por la crítica literaria como la mejor novela escrita sobre el campo andaluz, esta pequeña novela (190 páginas en la reedición de 2002 para el diario ABC), es una pequeña joya literaria, por los valores e ideales que pretende transmitir (defensa de la institución de la familia, como pilar fundamental de la sociedad, la honradez, el honor, la amistad, el amor por la tierra y por nuestras raíces, por lo auténtico, por la naturaleza, por la tierra andaluza). Es el relato de los hechos acaecidos en el Cortijo San Rafael, en el transcurso de las vidas de todos los propietarios que va teniendo a lo largo de los años, desde el siglo XVIII hasta el XX, pues la finca va pasando por distintos dueños, ofreciendo una descripción detallada de los cambios que se producen en los modos de producción tradicionales y su paso a métodos modernos (las primeras máquinas cosechadoras, tractores oruga y de ruedas, arados, remolques,etc.). De una prosa sencilla, elegante y muy rica en los términos y expresiones más empleados entre los campesinos y labradores del campo andaluz de la época, la novela se lee de un tirón, es muy entretenida y emociona a veces, como cuando Pedro (marido de Mauca, hija de José), ingeniero agrónomo, va rememorando a todos los anteriores propietarios o "amos" de la finca San Rafael, tras conocer la noticia de que acababa de ser padre por primera vez ("en un segundo le vinieron a la memoria los hombres, las mujeres de la familia cuya vida se diluyera dentro de aquel universo de la finca, cuyas fronteras, aunque no se veían, existían") o cuando don José (suegro de Pedro), en su despedida del cortijo, se inclinó, cogió un puñado de tierra con la mano, y la besó apasionadamente.
Todo cambia y se transforma, excepto el poder de la tierra, el solar de la familia de donde ésta saca fuerzas para seguir luchando.





























Los hermanos José y Jesús de las Cuevas, académicos de la Academia San Dionisio, de Jerez de la Frontera, el día 9 de Octubre de 1973.
















Fuente:

-DE LAS CUEVAS VELÁZQUEZ-GAZTELU, JOSÉ Y JESÚS: HISTORIA DE UNA FINCA. COLECCIÓN BIBLIOTECA AL SUR. DIARIO ABC. EDICIONES LIBANÓ,2002, BARCELONA.

- http://www.iaph.es/patrimonio-inmueble-andalucia/resumen.do?id=i170977

lunes, 17 de julio de 2017

"CHRISTIAAN NEETHLING BARNARD EN "LA TABERNA DE LOS MARES"", de César Rodríguez Docampo.-




"Cape Town es una ciudad moderna de cuño holandés, mitad africana mitad europea. Cosmopolita, elegante y atractiva, con deslumbrantes tiendas malayas, hermosos edificios y grandes avenidas. Se encuentra resguardada por un inmenso anfiteatro natural: la impresionante mole de Table Mountain y los escarpados senderos que surcan los precipicios de la montaña. Desde aquí, Ciudad del Cabo se extiende reclinándose hacia el mar, hacia las cristalinas aguas de Table Bay. Los hijos del cocodrilo, los hijos del sol o de la lluvia, alboreando su historia, la llamaban “Kaapstad”. Después de los fenicios y portugueses, aparecieron por allí aquellos arriesgados “carreteros del mar”: los holandeses. Tomaron Ciudad del Cabo, la hicieron escala técnica en la ruta que unía Holanda con Extremo Oriente y la bautizaron con otro nombre: “La Taberna de los Mares”.".
César Rodríguez Docampo. Christiaan Neethling Barnard en La Taberna de los Mares.


"En nuestra tribu es costumbre enterrar a nuestros muertos con el corazón en su sitio".
Un hermano de Evelyn Jacobs, del barrio negro de Gugulethu, tras el tercer trasplante de        corazón.

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"CHRISTIAAN NEETHLING BARNARD EN "LA TABERNA DE LOS MARES"" (publicada por Amazon, en formato kindle y en papel) es una novela histórica, escrita por el periodista y filósofo César Rodríguez Docampo, que recrea rigurosamente cómo fueron los primeros trasplantes de corazón, realizados por el Dr. Christiaan Barnard en el Hospital Groote Schuur, de Ciudad del Cabo (Sudáfrica). Justamente este año, en Diciembre de 2017, se cumplen 50 años de aquella hazaña, una de las más importantes de la historia de la medicina.




















Este libro puede adquirse, tanto en formato digital (Kindle) como en tapa blanda (papel) en la tienda on line de AMAZON.






jueves, 29 de junio de 2017

HOMENAJE AL LIBRO VIEJO: "EPÍSTOLA A HORACIO", DE D. MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO.

"¡Qué lástima tener que morir, cuando me queda tanto por leer!".

Marcelino Menéndez Y Pelayo (Santander, 1856- 1912), últimas palabras pronunciadas antes de morir -siendo Director de la Biblioteca Nacional- el día 19 de Mayo de 1912, en Santander.

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La magnífica biblioteca de D. Marcelino Menéndez  Pelayo, en Santander.




Epístola a Horacio

"Yo guardo con amor un libro viejo,
de mal papel y tipos revesados,
vestido de rugoso pergamino:
en sus hojas doquier, por vario modo, 
de diez generaciones escolares,
a la censoria férula sujetas,
vese la dura huella señalada.
Cual signos cabalísticos retozan
cifras allí de incógnitos lectores,
en mal latín sentencias manuscritas
escolios y apostillas de pedantes,
lecciones varias, apotegmas, glosas,
y pasajes sin cuento subrayados,
y addenda y expurganda y corrigenda,
todo mezclado con figuras toscas
de torpe mano, de inventiva ruda,
que algún ocioso en solitarios días
trazó con tinta por la margen ancha
del tantas veces profanado libro.
Y ese libro es el tuyo, ¡oh gran maestro!
Mas no en tersa edición rica y suntuosa.
No salió de las prensas de Plantino,
ni Aldo Manucio le engendró en Venecia,
ni Estéfanos, Bodonis o Elzevirios
le dieron sus hermosos caracteres.
Nació en pobres pañales: allá en Huesca
famélico impresor meció meció su cuna;
ad usum scholarum destinóle
el rector de la estúpida oficina,
y corrió por los bancos de la escuela,
ajado y roto, polvoroso y sucio,
el tesoro de gracias y donaires
por quien al Lacio el ateniense envidia.
¡Cuántos se amamantaron en sus hojas,
a cuántos quitó el sueño ese volumen,
lidiando siempre por alzar el velo
que tus conceptos al profano oculta!
¡Cuánto diste suavísimo deleite 
a quien perseveró en la ruda empresa,
y cuánto de sudor y de fatiga
a ignorantes y estólidos alumnos!
Hiciste germinar a tu contacto 
miles de ideas en algún cerebro,
llenástele de luz y de armonía,
y al influjo potente de tu ritmo
el ritmo universal le revelaste.
Por ti la antigüedad surgió a sus ojos;
por ti Venus Urania de los cielos
bajó a las mentes de adorarlas dignas,
y allí habitando cual perfecta idea
dió vida a su pensar, norma a su canto.
¡Cuánta imagen fugaz y halagadora,
al armónico son de tus canciones
brotando de la tierra y del Olimpo,
revolaban en torno al estudiante
que ante la dura faz de su maestro,
de largas vestimentas adornado,
absorto contemplaba sucederse
del mundo antiguo los prestigios todos:
clámides ricas y patricias togas,
quirites y plebeyos, senadores,
filósofos, augures, cortesanas,
matronas de severo continente,
esclavas griegas de ligera estola,
sagaces y bellísimas libertas,
aroma y flor en lechos y triclinios,
múrrinos vasos, ánforas etruscas;
en Olimpia, cien carros voladores;
en las ondas del Adria, la tormenta;
en el cielo, de Júpiter la mano;
la Náyade en las aguas de la fuente,
y allá en el bosque tiburtino oculta
 la dulce granja del cantor de Ofanto,
por quien los áureos, venusinos metros
en copioso raudal se precipitan 
al ancho mar de Píndaro y de Safo!
Yo también a ese libro peregrino,
arca santa del gusto y la belleza,
con respeto llegué, sublime Horacio;
yo también en sus páginas bebía
el vino añejo que remoza el alma;
todo en tí lo encontré, rey de los himnos:
mente pelasga, corazón romano, 
el vuelo audaz, la sentenciosa flecha,
la ática sal, las mieles del Himeto,
el ditirambo que a los cielos toca,
el canto de Eros que inspiró Afrodita,
el Otium Divos que la mente aquieta,
y el júbilo feroz con que en las cumbres 
del Citerón, en la ruidosa noche,
su leve tirso la Bacante agita.
La belleza eres tú; tú la encarnaste
como nadie en el mundo la ha encarnado.
A tu triunfal corona las preseas
Grecia engarzó de su mejor tesoro;
rindióte Jonia las melosas voces
con que Anacreon arrulló a Batilo;
Tebas el ritmo en que de Dirce el genio
loara al púgil en la lid triunfante
y al vencedor en la cuadriga rauda;
del enemigo de Licambo hubiste
el crudo hierro convertido en yambo,
la alada estrofa en que de Cleis la madre
supo inflamar con férvidos amores
a bien trenzadas vírgenes Lesbianas,
y el son de Alceo entre borrascas hórridas
al opresor de Mitilene infausto.
Todo, rey de la lira, lo abarcaste,
pusiste en todo la medida tuya,
el ne quid nimis, ¡sobriedad eterna!,
la concisión, secreto de tu numen.
En torrentes de números sonoros
despéñase tal vez tu fantasía,
mas nunca pasa el término prescrito
por la armónica ley que a los helenos
las hijas de Mnemósine enseñaron.
¡Tiempo feliz de griegos y latinos!
Calma y serenidad, dulce concierto
de cuantas fuerzas en el hombre moran,
eterna juventud, vigor eterno,
culto sublime de la forma pura,
perenne evocación de la armonía!
¡Bárbaros hijos de la edad presente!
Horacio, ¿lo creerás?, graves doctores
afirman que los hórridos cantares
 que alegran al sicambro y al scita
o al germano tenaz y nebuloso
oscurecen tus obras inmortales,
labradas por las manos de las Gracias,
cual por diestro cincel mármol de Paros.
¡Lejos de mí las nieblas hiperbóreas!
¿Quién te dijera que en la edad futura
de teutones y slavos el imperio
en la ley, en el arte y en la ciencia
nuestra raza latina sentiría,
y que nombres por ti no pronunciables,
porque en tu hermosa lengua mal sonaran,
el habla de los Dioses enturbiando,
tu nombre borrarían? Orgullosos
allá arrastren sus ondas imperiales
el Danubio y el Rhin antes vencidos.
Yo prefiero las plácidas corrientes
del Tíber, del Cefiso, del Eurotas,
del Ebro patrio o del dorado Tajo.
¡Ven, libro viejo; ven, alma de Horacio!
Yo soy latino y adorarte quiero.
Anímense tus hojas inmortales.
Que Régulo otra vez alce la frente,
y el beso esquive de la casta esposa,
y el pueblo aparte que su paso impide,
y a los tormentos inmutable torne;
que entre las ruinas del vencido mundo
caiga el atroz Catón nunca domado;
que Druso a los Vindélicos aterre,
como el ave de Jove fulminante
desciende sobre tímida bandada;
que las torres de Ilión maldiga Juno,
dos veces humilladas en el polvo,
de Laomedon por la perfidia insana,
por el inicuo juez y la extranjera;
que de Palas la égida sonante
a los Titanes otra vez resista;
que las Danaides el acero empuñen
y en sangre tiñan los nupciales lechos;
que el níveo toro, a la de cien ciudades
Creta, conduzca la robada ninfa;
que los corceles del rugiente trueno
 lance al Saturnio por el aire vago,
y se estremezca desquiciado el orbe,
mas nunca el pecho del varón constante.
¡Ven, libro viejo; ven, roto y ajado!
Quiero embriagarme de tu añejo vino,
a Baco ver entre escarpados montes,
a Fauno amante de ligeras ninfas,
a Hermes facundo y al intonso Cintio.
Quiero vagar por los amenos bosques
donde la abeja susurró de Tíbur,
y en los brazos de Lidias y Gliceras
posar la frente, al reclinar la tarde,
orillas de la fuente de Blandusia;
o ante la puerta de la dura Lyce
que el Aquilón con ímpetu sacude,
amansar su rigor y su soberbia;
o volar con la nave de Virgilio
que hacia las playas áticas camina
y guarda la mitad del alma tuya.
¡Suenen de nuevo, Horacio, tus lecciones!
Canta la paz, la dulce medianía,
el Eheu fugaces que cual sueño vuela,
el Carpe diem que al placer anima,
el Rectius vives que enaltece el alma.
Canta de amor, de vinos y de juegos,
canta de gloria, de virtudes canta.
¡Siempre admirable! Recorrer contigo
 quiero las calles de la antigua Roma,
con Damasipo conversar y Davo,
reírme de epicúreos y de estoicos,
viajar a Brindis, escuchar a Ofelo,
sentarme en el triclinio de Mecenas,
y aprender los preceptos soberanos
que dictaste festivo a los Pisones.
Vengan dáctilos, yambos y pirriquios
caldeados en tu fragua creadora.
Que se entrelacen en vistoso juego
 y dancen cual las ninfas desceñidas
que con rítmico pie baten la tierra.
La antigüedad con poderoso aliento
reanimen los espíritus cansados;
y este hervir incesante de la idea,
esta vaga, mortal melancolía
que al mundo enfermo y decadente oprime,
sus fuerzas agotando en el vacío,
por influjo de nieblas maldecidas
que abortó el Septentrión, ante su lumbre
disípense otra vez. ¡Torne el radiante
 sol del Renacimiento a iluminarnos;
cual vencedor de bárbaras tinieblas
otro siglo lució sobre el Oriente,
los pueblos despertando a nueva vida,
vida de luz, de amor y de esperanza!
Helenos y latinos agrupados
una sola familia, un pueblo solo,
por los lazos del arte y de la lengua
unidos, formarán. Pero otra lumbre
antes encienda el ánima del vate;
él vierta añejo vino en odres nuevos,
y esa forma purísima pagana
labre con mano y corazón cristianos.
¡Esa la ley será de la armonía!
Así León sus rasgos peregrinos
en el molde encerraba de Venusa;
así despojos de profranas gentes
adornaron tal vez nuestros altares,
y de Cristo en basílica trocóse
más de un templo gentil purificado.
¡Adiós, adiós, monarca de la lira!
En vano el Septentrión hordas salvajes
de nuevo lanzará: sobre las ruinas
triunfante se ha de alzar el libro viejo,
de mal papel e innúmeras erratas,
que con amor en mis estantes guardo."


Santander, 28-XII-1876.
(Poesías, I 183-192).





El erudito y catedrático santanderino, D. Marcelino Menéndez Y Pelayo.




























Fuentes:

- SANCHEZ DE MUNIAIN, JOSE Mª:   ANTOLOGÍA GENERAL DE MENÉNDEZ PELAYO. TOMO II. BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS (B.A.C.), MADRID, 1956.





Noelia Mª Rodríguez Padilla.


sábado, 17 de junio de 2017

"JE LE TU, LE TU LE TWAA...", CANTA CHARLOT.


"Yo soy lo que soy: un individuo, único y diferente".

"A fin de cuentas, todo es un chiste".

Charles Chaplin.

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Charles Chaplin, en 1916, sin bigote y sin maquillaje.







Sir Charles Spencer Chaplin (Londres, 1889 - Suiza, 1977) debutó en el mundo del espectáculo a la edad de cinco años, sustituyendo a su madre, actriz de music-hall, conocida con el pseudónimo de Lily Harley. Su padre falleció con 37 años y fue enterrado en una fosa común, sin nombre. Charles Chaplin hijo, antes de triunfar como actor, director y guionista de sus propios filmes, trabajó como mandadero, vendedor callejero y soplador de vidrio. En 1914, en la comedia "Carreras sofocantes", nació el personaje de Charlot, un vagabundo de modos refinados, ropa elegante y dignidad de gentleman. Charlot estaba plenamente asociado al cine mudo. Como director, Chaplin rodó un total de veinticuatro películas, diecinueve de ellas con el personaje de Charlot. "Tiempos Modernos" (1936) fue la última película en la que intervino el entrañable Charlot y la única en la que Charlot rompe su eterno mudismo, siempre sustituido, hasta entonces, por una brillante y portentosa mímica, que le hizo alcanzar los cielos como actor. En esta película podemos ver y escuchar a Charlot cantando una canción, de forma totalmente improvisada, con un estribillo que dice así: "JE LE TU, LE TU LE TWAA". Es una canción con una letra sin sentido, creada espontáneamente, mezclando palabras en varios idiomas, pero que conjuntan bien con la música de fondo y que resulta, al final, muy entretenida. Al público le gusta mucho. Charlot olvidó la letra que tenía que cantar originariamente. Por ello, tuvo que improvisar, y tal fue su genialidad que triunfó totalmente, ante un público entregado, que no advirtió el detalle del error. La canción (que se titula "Charabia") dice así:


"Se Bella ciu satore
Je notre so cafore
Je notre si cavore
Je le tu le tu le twa

La spinach or la tuko
Gigeretto toto torlo
E rusho spagaletto
Je le tu le tu le twa
La der la ser pawnbroker
Lusern seprer how mucher
E ses confees a potcha
Ponka walla ponka waa,
Señora ce le tima
Voulez-vous le taximetre
Le jonta tu la zita
Je le tu le tu le twaa".












 "Tiempos Modernos" acaba con el personaje de Charlot alejándose de la pantalla, cogido de la mano de Paulette Goddard, y esbozando los dos una esperanzadora sonrisa. "Ánimo, no te des por vencida", le dice Charlot a su compañera, mientras ambos van caminando por una carretera, en busca de la vida... A fin de cuentas -como dijo Chaplin-  la vida, como la canción, no es más que un chiste. "Je le tu, le tu le twaa"...












                                         Chaplin con  Jackie Coogan ("El Chico", 1921).





Noelia Rodríguez Padilla.












jueves, 18 de mayo de 2017

LA MUERTE: CUANDO EL ALMA ABANDONA SU CORPOREIDAD MORTAL Y ROSA.


"Y su afanoso sueño de sombras, otra vez, será el retorno a esta corporeidad mortal y rosa, donde el amor inventa su infinito."
Pedro Salinas. La voz a ti debida (1933).
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Dedicado a mi madre, Ascensión, y a mi hermano Leopoldo.





Dice la sabiduría ancestral contenida en un antiguo proverbio aborigen australiano, que "todos estamos de visita en este momento y lugar. Sólo estamos de paso. Hemos venido a observar, aprender, crecer, amar y volver a casa...". 

Este sencillo proverbio viene a afirmar el mismo mensaje contenido en dos de los libros pioneros más famosos acerca de la muerte, escritos por médicos, en el siglo XX : "Vida después de la vida" -"Life after life"- , de Raymond A. Moody, Jr., y "La muerte: un amanecer" - "Über den tod und das leben danach" -, de la doctora suiza Elisabeth Kübler-Ross. 

El primero, el libro de Moody, fue prologado por la doctora Kübler-Ross, en su primera edición, en 1975, terminando su prefacio de esta manera: "Recomiendo el libro a todos los que mantengan abierta su mente y felicito al doctor Moody por el valor que ha demostrado al imprimir sus descubrimientos". 

Años más tarde, en 1989, se publica en España (Ediciones Luciérnaga) el conocido libro de la doctora suiza, basado en sus numerosas conferencias realizadas en Universidades de EE.UU y Europa, contando sus experiencias como psiquiatra especialista en Tanatología. 

El libro de Moody (psiquiatra y profesor de filosofía de la medicina en EE.UU.) supuso una revolución, el acercamiento desde la ciencia al fenómeno de la muerte, escrito por un científico, recopilando casos reales de pacientes en los hospitales, dándose a conocer, por vez primera, las llamadas "experiencias cercanas a la muerte". Hasta entonces, sobre la muerte, el eterno misterio de nuestra existencia, y lo que sigue tras ella, sólo teníamos la información contenida en libros milenarios, como "El libro tibetano de los muertos" o el "Libro egipcio de los muertos", que aún hoy, siguen siendo catalogados como "ciencias ocultas". 

El libro de la doctora Kübler-Ross va más allá, no quedándose sólo en la descripción pormenorizada de las experiencias de los pacientes en los hospitales. Su libro, más que eso, se considera como un verdadero bálsamo contra el dolor producido por la muerte de un ser querido. Tras su publicación en España, el libro de la doctora suiza ha sido recomendado, hasta la saciedad, por numerosos lectores que se acercaron a él tras sufrir la muerte de cerca. Entre esos lectores, me encuentro yo. 

El día 18 de Mayo de 2009, a las 12 horas, falleció nuestra madre, Ascensión. Hoy se cumplen 8 años. Su temprana, rápida e inesperada muerte, provocada por una E.L.A. (Esclerosis Lateral Amiotrófica) mal y tardíamente diagnosticada por médicos de la Clínica donde estuvo ingresada meses antes, nos provocó un inmenso dolor, que tardamos en ir asimilando. 

Recuerdo la lectura del libro de la doctora Kübler-Ross como una verdadera ayuda psicológica. Sentí esa cercanía emocional,  más aún, tras leer el párrafo donde escribe acerca de la misma enfermedad que afectó a nuestra madre: "(...) a menudo, el hecho de tener un cáncer es una bendición. No voy a minimizar los males del cáncer, pero quisiera señalar que hay cosas mil veces peores. Tengo enfermos que sufren esclerosis lateral amiotrófica, es decir, una enfermedad neurológica en la que la parálisis se instala progresivamente hasta la nuca. Estos enfermos no pueden ni respirar ni hablar. No sé si os podéis imaginar lo que significa el estar totalmente paralizado hasta la cabeza. No se puede ni escribir ni hablar ni nada. Si alguien entre vosotros conoce a personas afectadas de ese mal, hágamelo saber, pues tenemos un tablero de palabras que permite al enfermo comunicarse con vosotros".

Tras el paso de los años, el dolor va apaciguándose, y vas viendo la vida y el sentido de nuestra existencia como si de una estación de trenes se tratara, donde unos viajeros se bajan, llegando al final de su viaje, y otros se suben al mismo tren poco después, para volver a recorrer el mismo trayecto, al revés. 

Y, aunque los nuevos inquisidores de lo científico, defensores a ultranza del pensamiento materialista (los mismos que acusaron a la doctora Kübler-Ross de traicionar a su integridad científica por las manifestaciones "no-serias" vertidas en su libro, esos que afirman que sólo existe lo que se puede ver, medir, tocar y oler), defiendan lo contrario, lo más importante de éste -nuestro viaje-, y lo que le da verdadero sentido a nuestra existencia, es tener siempre fe en que nuestra corporeidad ("mortal y rosa", como escribe el poeta Salinas) no es más que el capullo de seda de una bella e inmortal mariposa. 















FUENTES:

- MOODY, RAYMOND A. JR.: VIDA DESPUÉS DE LA VIDA. EDITORIAL EDAF, TOLEDO, 1975.

-KÜBLER-ROSS, ELISABETH: LA MUERTE:UN AMANECER. EDICIONES LUCIÉRNAGA, BARCELONA, 1989.



Noelia Rodríguez Padilla.

martes, 2 de mayo de 2017

"NO TE DETENGAS", EL MENSAJE DE UN POETA (¿WALT WHITMAN?) A NOSOTROS, "LOS POETAS VIVOS".-

"Y sé que soy inmortal, sé que esta órbita mía no puede ser recorrida por un cepillo de carpintero, sé que no me desvaneceré como la espiral que en la noche traza un niño con un palo encendido".

Walt Whitman. Hojas de Hierba.

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Walter (Walt) Whitman (1819-1892) es unánimemente considerado como el mejor poeta de Estados Unidos. Aunque recientemente se ha descubierto que dejó escrita una novela , "Vida y aventuras de Jack Engle", su gran obra es "HOJAS DE HIERBA" (Leaves of Grass), obra publicada en 1855, que fue incansablemente corregida por su autor y que fue la cuarta obra maestra en una década memorable en la literatura norteamericana (La letra escarlata, de Hawthorne -1850-;  Moby Dick, de Melville -1851- ; Walden, de Thoureau -1854-; etc.).

El poema que copio más abajo es generalmente atribuido a Whitman, al igual que el famoso ¡Oh, Capitán, mi Capitán!, encumbrado a la fama gracias a la película del director Peter Weir "El Club de los Poetas Muertos" (Dead Poet Society -1989-).

 Aunque lo cierto es que dicho poema no aparece en muchas de las diversas ediciones que surgieron de Hojas de Hierba, tampoco en la que leí de la antología bilingüe que publicó Alianza Editorial, en "El libro de bolsillo". 

A pesar de ello, de no poder afirmar con rotundidad que la autoría de este poema es de Whitman, no por ello debemos dejar de admirar la belleza, resonancia y enorme trascendencia de su mensaje.














  Carpe Diem!  Aprovecha el día, no dejes que termine el día sin haber crecido un poco,

sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
   No te dejes vencer por el desaliento.

   No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.

   No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
   No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.

   Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
   Somos seres llenos de pasión.
   La vida es desierto y oasis.

   Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
   Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:

   Tu puedes aportar una estrofa.
   No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.

   No caigas en el peor de los errores:
el silencio.

   La mayoría vive en un silencio espantoso.
   No te resignes.
   Huye.
   “Emito mis alaridos por los techos de este mundo”,
dice el poeta.

   Valora la belleza de las cosas simples.
   Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
   Eso transforma la vida en un infierno.

   Disfruta del pánico que te provoca tener la vida por delante.

   Vívela intensamente,
sin mediocridad.
   Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.

   Aprende de quienes puedan enseñarte.
   Las experiencias de quienes nos precedieron,
de nuestros “poetas muertos”,
te ayudan a caminar por la vida
   La sociedad de hoy somos nosotros:
   Los “poetas vivos”.

   No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas …









   
Fuente:

-WHITMAN, WALT: HOJAS DE HIERBA (LEAVES OF GRASS). ALIANZA EDITORIAL. ANTOLOGÍA BILINGÜE. MADRID, 2012.