"Me encantaría que cada mañana,
cuando un estudiante se levanta para ir a clase, comprendiera que allí,
en su colegio o universidad, que cada maestro al dar la clase, o un papá
al revisar la tarea por las noches, son los escenarios donde se juega
la soberanía del país, la diferencia de poder futuro."
ANTANAS MOCKUS.
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ANTANAS MOCKUS / FILÓSOFO, MATEMÁTICO Y EX ALCALDE DE BOGOTÁ
“Sólo la gente arrinconada llega a acuerdos”
Enfermo de párkinson desde hace siete años, el intelectual que inculcó la conciencia ciudadana en Bogota ve con optimismo el proceso de paz en Colombia
Filósofo, matemático, profesor, exitoso alcalde de Bogotá en dos periodos, candidato presidencial en otras tantas ocasiones, Antanas Mockus
(Vilna, 1952), colombiano de ascendencia lituana, resulta
inclasificable. Impulsor de una conciencia ciudadana que cambió Bogotá
entre 1994 y 2003, el "profe", como se refieren a él sus colaboradores,
convive con el párkinson desde hace siete años. La movilidad se ha
reducido en alguien que se vestía del superhéroe Súper Cívico y su
relato, de idas y venidas, con continuas “notas a pie de página”, hay
veces que no regresa. No da, no obstante, la sensación de que ello reste
un ápice de coherencia a uno de los discursos más brillantes de
Colombia que, además, sigue activo. Este lunes presentará en Bogotá el
documental La vida sagrada y en septiembre viajará a Estados
Unidos para impartir una cátedra de dos meses sobre conciencia ciudadana
en la Universidad de Nueva York (NYU).
Pregunta. ¿Qué le ha enseñado el párkinson?
Respuesta. Es un desafío. Me ha enseñado a respetar
la investigación sobre el cerebro. Había un cierto desprecio en mi vida
hacia la neurobiología y la conexión entre conocimiento y cerebro, así
que no sé si es un castigo divino o terrenal. Ningún área del ser humano
debe ser despreciada. Uno empieza a entender el funcionamiento del ser
humano y queda deslumbrado por su complejidad. Es como aquello que dijo
Heidegger de que el artesano solo mira el martillo cuando se le parte.
Había algo de eso: descubres que dependes de órganos como el cerebro.
Cuando la dopamina llega, uno tiene un flujo agradable. Cuando empiezan a
desajustarse esas funciones uno descubre una dimensión nueva de la
vida. Ahora miro al adicto de otra manera. Uno de los remedios que tomo,
en algunos casos, produce como efecto secundario la ludopatía. No me ha
pasado, pero conozco psiquiatras con pacientes que han llegado a perder
su casa en una noche.
P. ¿Qué fármaco es?
R. La discreción con la que trabajan los neurólogos
me gusta. El neurólogo va viendo lo que puede destapar. Con quién
comparte uno el detalle de sus enfermedades es algo crucial. Inspirar
lástima era la manera que tenía de buscar el amor a los 18 o 19 años,
después de leer a un filósofo español que decía que el amor más puro es
el amor por compasión. Yo traté de usar eso durante unos años, iba a los
cineclubs más tenebrosos y veía las películas más tristes en compañía
de muchachas que lloraban conmigo. Pero fueron acercamientos
infructuosos.
P. ¿En qué le ha cambiado más la enfermedad?
R. Hay una dificultad al moverse cuando uno se
despierta. Va pasando gradualmente, pero la primera impresión es muy
frustrante. Lo importante es que hay gente que dura 10, 15 o 20 años
desempeñándose como cualquier ser humano tras descubrir que tiene
párkinson. Es como una entrada en el mundo de lo lento muy gradual. Uno
queda un poco más inerme. Por ejemplo, a la hora de interrumpir. A mí no
me gustaba interrumpir a la gente pero cuando lo hacía era con enorme
precisión y decisión, ¡ta!. Hoy, si quiero interrumpir a alguien, se me
para un poco la palabra. Ahora, a uno le da pánico sumergirse en el
olvido, que sería el alzhéimer, y en la inmovilidad, que sería el
párkinson.
P. Filósofo, matemático, profesor, rector, alcalde, canditado presidencial. ¿Con qué faceta se queda?
En Bogotá cuajó la idea de un ciudadano bueno. Cuando de uno piensan que es bueno, tiende a volverse bueno
R. Construí la idea en los años 93 y 94 de los
fósiles vivientes, anfibios culturales y parteras del futuro. Esa
descripción no es tanto lo que soy, sino lo que quisiera ser. Soy un
hombre con tremenda suerte. Se me han dado oportunidades y se consiguen
cosas que hoy me dan muchas endorfinas, como es el cariño de la gente.
Soy alguien al que la gente quiere.
P. ¿Discute mucho?
R. No. Yo estudié matemáticas y filosofía, donde la
argumentación, la justificación es muy subjetiva. Se crean entes y
apenas creados se les estudia. Hoy en día valoro mucho el trabajo de los
antropólogos, que retomo de los anfibios culturales.
P. ¿Por qué los antropólogos?
R. Porque tienen sensibilidad a las diferencias. Los
antropólogos tratan de comprender. Es ese contraste entre explicar y
comprender. Las ciencias sociales explican mucho pero predicen poco.
P. ¿Se puede comprender Colombia?
R. A través de pequeñas historias uno puede conocer
este país. ¿Conoce el cuento del odontólogo? El paciente entra a la
consulta y el odontólogo le clava la fresa. Ñiuuuuu... a fondo. El
paciente estira la mano y le agarra de donde sabemos y le dice: hágalo
despacito. La primera vez que uno oye la historia se ríe, pero es
trágica, porque si uno se da cuenta, el paciente no saluda, el
odontólogo no da opciones de anestesia. Ninguno habla, ninguno pretende
tener razón, pero sí establece el mutuo daño. La capacidad de hacerse
daño mutuamente es la base de muchos lazos en Colombia. Una de las dos
partes es débil y tiene agarrado al otro. Se puede trasladar, por
ejemplo, a cuando las empresas de sísmica tienen que hacer una
perforación en el terreno de un campesino. En ese momento el campesino
se siente poderosísimo y pone condiciones. Pero pasa eso y durante 20 o
30 años el campesino no tendrá opción de hacer trato. Solo la gente
arrinconada llega a acuerdos.
P. Usted desarrolló una conciencia ciudadana en Bogotá. ¿Qué queda de ello?
R. Aunque hubo quien lo caricaturizó, el espacio de
la cultura ciudadana quedó construido. Hace poco una niña de 14 años
vino a abrazarme. Ella no vivió aquello. Sus padres, la televisión...
Algo ha sostenido mágicamente la memoria de la cultura ciudadana.
P. ¿Qué es lo más complicado de tratar de inculcar la conciencia ciudadana?
R. Básicamente, hay un problema de acción colectiva.
Hay acciones colectivas que solo necesitan de que un pequeño grupo las
impulse para que se vea el beneficio y toda la gente participa. Pero si
usted cree que los demás son oportunistas usted tiende a volverse
oportunista. El oportunista participa de la acción colectiva cuando ya
es claro que va a cuajar y ve que puede beneficiarse sin incurrir en los
costos de los demás. Una de las cosas que ayuda a resolver el problema
es que haya gente que, por razones distintas, pueda actuar similarmente.
Lo importante es que se respete la vida.
P. ¿Cuál cree que es su mayor legado a Bogotá?
R. Cuajó la idea de un ciudadano bueno. Cuando de
uno piensan que es bueno, tiende a volverse bueno. Otra fue la de los
mimos como forma de autoridad. La primera pregunta que me hizo un
periodista fue si los mimos iban a poder poner multas. Dije que
jurídicamente es imposible, y lo sigo pensando. La autoridad puede
funcionar de manera persuasiva acudiendo marginalmente al castigo. El
castigo se vuelve más eficaz si se usa esporádicamente.
Hay gente que vive mal al margen del conflicto. Incluso si se firma la paz no verá un efecto inmediato
P. ¿Ha perdido entusiasmo la ciudad?
R. Está un poco alicaída. Se ha comportado de forma
compasiva con la izquierda. Algo así como dejémosles gobernar y que
aprendan con la práctica. Es como lo que me dijo el rector que me nombró
vicerrector: “Usted que es tan bueno para destruir y para criticar,
¿por qué no ayuda a construir?”.
P. ¿Cómo ve el proceso de paz?
R. Racionalmente y emocionalmente trato de subirme
al bus del optimismo y empujarlo. El desescalamiento es muy positivo. La
construcción de ese concepto es clave. Existe el peligro de los golpes
de mano, de la tentación de las FARC o del Estado, eso sería nefasto. Un éxito militar de cualquiera de las dos partes puede producir el fin.
P. ¿A quién le está costando más firmar la paz?
R. No se sabe. Todo el mundo está calculando. En
reflexiones solitarias he tratado de pensar qué es lo que más les
importa a las FARC. Es algo que me preocupa, una reescritura de la
historia de Colombia en los últimos 50 años. Se han formado dos mesas de
seis y seis miembros que ven la historia de forma incompatible. El no
poder acordar una visión compartida dificulta el perdón. Yo soñaba con
que Gabo estuviera vivo para que llegara a escribir el acuerdo con
matices y luces, donde no importara la precisión fáctica.
P. ¿Para que haya paz tiene que haber perdón y arrepentimiento?
R. El arrepentimiento es parte del proceso de pedir
perdón. Si no lo hay no compromete al que pide perdón, que además se
arriesga a que le digan que no le perdonan. Hay un perdón, terapéutico
para uno, más interior, y no tiene por qué comunicarlo.
P. ¿Cómo imagina su país en paz?
R. Como dijo Dario Echandía, político colombiano:
una Colombia donde se pueda salir a pescar a cualquier hora del día. El
tema del dominio territorial por parte del ciudadano es clave. Se
necesita policía, pero sobre todo que cualquiera pueda pasearse por
cualquier zona como Pedro por su casa. También la propia titulación de
la propiedad está atrasada. Y también imagino una Colombia donde todo el
mundo esté cedulado. Uno no sabe las consecuencias que tiene que un
muchacho de 20 años no tenga su cédula de identidad.
P. De firmarse, ¿para quién sería más difícil el día después?
R. Hay gente que vive mal al margen del conflicto.
Incluso si se firma la paz no verá un efecto inmediato. Dos tercios de
los homicidios no provienen del conflicto armado. Nos hacemos esperanzas
un poco absurdas de que si se firma la paz se pacifica totalmente el
país. El marido que le pegaba a la señora seguirá pegando a la señora.
Si hacemos la paz, aprovechemos y hagámosla en todos los terrenos.
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Fuentes:
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/08/17/actualidad/1439827248_194180.html
https://es.wikipedia.org/wiki/Antanas_Mockus
http://www.corpovisionarios.org/index.php/es/
http://www.lifeissacred-film.com/
n.r.p.