"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

domingo, 25 de febrero de 2018

SIDONIE GABRIELLE COLETTE, ESPÍRITU LIBRE DE LAS LETRAS FRANCESAS.



"Un bloque compacto de volúmenes construidos en un formato único: novelas cortas y ensayos, traducidos mediante una tipografía única: así, y únicamente así, puede un escritor, al final de su larga carrera, calcular el peso exacto de lo que ha realizado. Únicamente allí puede su ánimo regocijarse y empezar su angustia. Durante largo tiempo anhelé estas emociones contradictorias. Se hicieron esperar; tenía que trabajar al azar de la inspiración y también bajo el rigor de la necesidad, abrazar temas fortuitos...Condiciones todas ellas que exponen a un escritor a la carencia de cohesión y a no ser ni muy afortunado en el hallazgo y selección de palabras.
Al adoptar por cuenta de otros la obligación y la costumbre de escribir, ¿habría encontrado en ello con qué justificar mi carrera? La primera recompensa me llegó del público y de los escritores de oficio, cuando aquél me leyó y cuando éstos me trataron como a un igual.
Existe una tentación -la conozco muy bien- que el escritor maduro debe reprimir con grandes esfuerzos, a fin de no sucumbir. Ya lúcido, armado de severidad, apto para juzgar su obra, se halla preparado para realizar amputaciones en ésta, dispuesto a cortar sin compasión, a enderezar sin complacencia. Se siente probo, su placer es la poda, su deseo es merecer algo más de respeto y algo menos de adulación. Una coqueta que se siente envejecer sube un poquitín más el tul que cubre su garganta...
Pero yo no me atrevo a esto, ni quiero poner en mis obras antiguas la mano que supo escribirlas y que, sin duda alguna, sería torpe al corregirlas; conservarán todas las huellas del tiempo, del error, del apresuramiento. Frescas aquí, más allá manchadas, que sus máculas atestigüen su edad, mi larga labor y la honorable evolución que transforma a un escritor audaz en un crítico timorato. Por lo menos, los cortes, las modificaciones que he establecido, las he realizado con conocimiento de causa, y deseo se respete en venideras ediciones.
En Mi aprendizaje conté cómo, al cabo de unos dos años de matrimonio, es decir, hacia 1891, monsieur Willy me dijo un día:
-Tendrías que escribir algo acerca de tus recuerdos de la escuela primaria...Tal vez podría aprovecharlos. No te dé miedo incluir detalles picantes...
Este hombre singular y todavía mal conocido, que firmó no sé cuántos libros sin haber escrito ninguno, se hallaba en constante búsqueda de nuevos talentos para su industria literaria. De manera que no es extraño que extendiera sus pesquisas hasta su propio hogar.
Yo acababa de salir de una larga y grave enfermedad que me había dejado cierta torpeza de cuerpo y de alma. Sin embargo, al encontrar y comprar en la papelería unos cuadernos parecidos a mis viejos cuadernos esclores, sus hojas verjuradas, rayadas de gris, con rojo trazo marginal, su lomo de tela negra, su cubierta con medallón y título adornado, "Le Calligraphe", me hicieron sentir en las manos una especie de prurito de castigo escolar, la pasividad de realizar un trabajo ordenado. A través del papel se transparentaba una filigrana que me rejuvenecía de seis años: apoyados los brazos sobre una esquina del escritorio, con la ventana a mis espaladas, torcidos los hombros y las rodillas encogidas, me puse a escribir, aplicada e indiferente.
Una vez hube terminado, entregué a mi marido un apretado texto que respetaba los márgenes. Lo leyó y dijo:
-Me había equivocado...No sirve para nada.
Libre ya, volví al diván, a la gata, a los libros, al silencio, a mi vida de siempre, que procuraba fuera dulce, ignorando que en realidad era malsana. Los cuadernos pasaron más de dos años en un cajón. Un día, Willy decidió ordenar el contenido de su despacho.
El horrible escritorio de madera imitación de ébano, cubierto de paño granate, mostró sus cajones de madera blanca, vomitó papelotes comprimidos y volvimos a ver, olvidados, los cuadernos que había emborronado: Claudine en la escuela.
-Vaya- dijo monsieur Willy -; creía haberlos echado al cesto.
Abrió un cuaderno y lo hojeó.
-Es gracioso.
Abrió un segundo cuaderno y no dijo nada, luego el tercero, el cuarto...
-¡Santo cielo! -refunfuñó de pronto -. Soy un perfecto idiota.
Se apoderó bruscamente de los cuadernos, se puso el sombrero de alas anchas y corrió a casa de un editor. Y he aquí cómo me convertí en escritora.
Pero también a a causa de ello estuve a punto de no ser jamás escritora. Carecía de vocación literaria, y es probable que jamás hubiese producido ni una línea si, tras el éxito de Claudine en la escuela, otras tareas impuestas no me hubiesen llevado poco a poco a la rutina de escribir.
En 1900, bajo la única firma de Willy, apareció Claudine en la escuela, editada por Paul Ollendorf. En el ínterin tuve que volver a poner manos a la obra para sazonar el texto con un poco de pimienta.
-¿No podrías -me dijo Willy - caldear algo ese...esas criaturadas? Por ejemplo, una amistad excesivamente tierna entre Claudine y una de sus compañeras. Luego añade jerga, mucha jerga, y desparpajo, mucho desparpajo. ¿Comprendes lo que quiero decir?
La flexibilidad de la extremada juventud sólo puede compararse a su falta de escrúpulos. ¿En qué proporción se produjo la colaboración de Willy? Los manuscritos dan una respuesta parcial a una pregunta cien veces formulada. De las cuatro Claudine, sólo los manuscritos de Claudine en ménage y Claudine s´en va fueron salvados de la destrucción ordenada por Willy a Paul Barlet, llamado Paul Héron, secretario, amigo. "negro", un muchacho muy honrado que suspendió la ejecución empezada y me trajo los restos que aún poseo.
Hojear estos cuadernos no carece de interés: escritos todos ellos por mí, aparece de vez en cuando en sus páginas una letra fina, que cambia una palabra, añade un retruécano, o una reprimenda muy seca. Incluso se podían leer en Claudine en ménage y en Claudine s´en va unos fragmentos bastante fuertes, que suprimo en la presente edición.
El éxito de Claudine  fue, para aquella época, muy grande: sirvió de inspiración en la moda, en el teatro, en los productos de belleza. Yo honrada, sobre todo indiferente, callaba la verdad que sólo se supo mucho más tarde. Esta es la primera vez que las Claudine aparecen con el único nombre de su único autor. Quisiera también que, de ahora en adelante, se considerara La Retraite sentimentale -bonito título sugerido por Alfred Valette - continuación y fin de Claudine. La lógica y la comodidad del lector hallarán en ello una ventaja.

Colette. 
 Prefacio a Claudine en la escuela.

"Nuestros compañeros perfectos nunca tienen menos de cuatro patas".
Colette.

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Retrato de la escritora Colette, realizado por la fotógrafa vienesa Madame D´Ora, en 1953, un año antes de morir.




Cuando, en 1953, la fotógrafa vienesa Dora Kallmus (primera fotógrafa de moda de la historia), captó con su cámara el singular  rostro de la escritora Colette, ésta se encontraba a un paso de la muerte. Tenía en ese momento ochenta años. Falleció un año después, en 1954, tras llevar años postrada en la cama, por problemas de artritis. Murió rodeada de sus amados gatos y sus libros, consciente de haber apurado la vida al máximo. Mujer muy valiente, supo llevar la contraria (y bien que lo hizo) a los severos defensores de los cánones de la corrección política, moral y sexual de su época, tan proclives de puertas para adentro para hacer justo lo contrario de lo que propugnaban. Devoradora de libros, desde muy joven, tuvo a Balzac entre sus escritores favoritos. La Comedia Humana de la vida se le antojó demasiado real e injusta como para formar parte de ella, por eso fue siempre tan a contracorriente. Mujer osada y libre, se vistió de hombre en el Moulin Rouge, en compañía de una actriz, con la vivió un tiempo. Se casó tres veces. Supo escapar a tiempo de su primer marido, un editor sin escrúpulos y mujeriego impenitente, del que sólo obtuvo el  beneficio del despertar de su vocación literaria. Hasta entonces, los borradores-cuadernos con los escritos de Colette estaban ocultos, guardados en uno de los cajones blancos  de su "horrible escritorio imitación de ébano" (como explicó ella, años después, en el prólogo a Claudine en la escuela, su primera obra). Su talento literario la encauzó y dirigió hacia la fama y popularidad tan merecidas. Fue la primera mujer que entró, como miembro, en la Academia Goncourt, en 1949, entidad que presidió desde ese año hasta su muerte, en 1954. Fue Colette una mujer desinhibida, libre y absolutamente moderna, quizás demasiado osada para su tiempo. Esa valentía que ya demostró en su juventud, al divorciarse del hombre que la humillaba constantemente, le hizo brillar como escritora y como mujer en una época donde las barreras eran contínuas y tocaba derribarlas o someterse a ellas. Colette, desde su gran inteligencia y talento, optó por hacerles frente y destruirlas. Y lo consiguió.












La escritora Colette, vestida de hombre.



Noelia Rodríguez Padilla.

sábado, 10 de febrero de 2018

EL PARAÍSO, BAJO LA FORMA DE UNA BIBLIOTECA.



"Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca".
Jorge Luis Borges.

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En este tiempo actual, en el que existen ya más escritores que lectores, y donde el periodismo de verdad se ha visto mal suplantado por multitud de páginas proliferadoras de noticias falsas, compartidas, sin contrastar, por muchísimos usuarios incautos, de los que están llenas las redes sociales, el verdadero lujo reside hoy en día en el buen lector, ese que sabe aislarse de la parte más superficial, visible y ruidosa de la realidad de las cosas y opta por decidir emplear su tiempo libre en sumergirse en un buen libro o historia, siempre prefiriendo la lectura en papel, porque debe ésta ser leída, con plena libertad, y que no se deja confiar por las opiniones sospechosamente elogiosas escritas por críticos a sueldo de las editoriales y que suelen inundar las solapas de algunos libros de grandes ventas. Para ese buen lector, sin duda, la felicidad estará, entre otras cosas, en el agradable y cálido placer que transmite al tacto la rugosidad del papel, amarillento  o no, en que fueron impresos, hace muchos años,  los innumerables libros de su amada biblioteca. Y esa biblioteca se convertirá en un lugar mágico, donde el lector, cada vez que escoja un libro, amigo verdadero que nunca defrauda, sabrá que mientras dure su maravillosa lectura, en ese ratito especial, estará a salvo de la profunda superficialidad y el exceso de uniformidad en la que ha caído gran parte de la sociedad humana.



Borges, en la Biblioteca Nacional de Argentina.




-UN LECTOR-


Que otros se jacten de las páginas que han escrito; 
a mi me enorgullecen las que he leído.
 No habré sido un filólogo,
no habré inquirido las declinaciones, los modos,
la laboriosa mutación de las letras,
la de que se endurece en te,
la equivalencia de la ge y de la ka,
pero a lo largo de mis años he profesado
la pasión del lenguaje.
Mis noches están llenas de Virgilio;
haber sabido y haber olvidado el latín
es una posesión, porque el olvido
es una de las formas de la memoria,
su vago sótano
la otra cara secreta de la moneda. 
Cuando en mis ojos se borraron
las vanas apariencias queridas,
los rostros y la página,
me dí al estudio del lenguaje de hierro
que usaron mis mayores para cantar
espadas y soledades,
y ahora, a través de siete siglos,
desde la Ultima Thule,
tu voz me llega, Snorri Sturluson.
El joven, ante el libro, se impone una disciplina precisa
y lo hace en pos de un conocimiento preciso;
a mis años, toda empresa es una aventura
que linda con la noche.
No acabaré de descifrar las antiguas lenguas del Norte,
no hundiré las manos ansiosas en el oro de Sigurd;
la tarea que emprendo es ilimitada
y ha de acompañarme hasta el fin,
no menos misteriosa que el universo
y que yo, el aprendiz.

Jorge Luis Borges. Elogio de la sombra.