"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

domingo, 19 de junio de 2016

"NO SOY FEMINISTA. EN REALIDAD, SOY HUMANISTA".-

"No soy feminista. En realidad, soy humanista".

CLARA CAMPOAMOR RODRÍGUEZ.

"No estamos aquí - en la cárcel- por ser infractoras de la Ley;estamos aquí por nuestros esfuerzos por convertirnos en  hacedoras de leyes".

EMMELINE PANKHURST.


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Hace ciento veintiséis años (fue en 1890), una joven escritora sudafricana, activista y defensora de los derechos humanos de la mujer y de los esclavos negros, Olive Schreiner (1855-1920), publicó "DREAMS" ("SUEÑOS"), obra que no llegó a ser traducida al castellano. Con toda seguridad, fue escrita utilizando un pseudónimo o nombre masculino. Ella solía usar el de Ralph Iron. "Dreams" sólo está disponible en inglés. En ella, esta importante escritora sudafricana, a través de una delicada prosa, muy poética, lanza un sonoro grito en pro de los derechos civiles de las mujeres.










 En un extracto de esta obra,  que aparece traducido al español, en la película estrenada en este año 2016 "SUFRAGISTAS" ("SUFFRAGGETTE"), de la directora Sarah Gavron, se dice lo siguiente:

"La mujer errabunda sigue adelante buscando la tierra de la libertad. 

-¿Cómo puedo llegar? 

La Razón, responde:

-Hay un camino, sólo un camino. Por las orillas del esfuerzo, por las aguas del sufrimiento. No hay otro.

La mujer, habiéndose deshecho de todo a lo que se había aferrado, grita: 

-¿ Para qué voy a esa tierra lejana a la que nadie ha llegado? Estoy sola. Estoy totalmente sola."







El pasado 10 de Marzo de 2016 se cumplieron 100 años de la publicación de la primera Ley británica que aprobó el voto de la mujeres. Tras una larga batalla, iniciada por una serie de valientes mujeres que hicieron frente a todo tipo de adversidades e injusticias hasta que consiguieron su justicia. La pionera de estas importantes damas fue Emmeline Pankhurst (1858-1928), líder de las sufragistas británicas y una de las fundadoras del movimiento en Europa. Ella, junto a su marido, Richard Pankhurst, crearon la Liga por el Sufragio Femenino, la Women´s Franchise League (W.F.L.), cuna de la que surgió más tarde la Women´s Social and Political Union (W.S.P.U.), cuyo lema principal sería: "Acciones, no palabras". 





Emmeline Pankhurst fue arrestada hasta siete veces, antes de que se consiguiese aprobar el sufragio femenino.




La W.S.P.U. acogió un símbolo de tres colores, que se pueden ver de fondo en el cartel de la película recién estrenada este año: el púrpura (dignidad, valor), el blanco (pureza) y el verde (esperanza).


En 1918 se concedió el voto a las mujeres mayores de treinta años.
En 1925 la Ley reconoció derechos de las madres sobre sus hijos (hasta entonces, sólo los maridos los ejercían).
En 1928 consiguieron los mismos derechos de voto que los hombres.

En el resto del mundo, la situación del voto femenino queda así:

1893 Nueva Zelanda.
1902 Australia.
1913 Noruega.
1917 Rusia.
1918 Austria, Alemania y Polonia.
1920 EE.UU.
1931 España.
1932 Brasil.
1934 Turquía.
1944 Francia.
1945 Italia.
1949 China, La India.
1953 México.
1971 Suiza.
1974 Jordania.
1976 Nigeria.
2003 Catar.
2015 Arabia Saudí ha prometido el derecho de voto a las mujeres...


En España, la abogada (segunda abogada española -colegiada en el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid- tras Victoria Kent) y política Clara Campoamor Rodríguez (1888-1972) lideró la defensa del sufragio femenino en Las Cortes, que fue finalmente aprobado el 1 de Octubre de  1931 por 161 votos a favor frente a 131 en contra.



Su discurso en Las Cortes, antes de la votación, fue el siguiente:


"Señores diputados: lejos yo de censurar ni de atacar las manifestaciones de mi colega, señorita Kent, comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en trance de negar la capacidad inicial de la mujer. Creo que por su pensamiento ha debido de pasar, en alguna forma, la amarga frase de Anatole France cuando nos habla de aquellos socialistas que, forzados por la necesidad, iban al Parlamento a legislar contra los suyos.
Respecto a la serie de afirmaciones que se han hecho esta tarde contra el voto de la mujer, he de decir, con toda la consideración necesaria, que no están apoyadas en la realidad. Tomemos al azar algunas de ellas. ¿Que cuándo las mujeres se han levantado para protestar de la guerra de Marruecos? Primero: ¿y por qué no los hombres? Segundo: ¿quién protestó y se levantó en Zaragoza cuando la guerra de Cuba más que las mujeres? ¿Quién nutrió la manifestación pro responsabilidades del Ateneo, con motivo del desastre de Annual, más que las mujeres, que iban en mayor número que los hombres?
¡Las mujeres! ¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres den señales de vida por la República se les concederá como premio el derecho a votar? ¿Es que no han luchado las mujeres por la República? ¿Es que al hablar con elogio de las mujeres obreras y de las mujeres universitarias no está cantando su capacidad? Además, al hablar de las mujeres obreras y universitarias, ¿se va a ignorar a todas las que no pertenecen a una clase ni a la otra? ¿No sufren éstas las consecuencias de la legislación? ¿No pagan los impuestos para sostener al Estado en la misma forma que las otras y que los varones? ¿No refluye sobre ellas toda la consecuencia de la legislación que se elabora aquí para los dos sexos, pero solamente dirigida y matizada por uno? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad? Y ¿por qué no los hombres? ¿Por qué el hombre, al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y han de ponerse en un lazareto los de la mujer?
Pero, además, señores diputados, los que votasteis por la República, y a quienes os votaron los republicanos, meditad un momento y decid si habéis votado solos, si os votaron sólo los hombres. ¿Ha estado ausente del voto la mujer? Pues entonces, si afirmáis que la mujer no influye para nada en la vida política del hombre, estáis -fijaos bien- afirmando su personalidad, afirmando la resistencia a acatarlos. ¿Y es en nombre de esa personalidad, que con vuestra repulsa reconocéis y declaráis, por lo que cerráis las puertas a la mujer en materia electoral? ¿Es que tenéis derecho a hacer eso? No; tenéis el derecho que os ha dado la ley, la ley que hicisteis vosotros, pero no tenéis el derecho natural fundamental, que se basa en el respeto a todo ser humano, y lo que hacéis es detentar un poder; dejad que la mujer se manifieste y veréis como ese poder no podéis seguir detentándolo.
No se trata aquí esta cuestión desde el punto de vista del principio, que harto claro está, y en vuestras conciencias repercute, que es un problema de ética, de pura ética reconocer a la mujer, ser humano, todos sus derechos, porque ya desde Fitche, en 1796, se ha aceptado, en principio también, el postulado de que sólo aquel que no considere a la mujer un ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del hombre y del ciudadano no deben ser los mismos para la mujer que para el hombre. Y en el Parlamento francés, en 1848, Victor Considerant se levantó para decir que una Constitución que concede el voto al mendigo, al doméstico y al analfabeto -que en España existe- no puede negárselo a la mujer. No es desde el punto de vista del principio, es desde el temor que aquí se ha expuesto, fuera del ámbito del principio -cosa dolorosa para un abogado-, como se puede venir a discutir el derecho de la mujer a que sea reconocido en la Constitución el de sufragio. Y desde el punto de vista práctico, utilitario, ¿de qué acusáis a la mujer? ¿Es de ignorancia? Pues yo no puedo, por enojosas que sean las estadísticas, dejar de referirme a un estudio del señor Luzuriaga acerca del analfabetismo en España.
Hace él un estudio cíclico desde 1868 hasta el año 1910, nada más, porque las estadísticas van muy lentamente y no hay en España otras. ¿Y sabéis lo que dice esa estadística? Pues dice que, tomando los números globales en el ciclo de 1860 a 1910, se observa que mientras el número total de analfabetos varones, lejos de disminuir, ha aumentado en 73.082, el de la mujer analfabeta ha disminuido en 48.098; y refiriéndose a la proporcionalidad del analfabetismo en la población global, la disminución en los varones es sólo de 12,7 por cien, en tanto que en las hembras es del 20,2 por cien. Esto quiere decir simplemente que la disminución del analfabetismo es más rápida en las mujeres que en los hombres y que de continuar ese proceso de disminución en los dos sexos, no sólo llegarán a alcanzar las mujeres el grado de cultura elemental de los hombres, sino que lo sobrepasarán. Eso en 1910. Y desde 1910 ha seguido la curva ascendente, y la mujer, hoy día, es menos analfabeta que el varón. No es, pues, desde el punto de vista de la ignorancia desde el que se puede negar a la mujer la entrada en la obtención de este derecho.
Otra cosa, además, al varón que ha de votar. No olvidéis que no sois hijos de varón tan sólo, sino que se reúne en vosotros el producto de los dos sexos. En ausencia mía y leyendo el diario de sesiones, pude ver en él que un doctor hablaba aquí de que no había ecuación posible y, con espíritu heredado de Moebius y Aristóteles, declaraba la incapacidad de la mujer.
A eso, un solo argumento: aunque no queráis y si por acaso admitís la incapacidad femenina, votáis con la mitad de vuestro ser incapaz. Yo y todas las mujeres a quienes represento queremos votar con nuestra mitad masculina, porque no hay degeneración de sexos, porque todos somos hijos de hombre y mujer y recibimos por igual las dos partes de nuestro ser, argumento que han desarrollado los biólogos. Somos producto de dos seres; no hay incapacidad posible de vosotros a mí, ni de mí a vosotros.
Desconocer esto es negar la realidad evidente. Negadlo si queréis; sois libres de ello, pero sólo en virtud de un derecho que habéis (perdonadme la palabra, que digo sólo por su claridad y no con espíritu agresivo) detentado, porque os disteis a vosotros mismos las leyes; pero no porque tengáis un derecho natural para poner al margen a la mujer.
Yo, señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros; a la mujer que, como ocurrió con otras fuerzas nuevas en la revolución francesa, será indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al derecho y no hay sino que empujarla a que siga su camino.
No dejéis a la mujer que, si es regresiva, piense que su esperanza estuvo en la dictadura; no dejéis a la mujer que piense, si es avanzada, que su esperanza de igualdad está en el comunismo. No cometáis, señores diputados, ese error político de gravísimas consecuencias. Salváis a la República, ayudáis a la República atrayéndoos y sumándoos esa fuerza que espera ansiosa el momento de su redención.
Cada uno habla en virtud de una experiencia y yo os hablo en nombre de la mía propia. Yo soy diputado por la provincia de Madrid; la he recorrido, no sólo en cumplimiento de mi deber, sino por cariño, y muchas veces, siempre, he visto que a los actos públicos acudía una concurrencia femenina muy superior a la masculina, y he visto en los ojos de esas mujeres la esperanza de redención, he visto el deseo de ayudar a la República, he visto la pasión y la emoción que ponen en sus ideales. La mujer española espera hoy de la República la redención suya y la redención del hijo. No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar; que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer, que representa una fuerza nueva, una fuerza joven; que ha sido simpatía y apoyo para los hombres que estaban en las cárceles; que ha sufrido en muchos casos como vosotros mismos, y que está anhelante, aplicándose a sí misma la frase de Humboldt de que la única manera de madurarse para el ejercicio de la libertad y de hacerla accesible a todos es caminar dentro de ella.
Señores diputados, he pronunciado mis últimas palabras en este debate. Perdonadme si os molesté, considero que es mi convicción la que habla; que ante un ideal lo defendería hasta la muerte; que pondría, como dije ayer, la cabeza y el corazón en el platillo de la balanza, de igual modo Breno colocó su espada, para que se inclinara en favor del voto de la mujer, y que además sigo pensando, y no por vanidad, sino por íntima convicción, que nadie como yo sirve en estos momentos a la República española."

Tal como reflejó en su escrito, "Dreams" -hace 126 años- Olive Schreiner, el camino a la tierra de la libertad es largo y está lleno de obstáculos. Aún queda mucho por recorrer. Lo que está claro es que esta lucha, a lo largo de la historia, y los derechos reconocidos tras ella, demuestra (en palabras de Simone de Beauvoir, en su introducción a la primera parte de "El Segundo Sexo" - Los Hechos y los Mitos-) que las mujeres "ya no son combatientes, como nuestras mayores; en conjunto, hemos ganado la partida".