"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

lunes, 24 de febrero de 2020

LA AMISTAD DE LOS SERES NOBLES

Pocas cosas abrigan tanto como la amistad de los seres nobles.
Arturo Pérez Reverte.

Me gustaría empezar diciendo que los padres, los maridos, los hijos, los amantes y los amigos están muy bien. Pero no son perros.
Elizabeth von Arnim.

¡Por el perro!.
Juramento de Sócrates.

A mi me habla usted de soledad, que voy por el tercer perro enterrado.
Benito Pérez Galdós.


Aquí reposan los restos de una criatura que fue bella sin vanidad, fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad, y tuvo todas las virtudes del hombre y ninguno de sus defectos.
Lord Byron. Epitafio para Boatswain.

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Volvoreta (2017), retrato de mi perra, realizado por Maria Luisa Recio Campos.





Homero -quizás el poeta más enigmático de todos-, en el canto XVII de su Odisea, nos relata así el momento en que Odiseo (Ulises), tras su regreso a Ítaca y disfrazado de mendigo, acude a la villa acompañado de su criado Eumeo: 


"Mientras ellos seguían charlando de cosas como éstas, levantó la cabeza y orejas un perro allí echado, Argos, can de Odiseo magnánimo, que él hubo criado, mas del cual no gozó, pues partió para Troya sagrada. Con frecuencia los jóvenes, antes, consigo llevábanlo a correr a las cabras monteses, la liebre o el ciervo; y ahora yacía olvidado, en ausencia del amo sobre el fiemo de mulos y bueyes, que junto a la puerta hacinaban hasta que los siervos de Odiseo divino recogíanlo para abonar los anchísimos campos: lleno de garrapatas estaba allí Argos, el perro.
 A Odiseo advirtió el perro en quien hacia él se acercaba y, al mirarlo, moviendo la cola, bajó las orejas, pero ya carecía de fuerzas para ir a su encuentro; y él, al verlo, volvió la cabeza y secóse una lágrima, que logró fácilmente ocultar al porquero, a quien dijo:

 -De admirar es, Eumeo, este perro tumbado en el fiemo. Es de raza excelente, mas no puede verse si ha sido un veloz corredor, a pesar de la estampa que tiene, o si es como esos perros que alguno mantiene en su mesa y conserva lúcidos tan sólo por darse ese lujo.

Y tú entonces, Eumeo, el porquero, así le dijiste:

-Es el perro del héroe que lejos murió de nosotros. Y si tú hubieras visto lo bello y activo que él era, cuando aquí lo dejó, al embarcar para Troya, Odiseo, pronto su ligereza y vigor te dejaran atónito. Fiera que él levantase en lo más intrincado del bosque no podía escapar porque siempre acertaba su rastro. Mas le abruman los males; ha muerto su dueño muy lejos de la patria, y las mozas, dejadas, ya no le cuidan. Porque los servidores, en cuanto no mandan los amos, ya no quieren hacer los trabajos que son de justicia; la mitad del valor que los hombres alcanzan la quita Zeus el longividente ese día en que caen como esclavos.

Así dijo, y entró al punto en la cómoda casa y en seguida en la sala de los pretendientes ilustres. Y una parca de muerte sombría quedóse con Argos, cuando vino nuevamente a Odiseo veinte años más tarde."

Argos, el fiel perro de Odiseo, sí reconoció enseguida a su amo, a pesar de que éste, transformado en mendigo gracias a la diosa Atenea, iba totalmente irreconocible. Sólo un ser de un corazón tan noble como este perro, podía dar un recibimiento así a un amigo tantos años errante. 
No menos fiel a sus amos fue también la perrita (o perrito, el sexo del can varía entre varias ediciones) Kashtanka, otro ser bondadoso y de corazón noble y puro, cuyas andanzas y penurias fueron convertidas en un relato precioso por el escritor y médico ruso Antón P. Chéjov. Kashtanka, de raza indefinida y hocico de raposa, un dia perdió de vista a su amo, un ebanista borrachuzo y mal cuidador, y encontró otro amo que, aunque lo cuidaba mejor que el primero, Kashtanka seguía echando de menos su hogar anterior. Meses después, se reencontró con el ebanista y su hijo y Kashtanka regresó a su hogar, al que no había renunciado en sus sueños. Todo lo ocurrido no era ahora para este pequeño animal sino una pesadilla larga  confusa.
Ejemplos de perros magníficos hay muchísimos más, que sería muy largo de trasladar aquí, pero sí se produjo hace meses  una noticia, relacionada con el inmenso cariño de los perros, que me llamó grandemente la atención: en la ciudad italiana de Pisa, existe un Museo de naves antiguas. Es el más grande del mundo. Le llaman la "Pompeya del mar". Entre los restos de una de estas naves, aparecieron los esqueletos de un marinero y un perro. Juntos. Abrazados.


        Restos de un marinero que naufragó con su perro.

Esta imagen es impresionante. Dos seres abrazados ante la muerte. Un hombre y un perro, pero ambos esqueletos compuestos del mismo material. Dos seres idénticos, en suma, unidos para afrontar la mayor de las adversidades. Esta foto recuerda, por su gran similitud, a la del descubrimiento de los restos de una pareja abrazada, también en Italia, enterrados hace unos seis mil años.Curiosamente, así termina la novela Nuestra Señora de París, de Víctor Hugo, con el descubrimiento de los restos de Esmeralda y Quasimodo abrazados.
Seres nobles, todos ellos. En este mundo repleto de hijos de la gran puta en que estamos inmersos, encontrarte un ser de cuatro patas, con mirada transparente y amorosa, naricilla húmeda y alma de pureza intacta e incorrompible que te abre las puertas de su corazón para siempre y que sabes que no te va a defraudar jamás, es encontrar un tesoro muy escondido: la verdadera amistad. Es a esta amistad, la de los seres nobles, a la que me quiero abrazar.





                        Benito Pérez Galdós, en su casa de Madrid, con uno de sus perros.





                             Jack London, en 1885, a la edad de 9 años, con su perro Rollo.




                                            Anton P. Chéjov, con uno de sus perros salchicha.




                        "Volvoreta". Octubre 2020.

"Callejero". Alberto Cortez.




Fuentes:

-Homero: Odisea. Planeta. Barcelona, 1993.
-De Cascante, Jorge: El gran libro de los perros. Ediciones Blackie Books. Barcelona, 2018. 
-Chéjov, Anton P.: Narraciones. Biblioteca Básica Salvat. Libro RTV 44. Salvat Editores. Madrid, 1970. 


Noelia Rodríguez Padilla.