"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

sábado, 18 de mayo de 2019

A UN SER INOLVIDABLE


Jamás en la vida encontraréis ternura mejor y más desinteresada que la de vuestra madre.
Honoré de Balzac
 

De todas las hojas caídas, solo una intenta volver a su lugar: la mariposa.
Basho

La muerte es un nuevo amanecer hacia el que vamos volando.
Mario Satz. El alfabeto alado.  
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Hoy se cumplen diez años de su muerte, pero el transcurso del tiempo  -esa ficción inventada por el hombre, que no existe más que en nuestro cerebro-  no afecta al recuerdo imborrable de un ser tan querido como una madre. Como en la bellísima canción Alfonsina y el Mar, un lunes 18 de Mayo de 2009, su voz se apagó, arrullada en el canto de las caracolas marinas. Y, aunque en el hipocampo de nuestro ser material, que es donde se edita la película de nuestra vida -ese vuelo de Ícaro que siempre terminará convertido en ceniza (cubierto por sábanas terrosas y un edredón de musgos escardados)-,  por mucho tiempo que pase, éste nunca llenará de arrugas el recuerdo, el cariño y agradecimiento que siempre guardará nuestro corazón hacia ella. Miro a nuestro alrededor y sigo comprobando que una madre es insustituible. Su ser, inolvidable, es y será como la flor humilde y silenciosa que siempre brota en todas las primaveras.






 SOY ESA FLOR

Tu vida es un gran río,va caudalosamente.
A su orilla, invisible, yo broto dulcemente.
Soy esa flor perdida entre juncos y achiras
que piadoso alimentas, pero acaso ni miras.

Cuando creces me arrastras y me muero en tu seno,
cuando secas me muero poco a poco en el cieno;

Pero de nuevo vuelvo a brotar dulcemente
cuando en los días bellos vas caudalosamente.

Soy esa flor perdida que brota en tus riberas
humilde y silenciosa todas las primaveras.

Alfonsina Storni (1892-1938).