"Y transcurrieron los días. Y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás todo retoñaba y revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres, y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.
Y allí están con sus luchas y sus amores, con sus tristezas y sus alegrías, que cada cual cree inéditas y como creadas para él, pero que son siempre las mismas, porque la vida nació de un solo grito del Señor y cada vez que se repite no es una nueva Voz la que la ordena, sino el eco que va y vuelve desde el infinito al infinito".

EL BOSQUE ANIMADO. Wenceslao Fernández Flórez.

sábado, 9 de julio de 2016

LA ENCINA DE CÓSIMO.

 "Cósimo miraba el mundo desde el árbol : todo, visto desde allá arriba, era distinto, y eso ya era una diversión."
El Barón Rampante. Italo Calvino.

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Cósimo Piovasco de Rondó, el célebre "barón rampante" de Italo Calvino, un buen día, a la edad de doce años, decidió trepar a lo alto de una encina situada junto a su casa, y desde entonces, no volvió a bajar de los árboles. Para Cósimo, su hogar estaba en las alturas, junto a las ramas más altas. Allí vivió el resto de los días de su vida y allí pretendió constituir la imaginaria República de Arbórea, "habitada por hombres justos".

 La encina es considerada un árbol sagrado en muchos lugares, símbolo de potencia, longevidad y solidez. Quizás el escritor cubano-italiano Italo Calvino, ingeniero agrónomo, escogió este árbol por su carga simbólica, para resaltar y dar más énfasis a la tozudez y originalidad del modo de vida escogido por su personaje.

 En su libro "COSMOS", en el capítulo titulado "Una voz en la fuga cósmica", Carl Sagan escribe  sobre el particular parentesco existente entre los humanos y los árboles. Y se refiere específicamente a una encina. En la página treinta y tres dice: "Una encina y yo estamos hechos de la misma sustancia. Si retrocedemos lo suficiente, nos encontramos con un antepasado común".





















Más adelante, en la página treinta y cinco dice lo siguiente: "Las personas tenemos un aspecto diferente al de un árbol. No hay duda que percibimos el mundo de modo diferente a como lo hace un árbol. Pero en el fondo de todo, en el núcleo molecular de la vida, los árboles y nosotros somos esencialmente idénticos".












Ese sentimiento o sensación de identidad con la encina es lo que hizo que el célebre personaje salido de la imaginación de Italo Calvino trepara a lo alto y se hermanara con sus ramas el resto de sus días.

Al "barón rampante" no sólo le sirvió para ver bien la tierra, manteniendo esa distancia tan necesaria. También le sirvió para sentir más cerca al Gran Arquitecto del Universo, el mismo Creador de árboles y hombres.













Fuentes:

-Calvino, Italo: EL BARÓN RAMPANTE. Editorial Bruguera. Barcelona, 1980.
-Sagan, Carl: COSMOS. Editorial Planeta. Barcelona, 2009.